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España paga su entrada para regresar a la arena internacional de la salud global

De no poner un euro en el Fondo Mundial para la Malaria, la Tuberculosis y el Sida, y perder relevancia en el mapa de la cooperación con un presupuesto bajo mínimos, el país aumenta la ayuda al desarrollo y acoge, desde este martes, un encuentro internacional de la Alianza para las Vacunas

Cooperacion española
Despliegue del hospital de campaña START de la cooperación española en la emergencia humanitaria en Turquía, tras el terremoto del pasado febrero.Miguel Lizana (AECID)

Este martes arranca en Madrid el encuentro internacional de la Alianza para las Vacunas (Gavi) en el que se presentan los progresos en materia de inmunización en el mundo con los 8.000 millones de euros que los donantes comprometieron para este propósito en junio de 2020. El número de niños sin ningún tipo de vacunación ascendió a 18,2 millones en 2021. Pese a no estar entre los mayores financiadores de Gavi, España es el país de acogida de esta cita en la que estaba prevista (antes del anuncio de las próximas elecciones nacionales el 23 de julio), pero no confirmada, la intervención del presidente del Gobierno, Pedro Sánchez.

Las cantidades aportadas a Gavi también han ganado peso: en la conferencia de reposición de fondos de 2020, el Gobierno anunció 50 millones para el trabajo hasta 2025 de este conglomerado de países, fundaciones, organizaciones internacionales y empresas privadas que apoya a las naciones menos adelantadas en la lucha contra las enfermedades transmisibles, pero evitables gracias a las vacunas. Una cifra superior a los 47,5 millones que había dado en los 15 años anteriores, a razón de 9,5 millones anuales. La relación de España con la Alianza, cuyo máximo financiador es la Fundación Bill y Melinda Gates, se estrechó aún más cuando le fue concedido el premio Princesa de Asturias a la Cooperación en 2020.

Como en el caso de la participación en Gavi, el país ha ganado presencia en la arena de la salud global, a la par que el compromiso económico y político con la cooperación en materia sanitaria ha ido en aumento. En su primera intervención como presidente (en funciones) ante la Asamblea General de la ONU de 2019, Pedro Sánchez anunció 100 millones de euros para el Fondo Mundial para el Sida, la Malaria y la Tuberculosis. Regresaba así a la lucha contra las tres pandemias después de ocho años en los que no se había puesto ni un euro en este ente, el mayor del mundo en la materia. Fue también en Nueva York, en 2022, en el evento anual de la Fundación Bill y Melinda Gates con sus aliados, donde Sánchez avanzó que renovaba el apoyo financiero al Fondo Mundial con 130 millones para tres años. Era un 30% más que el trienio anterior, en línea con el incremento de fondos del resto de países.

Entretanto, España también ha acogido los dos congresos globales sobre neumonía, el último este año. Y el Gobierno ha sacado pecho de sus aportaciones a Covax, el mecanismo para la equidad de acceso a inmunizaciones y otros tratamientos para la covid-19. “Quisiera destacar la donación de vacunas durante la pandemia. Con 60 millones, somos el séptimo país en el mundo en cuanto a número de vacunas y el segundo en América Latina y el Caribe, solo por detrás de Estados Unidos”, recordó Pilar Cancela, secretaria de Estado de Cooperación, en un encuentro el pasado jueves con ONG de desarrollo en Madrid.

En opinión de Iliana Olivié, investigadora del Real Instituto Elcano y profesora en el Departamento de Economía Aplicada de la Universidad Complutense de Madrid, la cooperación al desarrollo se ha potenciado como “forma de proyección internacional y poder blando”

En opinión de Iliana Olivié, investigadora principal del Real Instituto Elcano y profesora en el Departamento de Economía Aplicada, Estructura e Historia de la Universidad Complutense de Madrid, la cooperación al desarrollo, y específicamente la concerniente a la salud global, se ha potenciado como “forma de proyección internacional y poder blando”. “Esto no había ocurrido en tanta medida ni con Zapatero ni con Rajoy”, agrega. En su análisis ―junto a María Santillán O’SheaAyuda al desarrollo e influencia en el sistema de salud global concluye, a través de entrevistas a expertos, que “se considera positivo, para la influencia española en la salud global, la representación política de alto nivel [...] mediante una participación más activa de la presidencia del Gobierno en estos espacios”. Sin embargo, opina Olivié, “la cuestión es para qué, cuál es la estrategia”: cuáles deben ser las prioridades de actuación de estos entes, en términos geográficos y de actividad.

En su informe, las autoras recogen: “España mantiene un perfil bajo a la hora de avanzar prioridades y sugerir iniciativas. Se considera que, en general, no es un donante particularmente proactivo”. Y ejemplifican: “El foco de España en la importancia de América Latina (en ocasiones, casi exclusivamente) no suele ir acompañado de objetivos y elementos que recaigan más directamente dentro de las prioridades del Fondo Mundial o de Covax. Un mayor alineamiento geográfico y temático con los objetivos generales de esos espacios haría crecer la capacidad de influencia de España en los mismos”. Ocurre lo mismo, dice Olivié, en otros ámbitos como defensa o cambio climático.

La salud global ha sido, de todas estas áreas, una prioridad para Moncloa “con anuncios y reposiciones incluso antes de la pandemia”, subraya. La investigadora no descarta que el propósito sea defender el propio sistema global multilateral (en el que confluyen diferentes países y actores) en un momento en el que no todos los líderes tienen esa visión de las relaciones internacionales. La nueva Ley de Cooperación, aprobada en febrero con el único voto en contra de la ultraderecha, hace un alegato en defensa de estos espacios y la presencia de España en los mismos. En su exposición sobre cooperación al desarrollo de cara a la presidencia española del Consego de Europa, Cancela defendió que se trata de que el país ocupe una posición “no de seguidismo de otros —antes no se hacía nada si Francia y Alemania no estaban a favor—. Ahora España tiene posicionamiento político propio y marca camino también en Europa”.

“En las relaciones internacionales empiezan a aparecer nuevas posiciones, ascenso de nuevos donantes, de reducción a la contra de algunas organizaciones multilaterales, más cooperación sur-sur, triangular… Todo este escenario es donde la cooperación europea, con sus valores, debe manifestarse. Defendemos que construir alianzas, sumar, reforzarnos unos a otros, y apostar por el diálogo y el multilateralismo es más necesario que nunca”, aducía Cancela en su intervención en ese encuentro con ONG. “La cooperación es una política con gran valor en la política exterior de nuestro país. Refleja los valores de nuestra sociedad. No hay ningún ciudadano, o muy pocos, que pongan en cuestión el trabajo en el ámbito de la cooperación y el desarrollo”.

“La cooperación multilateral que decide el Gobierno —no la de obligado cumplimiento, como las dotaciones a la Unión Europea o la ONU― estaba bajo mínimos”, anota Arturo Angulo, responsable de políticas de cooperación de la Coordinadora de ONG para el Desarrollo. Por poco que España haya aportado en comparación con otros donantes ―por ejemplo, Alemania dio 1.300 millones de euros al Fondo Mundial, 10 veces más―, es un regreso a los espacios de los que había desaparecido en la anterior etapa. “Ha habido un despertar en estas iniciativas, es una vuelta y es importante, pero ahora se tiene que consolidar y saber qué se quiere defender”, opina. “Todavía seguimos siendo un hermano pequeño”.

“El desafío es coordinar todas estas iniciativas de carácter vertical”, afirman fuentes de la Cooperación Española. ”Más allá de enfermedades concretas, lo más importante es fortalecer los sistemas de salud de los países para que sean resilientes y equilibrados, con atención primaria y hospitalaria”. Y ahí, aseguran, España es un referente porque su sistema sanitario sirve como modelo para prestar una asistencia sanitaria universal. Angulo matiza que los mecanismos de apoyo financiero directo a los países del sur global para este propósito “se han abandonado o reducido”.

“La cooperación española trabaja con la Organización Panamericana de la Salud (OPS) y tiene proyectos en Paraguay o Bolivia. En África los principales países son Etiopía, Níger, Mauritania o Mozambique. En el centro de investigación de Manhiça (Mozambique) se ha desarrollado la vacuna contra la malaria de Pedro Alonso”, listan desde la Agencia Española de Cooperación para el Desarrollo (Aecid). “Otro ejemplo de por qué España es referente en materia de salud es la iniciativa Medicamentos para Enfermedades Desatendidas (DNDi), que acaba de recibir el premio Princesa de Asturias”, añaden. En cuanto a emergencias, estas mismas fuentes destacan la donación de 30 ambulancias en Ucrania o el hospital de campaña desplegado en Turquía tras el terremoto de febrero, en el que 195 profesionales del Sistema Nacional de Salud trataron a 4.700 pacientes, el 45,6% de los atendidos por equipos médicos de emergencia.

El presupuesto para ayuda al desarrollo este año en España (4.400 millones, un 0,34% de la Renta Nacional Bruta) es el más alto en una década, según la Agencia Española de Cooperación para el Desarrollo

Según el informe anual de Médicos del Mundo y Medicusmundi, que evalúa la cooperación internacional española en salud, los fondos en esta partida aumentaron un 260% en 2021 respecto al año anterior, para alcanzar la cifra más alta jamás aportada en este capítulo: más de 526 millones de euros. Pero el 59% se destinó a la lucha contra la covid-19, anotan. En acción humanitaria, España también incrementó su presupuesto, según ese mismo documento de diciembre del año pasado, con 11 millones de euros más que en 2020, hasta los 107 millones. Esta cantidad supone el 3,5% del total de la ayuda oficial al desarrollo (AOD), muy lejos de la media de los países del Comité de Ayuda al Desarrollo de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE), un 10,5%, y del histórico comprimiso de destinar el 10% a este propósito. De ahí que las organizaciones responsables del estudio consideren insuficiente el aumento.

Según las últimas cifras de la OCDE, publicadas en abril, España dedicó a la ayuda oficial al desarrollo 4.207 millones de euros en 2022, lo que representa un 0,3% de la Renta Nacional Bruta (RNB). Y lo presupuestado para este 2023 (4.400 millones) asciende al 0,34% de la RNB, “el nivel más alto en una década”, señalan fuentes de la Aecid. El punto más alto se alcanzó en 2010, con el Gobierno de Zapatero (0,46%) y el más bajo en 2015-16 con Rajoy (0,15%). Cuando Sánchez llegó a La Moncloa estaba en el 0,19%. La subida desde entonces está todavía lejos del compromiso del Ejecutivo de alcanzar el 0,5% para el final de la legislatura y todavía más lejos del 0,7% recogido en la nueva Ley de Cooperación.

Además, un total de 850 millones (20,2%) de los fondos de 2022 fueron dedicados a asistir a los refugiados dentro de las propias fronteras, según la OCDE. Es, según la institución, la principal causa del crecimiento de la partida que el Gobierno de Sánchez destinó a la ayuda exterior. El Ejecutivo ha consolidado esta tendencia en los Presupuestos Generales de 2023, con una inversión de algo más de 900 millones de euros para atender a los refugiados en España.

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