Abrir una librería hoy: entre la nostalgia y la revolución
La aparición de locales culturales en plena era digital es bienvenida, celebremos estas iniciativas


“¡Hola! Esta soy yo firmando el contrato de alquiler para abrir una librería”. Así presentó Lola Consuegra su nuevo proyecto en Instagram, la red social donde hace cinco años abrió un perfil en el que reseñaba los libros que caían en sus manos. Era una tarea que comenzó después de estudiar Derecho y tras embarcarse en la preparación de una oposición al Cuerpo Jurídico Militar, o sea, en el poco tiempo libre que le dejaba el estudio. Así estuvo hasta el 16 de mayo de este año. Ese día, a un mes del examen, lo dejó todo. Lola habló con su preparadora y con su familia y les dijo que abandonaba la oposición: quería ser librera. “Lejos de sentirme frustrada, triste o angustiada, estaba muy ilusionada porque tenía el proyecto”, confiesa en su publicación. “Tomé la decisión de lanzarme a bordo de mis grandes sueños: abrir mi propia librería con espacio cultural. Concretamente, la primera independiente con este concepto en pleno corazón de Murcia”, concluye.
Entonces, a escasos metros de la catedral, nació El Faro de Lola, una librería independiente que atrae las miradas de todo el que pasa por sus grandes ventanales gracias a su oferta literaria y a las numerosas actividades culturales que organiza desde su apertura el pasado 8 de septiembre. Como Lola, Judit Pino se encontraba en una crisis vital cuando se le presentó la oportunidad de hacerse cargo de la librería Semuret de Zamora, que recientemente ha cumplido 125 años. “Acababa de volver a Zamora después de unos nueve años fuera. Estaba entre irme a Australia y hacer oposiciones, planteándome así la vida, y surgió la oportunidad de coger Semuret. Al final, la vida tenía algo mucho mejor para mí, que era este espacio”, contó hace unas semanas al medio digital Enfoque Zamora.
No son las únicas que en los últimos años apuestan por abrir librerías. Este mismo jueves, en Madrid se inauguraba Verbena, regentada por cuatro amigos trabajadores de la cultura que han decidido emprender a pesar de las miradas raras y las advertencias de su círculo: “Dos son las afirmaciones más habituales: ‘Sois muy valientes’ y ‘habéis perdido la cabeza del todo’. Pero nos gusta más vernos como cuatro amigxs transitando nuestra particular revuelta de los 40. Sumamos más años que canas trabajando con libros y cultura y, claro está, nos encanta vivir los libros”, escribieron en su perfil de Instagram el pasado 11 de octubre.
También esta semana, el lunes, la influencer Ariane Hoyos anunció que próximamente abrirá la suya en Madrid: “Esta librería esconde un gran secreto. Y es... que es mía”, soltó en un vídeo en el que enseñaba el proceso de reforma del local. Hoyos cuenta con casi medio millón de seguidores en Instagram en su perfil principal y cerca de 22.000 en una segunda cuenta, @aquinohayquienlea, donde junto a su amigo Beñat Azurmendi comparten guías de lectura de libros, películas basadas en novelas y organizan un club de lectura.
Resulta llamativo que las librerías con espacios culturales estén en auge en un tiempo en el que todo parece encaminarse a lo exclusivamente digital, en el que la inmediatez de comprar un libro online o la comodidad de recibir el paquete en casa prima para muchos. Quizá estemos ante una revolución cultural contra el algoritmo: ante la frialdad del clic, la reivindicación del trato personal y cercano de los libreros y sus recomendaciones. O quizá se trate solo de una moda nostálgica. Sea lo que sea, que haya más librerías podrá servir para mejorar los índices de lectura que, según el último barómetro de hábitos de lectura y compra de libros, mejoran respecto a años anteriores: en 2024, el 65,5% de la ciudadanía leyó por ocio, más de la mitad de la población (51,2%) lo hizo de manera frecuente y el canal de compra más habitual fue la librería tradicional, seguido por internet y las cadenas. Celebremos las nuevas librerías y a sus libreros; ojalá vengan más.
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