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Tribuna
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La restitución de la propiedad, clave para la paz en Gaza

Cumplir con el compromiso de reconstruir en beneficio de los gazatíes no será fácil, pero es indispensable

La paz sin justicia es frágil. Puede acallar las armas por un tiempo, pero deja intactas las raíces del conflicto. De Bosnia-Herzegovina y Kosovo hasta Colombia, Sudáfrica y otros lugares, la experiencia internacional demuestra que la paz duradera tras un conflicto solo ha sido posible cuando las personas desplazadas y refugiadas han podido recuperar lo que se les arrebató de forma arbitraria o ilegal: sus hogares, sus tierras y su dignidad.

Por eso, el derecho a la restitución de vivienda, tierra y propiedad —reconocido en los Principios de Pinheiro de Naciones Unidas de 2005— se ha consolidado como piedra angular de toda reconstrucción posbélica. Veinte años después de su aprobación, estos principios conservan plena vigencia y ofrecen un marco claro sobre el que construir una nueva Gaza, y una Palestina en paz.

En distintas partes del mundo, los gobiernos han creado programas de restitución para ayudar a las víctimas de la guerra y el desplazamiento a recuperar lo perdido, o a recibir una compensación justa cuando la restitución material era imposible. Restituir no solo devuelve la propiedad; también restaura la confianza en la justicia y renueva la fe en el futuro. Un proceso justo puede mitigar el riesgo de especulación inmobiliaria ligado a las ideas sobre una Riviera del Mediterráneo en la Franja.

Históricamente, Estados Unidos ha sido una voz firme en defensa del derecho a la restitución de las personas que han visto sus tierras y viviendas ocupadas o confiscadas ilegalmente. La firma del plan de paz para Gaza brinda, a pesar de las dificultades e inestabilidad recientes, una oportunidad para que este país, y todos los demás que apoyan el proceso, se comprometan con la restitución para los desplazados de la Franja. Más adelante, el compromiso debería abarcar un proceso más amplio de restitución en el marco de la solución de los dos Estados.

Cuando los autores del plan de paz para Gaza afirmaron que la Franja será “reconstruida en beneficio del pueblo de Gaza, que ya ha sufrido demasiado”, reconocieron una verdad esencial. Su promesa —que nadie será obligado a marcharse, que quienes se fueron podrán regresar libremente, y que todos tendrán la oportunidad de construir una Gaza mejor— solo podrá cumplirse mediante un proceso de restitución claro, justo y transparente.

Este compromiso es tan central que figura incluso antes (es el punto segundo del acuerdo) que otra medida esencial de restitución: la liberación de los rehenes capturados durante los ataques terroristas del 7 de octubre de 2023 (punto 4).

Cumplir con el compromiso de reconstruir en beneficio de los gazatíes no será fácil, pero es indispensable. La historia de Gaza —y la compleja evolución legal de sus tierras bajo administraciones otomanas, británicas, egipcias, israelíes y palestinas— ha dejado un entramado de derechos y reclamaciones de propiedad difíciles de desenredar. 1,6 de los 2,1 millones de gazatíes son refugiados bajo el mandato de la UNRWA, muchos con derechos de restitución fuera de Gaza sin resolver. Décadas de conflicto, la destrucción de registros y la falta de catastros formales han agravado esta situación.

Sin embargo, el principio de fondo es simple: toda persona desplazada tiene derecho a regresar a su hogar y recuperar lo que le pertenece. Un proceso masivo de restitución dentro de Gaza puede sentar las bases de la estabilidad. Los mismos principios podrían quizás inspirar un proceso más amplio que abarque tanto Israel como Palestina, ofreciendo una base sólida para una paz sostenible.

Por ello, la reconstrucción de Gaza debe incluir un mecanismo ad hoc, independiente e imparcial, encargado de determinar quién tiene derecho a recibir asistencia para la reconstrucción y la vivienda, establecer criterios transparentes de propiedad legítima y resolver casos complejos, como la ocupación secundaria de viviendas por otras familias desplazadas. Un proceso bien diseñado no solo reconstruirá viviendas, sino también la confianza. Los inevitables y múltiples conflictos sobre propiedad deberán resolverse mediante adjudicación, mediación, negociación facilitada y otros mecanismos de resolución de disputas.

Hay muchos modelos exitosos de restitución masiva que podrían inspirar el proceso. En Bosnia-Herzegovina, la Comisión de Reclamación de Propiedades restituyó 202.000 viviendas. De forma similar, en Kosovo, el Directorio de Vivienda y Propiedad resolvió unas 30.000 reclamaciones, que beneficiaron a más de 100.000 desplazados. Asimismo, numerosas víctimas judías del Holocausto y sus familias se beneficiaron de programas de restitución en Europa, décadas después de los crímenes originales. Esos mismos principios pueden —y deben— aplicarse a los palestinos de Gaza.

El derecho internacional es claro: la restitución y las reparaciones deben aplicarse a todas las víctimas de las violaciones de derechos humanos durante el conflicto. Esto incluye no solo a los gazatíes, sino también a las víctimas de los ataques de Hamás del 7 de octubre, quienes sufrieron violencia extrema y destrucción de comunidades. El derecho a las reparaciones —mediante compensación, reconocimiento y apoyo sostenido— forma parte del mismo compromiso con la justicia. La paz en Gaza no puede ser (ni parecer) unilateral. Así como los palestinos tienen derecho a recuperar sus hogares y tierras, las víctimas israelíes tienen derecho a una reparación por los crímenes del 7 de octubre dentro de un proceso de justicia restaurativa. Solo será posible vislumbrar una reconciliación cuando ambos pueblos perciban que la justicia se aplica de manera coherente y no selectiva. Construir un proceso de restitución equitativo para la vivienda, las tierras y otras propiedades ayudaría a resolver uno de los conflictos clave que ha impedido la paz.

Los israelíes conocen bien el poder transformador de la restitución, a una escala inmensamente trágica. Tras la Segunda Guerra Mundial, las reparaciones y la restitución de propiedades para los sobrevivientes del Holocausto fueron la base de la reconstrucción moral y material. Mediante leyes alemanas, tratados internacionales y acuerdos bilaterales —en particular, el Acuerdo de Reparaciones de 1952 entre Israel y Alemania Occidental— millones de personas recibieron reconocimiento y reparación. Estos procesos continuaron en la República Checa, la antigua Alemania Oriental, Polonia, Hungría y muchos otros países a partir de 1990. De hecho, la Organización Mundial para la Restitución Judía fue uno de los movimientos de restitución más exitosos de la historia moderna. Aquel esfuerzo reconoció que la paz es imposible sin confrontar el pasado y sin restaurar, en la medida de lo posible, lo que fue injustamente arrebatado. Ese mismo principio debe guiar los esfuerzos que ahora comienzan en Gaza. Un proceso justo y transparente, diseñado a medida, que garantice restitución y reparaciones para todas las víctimas de la guerra constituye el camino hacia una paz basada en la justicia y el reconocimiento mutuo.

En el futuro, la creación de un organismo internacional independiente de restitución, sustentado en el derecho humanitario y los derechos humanos, con el mandato de recibir y resolver todas las reclamaciones pendientes de personas, comunidades o empresas en Israel, Gaza, Cisjordania y los Altos del Golán, podría inaugurar una era de esperanza y estabilidad dentro de la solución de los dos Estados. Garantizar que toda persona desplazada pueda regresar a su hogar y recuperar sus posesiones (o recibir una compensación justa), y que cada víctima —israelí o palestina— reciba reconocimiento y reparación es parte fundamental de cualquier proceso de paz en un sistema democrático genuino.

Sin restitución, la paz será efímera. Con ella, la paz podrá perdurar.

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