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Educación para los rohingya y una escuela reciclada en Costa de Marfil con una donación a la carta

No hay una sola forma de ser solidario: nuevas iniciativas permiten que cada persona pueda decidir a qué dedica su dinero, en tres, seis o doce meses y darse de baja cuando quiera. Así funciona ‘Unidos Por’

Usher, junto a otros compañeros de clase, estudian en su escuela de Guinea-Bissau.Vídeo: UNICEF / Pirozzi

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Shahed tiene 12 años y llegó en 2017 a Cox´s Bazar (Bangladés), el mayor campo de refugiados de mundo. Huía de una muerte segura, de un exterminio contra los rohingya en Myanmar. 700.000 personas de este grupo étnico han tenido que escapar de allí y más de la mitad de los desplazados eran niños. Unicef estima que 36 millones de menores de edad, la mayor cifra hasta la fecha, viven desplazados debido a los conflictos, la violencia y los desastres. Ahora, junto a otros adolescentes, estudia energía solar y electrónica básica, una formación que les supone una herramienta útil para su futuro.

La educación, al igual que en la crisis de los rohingya, los refugiados y migrantes y el cambio climático son las cuatro causas por las que apuesta Unidos Por, una iniciativa solidaria en la que cada persona puede decidir a qué dedica su dinero, en tres, seis o doce meses y darse de baja cuando quiera. Shahed es uno de sus rostros visibles.

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“De esta manera lo que se pretende es acercarnos a la ciudadanía y a su punto de vista y adaptarnos a lo que ellos nos demandan, y es que tenemos que ser conscientes de que colaborar un tiempo concreto, con una cantidad menor a una causa en concreto, también significa ayudar”, asegura Neus Gonzalbo, responsable de la campaña.

La guerra en Yemen y Siria, el éxodo de millones en Venezuela, la hambruna en el Sahel Central... Son muchas las emergencias humanitarias que se producen al mismo tiempo en el mundo y que están enquistadas en el tiempo. Y a los conflictos y crisis que ya vivía el planeta se le ha sumado una sanitaria sin precedentes como es la pandemia por la covid-19. La organización en defensa de la infancia nunca había solicitado tanta ayuda: 5.300 millones para 2021, una cifra que supera la del año pasado, que ya era la mayor de su historia.

Pero hay crisis que parece perpetuarse en el tiempo. En África, 32 millones de niños no van a la escuela primaria. Usher Shanca vive en Ponto Novo, una aldea en Guinea-Bissau. Tiene siete años y hasta los cinco no pudo caminar. Nació con una discapacidad que a su familia le hizo pensar que nunca podría ir al colegio y valerse por sí mismo. Es otro protagonista detrás de las Escuelas Amigas de la Infancia y de la campaña Unidos Por.

Además de la educación, la salud y el cambio climático están en el eje central de la iniciativa solidaria. En Costa de Marfil, el 60% de los casos de malaria, diarrea y neumonía en los niños están relacionados con el mal manejo de las basuras. Estas contaminan el entorno, el agua, el aire… Solo el 5% de los desechos plásticos se recicla, convirtiendo los basureros en un peligro tanto para el presente como el futuro del país.

Para atajarlo, la empresa colombiana Conceptos Plásticos y Unicef están construyendo en Costa de Marfil escuelas hechas con plástico reciclado. El primer proyecto piloto es en Toumodi-Sakassou, una ciudad en el centro del país. Los ladrillos, que se realizan por entero con plástico de los vertederos, permiten construir las estructuras rápidamente. Con ello se consigue que la escuela sea 30% más barata que las tradicionales, y que aísle mejor la temperatura y tenga una vida útil mucho más larga. Con estos ladrillos reciclados se construyen también baños y los colegios cuentan con placas solares que las dotan de electricidad.

Una maestra y sus alumnos en una clase que fue construido con ladrillos de plástico reciclado.
Una maestra y sus alumnos en una clase que fue construido con ladrillos de plástico reciclado.Frank Dejongh (Unicef)

Pero el proyecto, que está apoyado con las donaciones que se recauden a través de Unidos Por, va mucho más allá. Muchas familias viven de recuperar desechos en los vertederos y ahora muchas de ellas pueden acceder a un sueldo consiguiendo plástico para reciclar. Eso ha llevado a crear una cooperativa de mujeres y una planta de reciclaje, lo que ha generado más puestos de trabajo.

La escuela de Toumodi-Sakassou es el comienzo además de un proyecto que se pretende llevar a otros países del continente africano con el fin de cuidar del planeta y formar a una nueva generación concienciada en cuidarlo.

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