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Costa de Marfil, granero mundial del cacao, aspira a transformar ‘in situ’ toda su producción

El país cultiva el 44% de la oferta global y exporta la mitad como grano en bruto. Un ambicioso plan estatal tiene por fin reapropiarse de todo el proceso, controlado mayoritariamente por manos extranjeras

Un trabajador recolectaba una vaina de cacao en Bobia (Gagnoa, Costa de Marfil), en diciembre de 2019.
Un trabajador recolectaba una vaina de cacao en Bobia (Gagnoa, Costa de Marfil), en diciembre de 2019.Thierry Gouegnon (Reuters)

Yves Koné es una de las personas más poderosas en la industria mundial del cacao. Ocupa la dirección general del Consejo del Café-Cacao (CCC) de Costa de Marfil, líder aplastante —con el 44% de la producción global— en el cultivo del fruto esencial para la elaboración de chocolate. Koné elige minuciosamente sus palabras. Habla con pausa y evita declaraciones superfluas. Sus decisiones afectan a millones de personas, desde el pequeño campesino hasta el consumidor que saborea una chocolatina en cualquier lugar del planeta.

Cerca de la mitad del cacao marfileño ya se transforma (en pasta, polvo, manteca o licor) dentro de las fronteras, según el presidente del CCC. Son alrededor de un millón de toneladas, de un total de 2,2 millones, lo que sitúa a Costa de Marfil como segundo procesador mundial tras Países Bajos. Pero este Estado de África Occidental de 29 millones de habitantes, advierte Koné, no se conforma. “Nuestra voluntad es transformar in situ toda la producción”, proclama solemne desde su despacho en Abiyán, la capital económica del país.

El paso de nación exportadora de materia prima a otra que modifica masivamente sus bienes agrícolas obedece a una firme voluntad de Estado. En palabras de Ousmane Attai, consultor especializado en cacao, el cambio de rumbo empezó a perfilarse hace más de una década, con la llegada al poder en 2011 del actual presidente, Alassane Outtara. “Entonces se apostó por modernizar la agricultura, en especial añadiendo valor al cacao y a otros productos como el caucho y el café”, explica Attai.

Este viraje estratégico ha hecho que la atracción de capital extranjero sea una de las prioridades. “Llevamos tiempo ofreciendo a los inversores una serie de condiciones particulares”, afirma Koné. Por ejemplo, ventajas fiscales “acompañadas de un marco normativo que procure seguridad jurídica”, añade Attai, quien pone nombre a los actores que más están brillando en la nueva era del cacao marfileño: “Las multinacionales occidentales del chocolate como Magill o Barry Callebaut, pero también otros protagonistas más recientes”. Se prevé que este 2024 empiecen a funcionar, en Abiyán y San Pedro (segundo puerto comercial del país), sendas fábricas financiadas respectivamente por China y Emiratos Árabes Unidos.

Alahasanne Diakité, director general de Diakité Cocoa Products, posa justo a cajas de licor de cacao en la fábrica de la compañía en Abiyán (Costa de Marfil) en diciembre de 2023.
Alahasanne Diakité, director general de Diakité Cocoa Products, posa justo a cajas de licor de cacao en la fábrica de la compañía en Abiyán (Costa de Marfil) en diciembre de 2023.Rodrigo Santodomingo

“Somos un país liberal”, afirma Koné, argumentando que esta colaboración público-privada es un acuerdo win-win (ganancia para todos): Un buen negocio para los inversores y una senda factible hacia el objetivo de lograr que Costa de Marfil sea dueño de porciones cada vez más generosas del inmenso pastel cocinado globalmente con su cacao.

Koné desglosa la cadena de valor de este producto y sus derivados: “El 5% corresponde a la materia prima; el 25%, a la primera transformación; y el 70% restante, a la elaboración y distribución de chocolate”. El presidente del CCC afirma, a tenor de estas cifras, que Costa de Marfil “está aún muy lejos de extraer el máximo beneficio” a su riqueza agrícola. En el horizonte, prosigue, se atisba un país alzado también como potencia chocolatera. “Estamos creando un paradigma distinto, la primera transformación (del grano) es solo el comienzo”, resume Koné, quien destaca que ya se están plantando las semillas para que germinen estas ambiciones. “Perseguimos la excelencia, incluido un gran centro formativo en Abiyán; en los próximos años veremos nacer una pujante generación de maestros chocolateros en Costa de Marfil”.

No solo los operadores extranjeros están animando esta fiebre transformadora. También algunas empresas locales han reorientado sus negocios —aunque, por el momento, a escala mucho más modesta— hacia un mayor peso de los bienes procesados. Situada en Abobo, una enorme barriada al norte de Abiyán, la fábrica de Diakité Cocoa Products (compañía 100% marfileña) manufactura pasta, mantequilla y licor de cacao. En sus naves se acumulan, junto a montañas de sacos con grano en bruto, altas torres de paquetes con productos modificados.

Durante un paseo por sus instalaciones, donde se respira el inconfundible aroma ácido y sutilmente dulzón del cacao, el director general de esta empresa familiar, Alahasanne Diakité, asegura que tienen clientes en todo el mundo, como la firma Lacasa en España. Y menciona orgulloso su próximo lanzamiento: un chocolate 72% que utilizará como reclamo las propiedades curativas del cacao. “Se habla mucho de sus beneficios para la salud, pero se sabe aún muy poco. Nosotros queremos investigar y contribuir a demostrarlos empíricamente”.

Una empresa europea se instaló en Costa de Marfil para montar una planta de transformación. A las pocas semanas, ya contaba con crédito. Mientras, a nosotros nos ponen condiciones imposibles de cumplir
Alahasanne Diakité, director de la empresa marfileña Diakité Cocoa Products

Diakité lamenta los escollos que, en comparación con las compañías foráneas, enfrentan los emprendedores marfileños: “No faltan ideas innovadoras, pero sí más confianza en la financiación”. Afirma que incluso los bancos del país suelen discriminar al empresario local. “Recuerdo el caso de una empresa europea, cuyo nombre prefiero omitir, que se instaló en Costa de Marfil hace unos años para montar una planta de transformación. A las pocas semanas, ya contaba con crédito. Mientras, a nosotros nos ponen condiciones imposibles de cumplir”, reclama.

Según Diakité, por culpa de malas experiencias pasadas, los inversores del país adolecen de un exceso de cautela al apoyar a sus propios compatriotas. “Pagamos justos por pecadores. Aunque seamos gente seria, aunque podamos mostrar excelentes cifras de negocio”, se queja.

Exterior de la fábrica de transformación de cacao SACO (propiedad de la multinacional chocolatera Barry Callebaut), situada en el centro de Abiyán (Costa de Marfil).
Exterior de la fábrica de transformación de cacao SACO (propiedad de la multinacional chocolatera Barry Callebaut), situada en el centro de Abiyán (Costa de Marfil).KATARZYNA STACHYRA

Este empresario participa en un foro de cultivadores y transformadores marfileños que, cada dos o tres años, se reúnen en Abiyán con el fin de intercambiar buenas prácticas. “Las nuevas exigencias de sostenibilidad que se nos imponen [en especial, desde la Unión Europea] son, al mismo tiempo, una excelente oportunidad para innovar”, subraya. Lejos de mostrarse receloso ante la hegemonía de las multinacionales, Diakité agradece su labor pedagógica. “Nos han enseñado a transformar y nos han permitido adquirir experiencia”, señala.

El CCC ha creado un fondo de algo más de 15 millones de euros para subvencionar el procesamiento de cacao por empresas nacionales. “Es poco, apenas migajas para un sector como este, que precisa de maquinaria muy cara”, considera el consultor Ousmane Attai. “Si queremos que nuestro tejido empresarial participe de lleno en la transformación del cacao, el capital privado tiene que acompañar”, continúa. Solo será posible, en su opinión, si cambia la cultura crediticia que, para él, sigue presa de inercias conservadoras. “Aquí hay bancos con mucha liquidez, precisamente porque no toman riesgos. Prefieren seguir siendo bancos de depósito en vez de convertirse en bancos de negocio”, considera.

La condena del precio fijo

Mientras el procesamiento del cacao avanza imparable en Costa de Marfil, muchos reclaman abordar simultáneamente una asignatura pendiente del sector: mejorar las condiciones de quienes cultivan la materia prima, sobre todo en lo referente al importe que reciben por sus cosechas. Con el modelo actual, el CCC fija un precio por kilo en la compraventa entre campesinos e intermediarios (cooperativas, tratantes, exportadores). El investigador François Ruf, que ha publicado extensamente sobre el tema, explica que este sistema proviene de “la administración colonial y se creó con la idea de proteger a los agricultores de los vaivenes del mercado internacional”. Algo similar, en teoría, al precio mínimo por el que abogan las organizaciones de comercio justo.

El Estado debería dejar de infantilizar al agricultor y permitirle negociar directamente con el comprador final
Ousmane Attai, consultor experto en cacao

Para Ruf, esta supuesta noble intención “pronto se convirtió y sigue siendo un instrumento mediante el que otros extraen un valor que corresponde a los agricultores”. Attai es aún más explícito: “Sirve para quitar dinero al campesino, para explotarlo y condenarle a la miseria”. En la actualidad, el precio oficial por kilo de grano de cacao en Costa de Marfil es de 1.000 francos del África Occidental (algo menos de 1,5 euros). A principios de enero, el precio en los mercados de materias primas de Nueva York y Londres rondaba los 3,7 euros.

El director general del CCC, Yves Koné, justifica mantener este sistema por el bien del pequeño agricultor: “A veces la gente habla sin conocer la realidad de nuestro país. Tenemos más de un millón de productores con plantaciones de una, dos o tres hectáreas. La mayoría no tienen estudios, carecen de capacidad para vender sus productos en los mercados internacionales”. Attai piensa, por el contrario, que “el Estado debería dejar de infantilizar al agricultor y permitirle negociar directamente con el comprador final”. O, al menos, elevar sustancialmente el precio oficial que se le paga. En Camerún, recuerda Attai, el cultivador de cacao recibe 2.000 francos (casi tres euros) por kilo, el doble que en Costa de Marfil.

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