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LA BRÚJULA EUROPEA
Columna
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Frente a los monstruos desatados

Nacionalismos y autoritarismos brutales rodean Europa y la desean frágil y dividida. La única respuesta posible es fuerza y unión solidaria

Donald Trump y Vladimir Putin, en el G20 de Osaka, en 2019.
Andrea Rizzi

El panorama que rodea Europa tiene rasgos que producen auténtica congoja. Las fuerzas armadas israelíes han reanudado su acción bélica en Gaza, una operación de una crueldad tal que cuesta hallar las palabras para definirla. Ojalá pronto lo haga la justicia internacional. Las fuerzas armadas rusas prosiguen su implacable y despiadada agresión contra Ucrania, una que ha causado millones de desplazados y refugiados. Mientras, Donald Trump, que alienta lo primero y permite lo segundo sin ejercer presión real sobre Putin, trata de desmontar a marchas forzadas la democracia estadounidense y hace lo que puede para debilitar a Europa. Aprovechando estas mayúsculas distracciones, en Turquía ha sido detenido el opositor más destacado de Erdogan. Los monstruos del nacionalismo y del autoritarismo están desatados.

Es evidente que la única posibilidad de respuesta eficaz de los europeos es una acción unida, una que configure un bloque solidario y sólido de resistencia ante posibles ataques de distinta índole, de presión en contra de abusos, de coagulación de voluntad de respuesta de otros países. Hay algunos esperanzadores intentos en ese sentido, pero también se observan viejas y nuevas grietas.

En el caso de Israel, permanece la división que impide hacer algo significativo juntos. La UE no podría parar la guerra de Netanyahu, pero sí podría hacer cosas relevantes, revisar sus relaciones políticas y comerciales con Israel, capitanear un movimiento que podría ampliarse y generar una presión, cuando no decisiva, al menos considerable. Pero no se logra porque muchos no están de acuerdo.

En el caso de la amenaza rusa, toca sortear el freno mayor de la Hungría de Orbán, cuyas posiciones parecen escritas en Moscú. Pero hay otros problemas en el Sur de Europa. Italia y España, tercera y cuarta economías de la UE, respectivamente, figuran en la cola en cuanto a gasto en Defensa. Y, por distintas razones, ambas no se perfilan como grandes fuerzas de construcción de una nueva seguridad europea. Meloni busca un imposible equilibrio entre un Trump que ha convertido a EE UU en un descarnado adversario de Europa y la UE; Sánchez busca un imposible equilibrio entre lo que entiende que hay que hacer y no romper en la plaza pública su coalición de Gobierno.

Ambos casos tienen un obvio denominador común: la lejanía geográfica de Rusia, que explica un menor sentido de urgencia. “Solo personas que viven en Europa occidental o en EE UU, lejos del Oso, dicen: ‘bueno, eso no va a pasar”, dijo recientemente el general Hodges, excomandante de las fuerzas estadounidenses en Europa, en referencia a la perspectiva de nuevos ataques de Rusia. Quienes viven cerca, en cambio, no tienen duda alguna. Basta escuchar lo que dice el Kremlin para saber que su objetivo declarado es reconstituir su esfera de influencia, una que va más allá de Ucrania.

España e Italia recibieron la solidaridad europea en forma de generosas ayudas en la crisis pandémica. En el caso de España, además, se trata de un país que ha sido receptor neto de la UE durante décadas. Ahora debe mostrar solidaridad con países más expuestos a una amenaza gravísima. Esa solidaridad pasa por contribuir a generar capacidades que, juntas, disuadan malas ideas. Se trata de disponer de medios y mostrar una clara voluntad política de unión inquebrantable.

Porque Trump, Putin, Netanyahu y otros coinciden en un objetivo: nos quieren divididos. Trump lo verbalizó: cree que la UE fue creada para fastidiar a EE UU. No es cierto. Pero es cierto que los europeos pueden defenderse mejor ante EE UU y ante cualquiera a través de la UE. Putin sueña con dividir a Occidente. Ya saborea la brecha atlántica. Y ahora anhela la intraeuropea. Si percibe debilidad y grietas, intentará exponerlas. Hace falta fuerza y unión. Para lo primero también se necesitan armas. Para lo segundo se necesita solidarizarse. Los monstruos están desatados.

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Sobre la firma

Andrea Rizzi
Corresponsal de asuntos globales de EL PAÍS y autor de una columna dedicada a cuestiones europeas que se publica los sábados. Anteriormente fue redactor jefe de Internacional y subdirector de Opinión del diario. Es licenciado en Derecho (La Sapienza, Roma) máster en Periodismo (UAM/EL PAÍS, Madrid) y en Derecho de la UE (IEE/ULB, Bruselas).
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