De Kabul a Kiev y Varsovia: el viaje de una estudiante afgana para vivir en paz
La joven Halima fue evacuada de Afganistán solo hace seis meses y aterrizó en Ucrania. Con el estallido de una nueva guerra, volvió a huir. Ahora, en Polonia, está a la espera de un visado de estudiante para Estados Unidos
A Halima (nombre supuesto), algunas calles de Varsovia, la capital polaca, le recuerdan la última ciudad que abandonó en un desesperado viaje: Kiev. “Ya la echo de menos. La gente me acogió muy bien y enseguida hice nuevos amigos allí”, cuenta sentada en un café de Varsovia.
La joven, licenciada por la Universidad Americana de Afganistán, fue evacuada del aeropuerto de Kabul el pasado agosto, pocos días después de que los talibanes tomaran la principal urbe del país. Pero por segunda vez en pocos meses se vio obligada a huir. “No podía creer que estuviera volviendo a pasar. Ucrania era un lugar seguro para mí y un buen sitio para estar hasta seguir mi camino”. Desde entonces está a la espera de un visado de estudiante para instalarse en Estados Unidos, donde le han concedido una beca completa en una universidad de Nueva Jersey para cursar un máster como ingeniera de software y analista de datos.
Según los últimos cálculos de la Agencia de la ONU para los refugiados (Acnur), tras la invasión militar rusa a gran escala, del 24 de febrero, más de tres millones y medio de ucranios han huido del país y dos millones se han convertido en desplazados internos. Se trata de la crisis de desplazados más rápida desde el final de la Segunda Guerra Mundial. Miles de estudiantes internacionales se vieron obligados a abandonar sus universidades y dirigirse a la frontera. Pero no todos fueron acogidos inmediatamente por las autoridades polacas y tuvieron que se enfrentaron a la discriminación y las agresiones por parte de los nacionalistas del país.
Halima fue una de las pocas afortunadas que logró contactar, a través de Facebook, con un grupo de voluntarios polacos que fueron a recogerla a Leópolis, la mayor ciudad ucrania cerca de la frontera con Polonia. “Iba con una mujer ucrania y dos niños. Estábamos aterrorizados. Salimos el 26 de febrero y cruzamos la frontera el día 28. Tuvimos que esperar mucho porque había una cola muy larga. Pero cuando llegué a Polonia, el voluntario me presentó a su familia. Conocí a su mujer y a sus hijos y me quedé tres días en su casa antes de venir a Varsovia. Volví a sentirme a salvo otra vez”. Ahora la ha albergado una profesora de Inglés de la Universidad de Varsovia. “Me ha dicho que puedo quedarme todo el tiempo que necesite”.
Halima nació en Teherán, capital iraní, en 1999 como refugiada. En 2006 su familia regresó a la ciudad de Herat, la tercera más grande de Afganistán, situada al oeste del país. Allí, la joven completó sus estudios y pidió una beca en Kabul. “Fue la mejor época de mi vida. Estudiaba en una de las universidades más prestigiosas, conocí a mucha gente e hice muchos amigos de diferentes ciudades y orígenes sociales”.
En una videollamada con su hermana menor, que está en Herat, la joven intenta animarla y darle esperanza. Todavía le estremece pensar que hace solo tres semanas llamó a su familia desde Ucrania. Cuando le concedieron una beca para la Universidad Americana de Kabul, su hermana aún iba al colegio y tenía la esperanza de seguir los pasos de la mayor, pero nunca ha salido de Herat. “Mi hermana está deprimida. Por teléfono, llora, y yo intento consolarla”, cuenta la joven de sus noches de conexión telefónica. “Tiene 18 años, terminó el bachillerato el año pasado y estaba haciendo planes para la facultad. Ahora, con los talibanes, no tiene ninguna esperanza de empezar la universidad. Para las mujeres es difícil encontrar oportunidades y viajar. Están sometidas a mucha presión”.
Hace solamente cuatro años, Halima, que pertenece a los hazara, una minoría perseguida desde hace décadas en Afganistán que ahora vive atemorizada bajo el régimen talibán, se fue sola a Kabul. “Mi hermana ya no tiene las oportunidades que tuve yo. Me esfuerzo por ayudar para que puedan recibir educación. Me duele mucho haberlos dejado allí, tengo que encontrar la manera de sacarlos. Tengo tres hermanos y dos hermanas; la más pequeña, de nueve años. No sé qué va a ser de ellos, y yo sigo aquí luchando por mí misma, una guerra detrás de otra”.
Como sabe la joven por la experiencia de su propia familia, cada vez es más caro y difícil para los afganos conseguir un pasaporte y marcharse a otros países, como Pakistán, que todavía se considera una vía de salida si se obtiene un visado. “Es muy complicado y también es ridícula la manera en que el mundo nos trata después de todo lo que hemos pasado”.
Pero Halima no quiere rendirse ante los tiempos difíciles de su país y el destino de su familia. “Mi historia no es solo una historia de emigración. Soy algo más que una refugiada. Mi asignatura favorita en la universidad era Estadística y Ciencia de Datos. Antes trabajaba en una empresa como analista de datos para entender la toma de decisiones basada en datos en el terreno de la ayuda humanitaria. Mi objetivo es acabar mis estudios y volver a mi país”.
Mis compañeros de clase y yo tenemos las mismas intenciones: no vamos a rendirnos
La mayoría de sus colegas de la Universidad de Kabul están dispersos por Europa y el mundo, pero ella afirma con orgullo que su generación es diferente de la anterior. “Mis compañeros de clase y yo tenemos las mismas intenciones: no vamos a rendirnos. Después de todo lo conseguido, vamos a esforzarnos por reconstruir nuestro país, Afganistán”.
En la galería de fotos de su teléfono encuentra imágenes de sus amigos y bonitos recuerdos de Kabul y Kiev. En Varsovia, fue a un restaurante persa con un amigo afgano para saborear un poco de su hogar, pero, al mismo tiempo, también está intranquila por la situación actual en Ucrania. “Me preocupan mucho mis amigos ucranios. Cada día compruebo cómo están para asegurarme de que siguen a salvo. Al mismo tiempo, converso por móvil con mis conocidos afganos que están en distintos países. Lo único que puedo hacer es cuidar de mi salud mental, mantener el ánimo de mis hermanos y darles esperanza”.
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