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La rapera salvadoreña Yezli Mic: “Me dicen que si hago rap es porque voy a buscar novio”

La artista, miembro del colectivo HHFemms, canta contra la violencia y el machismo que sufren las mujeres o contra la prohibición del aborto en ningún supuesto en el país con la tercera tasa de feminicidio más alta de Latinoamérica

La rapera salvadoreña Yezli Mic interpreta una canción, el pasado octubre en Barcelona. Vídeo: MASSIMILIANO MINOCRI
Patricia R. Blanco

—Quiero participar en este espacio y cantar rap.

—¿Querés el espacio? Entonces salgamos, tengamos una cita.

La rapera Yezli Mic (San Rafael Cedros, El Salvador, 26 años) reproduce con esta conversación el acoso que ha sufrido de forma recurrente con organizadores de conciertos de hip hop en su país. “El Salvador es supermachista y ese machismo se traslada a la cultura del hip hop, dominada por los hombres” explica la artista, activista y feminista durante una entrevista en Barcelona, en el marco del proyecto Ciudades Defensoras de Derechos Humanos, organizado en varios municipios catalanes a finales del año pasado. “El hecho de ser mujer y de querer ser artista me obliga a esforzarme el doble, porque a mí me dicen que si hago rap es porque voy a buscar novio”, protesta la cantante, miembro del grupo de hip hop HHFemms, una de las pocas formaciones femeninas de rap en El Salvador.

Porque “ser mujer en El Salvador”, el país con la tercera tasa de feminicidio más alta de Latinoamérica, según la ONU, “es una supervivencia diaria”. “Tienes que mantenerte en alerta constante, preguntarte qué te puede pasar si te vistes de tal manera, si alguien te tocará o te acosará; te quitan la vida solo por el hecho de ser mujer”, continúa. Y vuelve a reproducir conversaciones que reflejan la connivencia de parte de la sociedad con la violencia hacia las mujeres: “Te dicen, incluso tu propia familia, que si te pasó algo es, por ejemplo, por la forma en que ibas vestida”.

La rapera salvadoreña Yezli Mic, el pasado octubre en Barcelona.
La rapera salvadoreña Yezli Mic, el pasado octubre en Barcelona.massiliano minocri

El rap, al que Yezli Mic se acercó en 2011 por “pura curiosidad, porque lo escuchaba en las calles”, es la herramienta que ha encontrado para combatir ese “machismo”, que impregna “cada rincón del país”, incluidos los espacios culturales de los que tantas veces ha sido “excluida” por ser mujer. La intérprete y sus compañeras cantan contra la violencia que sufren niñas y mujeres, contra “la obligación de ser madre impuesta a las menores violadas” o contra la prohibición del aborto en ningún supuesto. “Queremos crear conciencia, hacer un rap distinto, con mensaje, que trate los temas que nos están pasando”, añade. Pero su música, advierte, “no es para todos los públicos”. “No todos quieren escuchar a mujeres quejándose, mujeres hablando de las desaparecidas o de las violentadas… Nos llaman a menudo feminazis”, avisa.

No siempre sus letras fueron así. Comenzó cantando al amor y al desamor. “En El Salvador nos enseñan desde pequeños a normalizar la violencia”, recuerda con amargura. Con 16 años se vio inmersa en una relación tóxica con un rapero de 29 años que ejercía violencia sobre ella. “Para mí era normal porque había visto cómo en el pasado habían violentado a mi mamá, pero cuando lo dejamos y empezó a chantajearme diciéndome que sin él no haría nada en el mundo del rap, me armé de valor y empecé a cambiar mis letras, a exigir un espacio en el hip hop y a decir que a las mujeres nadie nos pone una mano encima”, cuenta.

El aborto, en un país que tiene la legislación más restrictiva contra la interrupción del embarazo de América, es precisamente el tema de muchas de sus canciones. A Yezli Mic le gusta especialmente Quien nos va a parar, que dedica a Beatriz, la mujer a la que El Salvador prohibió abortar pese a la inviabilidad del feto y al riesgo que continuar con el embarazo suponía para la vida de la madre. Su caso dio la vuelta al mundo tras llegar el año pasado hasta la Corte Interamericana de Derechos Humanos, que todavía no ha emitido ningún fallo al respecto. “Hablar del aborto es algo bien complicado en El Salvador porque nadie quiere escuchar hablar de mujeres asesinando a sus bebés, porque eso es lo que nos hacen creer que es el aborto”, critica.

Persecución de raperos

El esfuerzo para continuar es “enorme”. “Lastimosamente, ser artista y activista no te genera ingresos como para vivir”, se apena Yezli Mic. “He trabajado como mesera y pedía permiso, o me escapaba, para ir a cantar o asistir a manifestaciones feministas”, relata. Ahora, junto a su prima, vende en la calle “licuados, hamburguesas o tortas”, un trabajo en el que es su propia jefa y que le permite hacer lo que más le gusta.

Sin embargo, perseguir su sueño en El Salvador puede conllevar graves consecuencias. Yezli Mic denuncia la persecución que los raperos han sufrido con el Gobierno de Nayib Bukele y el régimen de excepción que ha impuesto para luchar contra las maras y que ha supuesto la entrada en prisión de más de 70.000 personas, entre ellas, el novio de la rapera. A Bukele esta política le ha proporcionado una gran popularidad: el próximo domingo, si las encuestas no fallan, será reelegido presidente de El Salvador con una mayoría abrumadora. Pero Yezli Mic discrepa: “El hecho de ser pobre y ser joven e incluso de vestirte con pantalones cortos te convierte en sospechoso”, cuenta entre lágrimas. Su pareja, también rapero, lleva más de un año y medio en prisión sin juicio y sin que hayan podido visitarlo. “Relacionan el rap con las pandillas”, asegura la artista, una denuncia que también han realizado colectivos musicales en El Salvador.

“Él no es pandillero, pero una noche los soldados fueron a buscarlo a su casa y se lo llevaron”, relata. Un mes antes, otros soldados le habían dado una paliza en su presencia. “Le pegaron, le quemaron con encendedores los dedos y la cara y le dijeron que iban a ir a buscarlo otro día, pero no lo creímos”, lamenta. Y subraya el racismo latente: “Fíjate que yo iba con él y a mí me dejaron a un lado, probablemente porque él es bien salvadoreño, bien moreno, y yo tengo los ojos azules”, se enfada. “Solo lo golpearon a él”, reitera.

—Hemos cantado sobre esta situación en Grito de libertad.

—¿Y lo vais a seguir haciendo?

—Nos gustaría, pero estas canciones nos dan miedo. Hay mucha gente en las cárceles.

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Sobre la firma

Patricia R. Blanco
Periodista de EL PAÍS desde 2007, trabaja en la sección de Internacional. Está especializada en desinformación y en mundo árabe y musulmán. Es licenciada en Periodismo con Premio Extraordinario de Licenciatura y máster en Relaciones Internacionales por la Universidad Complutense de Madrid.

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