Alicia Keys o la hipocresía de las ricas interseccionales
Qué decepción me he llevado al descubrir que una cantante tan poderosa, que creía feminista, se haya prestado a blanquear la dictadura misógina saudí


Se diría que hay algo en la acumulación ingente de dinero que conlleva cierto grado de psicopatía. No hay que ser asesino en serie para entrar en tal categoría, según los psicólogos es cualquiera incapaz de ponerse en el lugar del que sufre, de conmoverse por el dolor de los demás. No sé si los ricos muy ricos nacieron así o si este sistema en el que se venera la capacidad monstruosa de inflar las propias cuentas fomenta este rasgo tan dañino. Escribo esto después de haber visto el documental Arabia Saudí: el reino al descubierto. En él se denuncian los múltiples abusos y vulneración de derechos que sufren quienes viven bajo el régimen de Mohamed Bin Salmán, ese príncipe supuestamente moderno agasajado y admirado por Donald Trump y a cuya vera se sientan tantos adinerados miopes ante la realidad sobre la que flotan sus millones. Vemos las terribles condiciones de esclavitud en las que viven los trabajadores inmigrantes en el país, entre ellos muchas empleadas del hogar, la violencia con la que se reprime cualquier manifestación u oposición y el encarcelamiento de mujeres en lo que es un auténtico Estado policial. Ojalá Rafa Nadal, que en su día dijo que en la petrodictadura no veía más que cosas buenas, le eche un vistazo al documental y se dé cuenta de lo terrible que es el país con el que trata.
Una de las voces del documental es la de una joven que tiene a su hermana en prisión y no consigue contactar con ella, no sabe en qué condiciones vive. ¿Su delito? Haber subido a redes sociales vídeos en los que defiende su derecho a ir vestida como quiera. Lo más sorprendente del caso es que alguna de las grabaciones que les han traído tantos problemas a ambas hermanas las hicieron en un concierto de celebración del día de la mujer en el que participó Alicia Keys. Qué decepción me he llevado al descubrir que una cantante tan poderosa, que creía feminista, se haya prestado a blanquear esa dictadura misógina. “Me inspira enormemente conectar de forma significativa con las mujeres increíbles que están allí para hablar sobre las narrativas culturales, creativas e innovadoras...”, dijo para justificar su contribución a la opresión de las saudíes, un lenguaje vacío que parece igualitario pero no es más que cacofonía queda bien. Keys es solo una muestra de la genuflexión de estrellas deportivas, artistas, empresarios y gobiernos ante Bin Salmán pero su caso es más grave porque es mujer, no blanca, “racializada”, interseccional y todo ese blablablá inútil.
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