El teatro de denuncia de Eddy Laverde: “Me genera rabia y tristeza que otros hayan decidido mi proyecto de vida”
La actriz y fundadora del colectivo Abya-Yala en Bogotá define el arte como una herramienta de transformación social que, en su caso, le sirve para denunciar el asesinato de su hermano y su propio exilio en España
De la mano de su hermano Mario, recorre el pequeño escenario de paredes blancas y suelo enmaderado, enseñándole cómo es su nueva vida en España, sin su familia, compañeros de estudios ni vecindario; en un mundo lejos de la comunidad en la que había crecido. Evoca Colombia con danzas y cantos ancestrales, mientras envuelve en una sábana blanca el cuerpo de tela que revive por unos instantes la memoria de Mario. La actriz que protagoniza este monólogo es la colombiana Eddy Laverde, lideresa social y fundadora de Abya-Yala, un colectivo artístico y cultural que trabaja en Bogotá. Desde hace más de un año, vive exiliada en España tras recibir amenazas al indagar sobre el asesinato de su hermano Mario, a quien rememora en el teatro y cuya muerte investigan las autoridades colombianas.
La obra, que Laverde ha presentado en distintos centros cívicos catalanes —el próximo fin de semana actuará en la sala barcelonesa Periferia Cimarronas— es un monólogo que sitúa en la provincia de Barcelona, el lugar en el que se refugió la actriz tras verse forzada a huir de su país. Con el nombre de Yuyay, la actriz enmarca la representación en dos conceptos: memoria y renacer. Memoria de su hermano, de los procesos sociales en Colombia y de la cultura ancestral. Renacer de la nueva vida en el exilio y de cómo echar raíces en un contexto tan diferente al suyo. “El arte en general y el teatro son herramientas que sostienen la identidad y que ayudan a realizar procesos tan dolorosos como el duelo. Porque el teatro entra en el corazón, en la piel… Es un espacio sanador, pero también de denuncia, un espacio político”, destaca la actriz.
Lo encontraron en un hospital alejado de la escena de la agresión, como persona no identificada, con el cráneo y el pecho reventados, pero vivo
Laverde, junto a dos compañeras, fundó el Colectivo Abya-Yala en 2011, una casa artística y cultural para niñas, niños y jóvenes del barrio Las Cruces, una zona estigmatizada de Bogotá con un alto riesgo de pobreza, a pesar de estar ubicada a pocas calles de la plaza Bolívar y el Palacio Presidencial. Su interés por la defensa de los derechos humanos comenzó cuando apenas tenía 11 años, consciente, pese a su juventud, de las necesidades de las personas de su barrio. Miembro de una familia numerosa en la que adquirió el papel de segunda madre para los más pequeños, entre ellos Mario, nunca dejó de lado los estudios: es licenciada en Artes, técnica profesional de danza contemporánea y tiene un máster en educación y desarrollo social y comunitario.
“Abya-Yala es la posibilidad de que otros niños y niñas puedan, como yo pude, salir de un contexto sin oportunidades de vida”, explica la actriz, que define el colectivo que tuvo que dejar atrás en Bogotá como una apuesta social, política y artística para que los más pequeños tengan un lugar donde crecer sin prejuicios. “No hay códigos de exclusión. Vivimos la vida, entendiéndola, analizándola y sabiendo que no hay certezas. Y lo hacemos de la mano de la lectura, transmitiendo la pasión por los libros”, añade en presente, porque desde la distancia sigue dando apoyo al colectivo. También con la danza, el teatro, la música, las artes plásticas… O desde la comida —reuniéndose alrededor de una olla de sancocho (caldo típico de Colombia)— y la memoria, rescatando los conocimientos y las historias de las personas mayores. “El arte tiene muchos caminos y uno de ellos es lograr una transformación social a través del encuentro”.
Una desaparición y un exilio forzado
La historia de la desaparición de su hermano se remonta al 6 de abril de 2021. Mario era un joven de 24 años, estudiante de Arquitectura e integrante de Abya-Yala. Esa noche salió para visitar a una hermana al sur de la capital. El joven perdió el último autobús al comenzar un toque de queda nocturno impuesto tras la pandemia de covid-19, así que tuvo que regresar a casa a pie. Pero nunca llegó. Se paró a descansar en un banco en el centro de la ciudad y un grupo de hombres armados se acercó y le dio una paliza. Así lo supieron días después, cuando pudieron ser revisadas las cámaras de seguridad de la zona. En cuanto a la identidad de los agresores, Laverde prefiere no desvelarla por cuestiones de seguridad propias y de su familia en Bogotá. El caso se encuentra todavía en fase de investigación.
Fueron días de mucho pánico, de mucho descontrol y del dolor profundo por haber perdido a Mario
Aquella noche, al no encontrar a Mario, la lideresa y sus hermanas denunciaron la desaparición y activaron el protocolo para su búsqueda. Lo encontraron en un hospital alejado de la escena de la agresión, como persona no identificada, con el cráneo y el pecho reventados, pero vivo. Y unos días más tarde, cuando ya había despertado, el hospital llamó a la actriz para notificarle el fallecimiento. “Los médicos no supieron darme una razón de lo que había pasado. Estábamos esperando su recuperación para saber qué había ocurrido”. Del hospital la derivaron a Medicina Legal, para recuperar el cuerpo, y de ahí a la Fiscalía. “Me decían que no podían dármelo porque había sido un homicidio. Finalmente, me lo entregaron en un cajón”.
Pero la historia no acabó ahí. Tras poner la denuncia de lo ocurrido, la actriz comenzó a recibir amenazas: llamadas de personas desconocidas que preguntaban por su dirección, seguimientos, mensajes de texto invitándola a desaparecer si seguía con la investigación del caso… Y no solo a ella, sino a toda su familia y a los jóvenes del colectivo Abya-Yala. Por ello, tuvieron que cerrar la casa cultural y continuar con el proyecto sin una sede física. Laverde probó a salir de la ciudad, pero allí donde iba, las amenazas continuaban. Y en tres días tuvo que dejarlo todo. “Me genera rabia y tristeza que otros hayan decidido mi proyecto de vida y el de mis compañeras. Fueron días de mucho pánico, de mucho descontrol y del dolor profundo por haber perdido a Mario”.
El teatro es un espacio sanador, pero también de denuncia, un espacio político
Ahora, más de un año después y desde Barcelona, se define a ella misma como una mujer lideresa que durante muchos años se puso los zapatos de las víctimas sin ser una de ellas, hasta el momento en el que asesinaron a su hermano. Habla sobre los primeros meses, que fueron especialmente duros. “No me levantaba de la depresión. No aceptaba vivir aquí, en un mundo tan diferente al mío, tan individualista”. Pero, poco a poco, logró encontrar espacios donde unirse a otras personas y construir comunidad en su nueva ciudad. Desde dar clases de teatro a otras mujeres migrantes latinoamericanas, hasta crear Abya-Yala en Cataluña. Ha llevado su monólogo a ciudades como Sevilla o Jerez, y ha construido otras piezas de manera colectiva. Tampoco ha dejado de lado la academia, ya que consiguió entrar a un máster de estudios teatrales con una beca de la Fundación Autónoma Solidaria.
Y sigue teniendo la mitad de su alma en Colombia, donde colabora, pese a la distancia, con el colectivo que fundó, donde todavía resisten 40 personas —antes del cierre de la sede eran 80—. “Desde el exilio le sigo apostando a Abya-Yala, porque es mi proyecto de vida”. Porque para Eddy Laverde la vida no tiene sentido sin el arte.
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