El 8M de las rotas: carta a las compañeras del futuro
Cómo te lo digo, hermana, qué consigna me invento que no hayamos agotado, cómo te llamo a salir, a luchar después de todo lo perdido, qué mundo queremos, cómo lo nombramos

Queridas compañeras, hermanas y hermanes del futuro, va para ustedes esta carta como una forma de estar cerca y hablar de lo que nos duele. El mundo que dejamos difícilmente puede empeorar. Qué contarles que ya no sepan del exterminio, de la gazificación de la vida, de esta trituradora que quiere a las nuestras rotas, perseguidas, deportadas, muertas. De las ganas de quemarlo todo. Un modelo de muerte siempre actualizado. Y, sin embargo, aquí estamos, nunca nos fuimos y no nos iremos. Nuestra diferencia ha sido siempre fortaleza. Sí, se suceden los apocalipsis, pero esta carta va de que no vamos a desaparecer.
Imaginar el futuro posible, imaginarlas a ustedes en una plaza, llenando las calles del mañana, quizá exija preguntarnos por un lenguaje. ¿Cómo te lo digo, hermana, qué consigna me invento que no hayamos agotado, cómo te llamo a salir, a luchar después de todo lo perdido, qué mundo queremos, cómo lo nombramos? “Yo ya no tengo paciencia para aguantar todo esto”, clamaba la voz rabiosa de Micaela Bastidas, que surca el tiempo y el espacio y llega hasta nosotras y a través de nosotras a ustedes. Vuelve la voz de Mamá Dolores Cacuango para decirnos que somos como la paja de páramo que se arranca y luego vuelve a crecer.
Ustedes, compañeras supervivientes de los feminismos de abajo, de los feminismos migrantes y de los populares: ponemos en sus manos lo que queda del fuego con el que intentamos hacer arder el orden colonial, sobre sus cabezas la luz de nuestra furia y en las bocas un puñado de palabras de Pedro Lemebel, Jota Mombaça, Tránsito Amaguaña, Tsitsi Dangarembga, Oyèrónké Oyewùmí, Fatima El-Tayeb. Porque para andar hacia adelante hay que deletrear la memoria.
Un día nosotras seremos el pasado, pero no olvidamos que resistimos porque otras nos enseñaron a hacerlo, las migrantes disidentes que nos precedieron: las que se organizaron tras la tragedia de Lorca, ocuparon iglesias y exigieron un proceso de regularización extraordinaria en 2001. Para que hoy, año 2025, el Congreso de España bloquee la ILP Regularización ya. Venimos de aquellas que fueron la fuerza de trabajo que sostuvo la economía de este país y la de los nuestros, de las que llevan años trabajando en los campos, en condiciones esclavistas, de aquellas que fueron asesinadas por la xenofobia y el racismo de la sociedad española. Este 8 de marzo, que lo sepan, las feministas migrantes las recordaremos a todas ellas, a las vivas y a las muertas. Y a Lucrecia Pérez, quien nunca formó parte de la memoria feminista de este país, pero sí de la nuestra, la honramos en nuestro panteón de ancestras, de abuelas y madres antifascistas.
Sirva también esta carta para recordar las multitudinarias manifestaciones de ese 8M de 2018, nacidas en la herida del caso de La Manada. Y para no olvidar que todos estos años peleando por ampliar el sujeto del feminismo no han sido suficientes para terminar con nuestra condición de subalternas dentro del feminismo blanco-hegemónico. Y que no olvidamos que no salieron por las temporeras y tampoco salen por las gitanas. Por primera vez, el lema de la manifestación de este año en Madrid acoge y reconoce nuestras luchas antirracistas. Sin embargo, continuamos siendo consideradas un anexo al feminismo civilizatorio. Gran parte de nuestras afectividades, deseos y cosmovisiones son reducidos al mero folclore, cuando no son despreciados o atacados por un feminismo que dice salvarnos a golpe de sus valores morales. Y mientras mira para otro lado cuando se habla de fronteras, quiere prohibir a las niñas musulmanas el uso hiyab. En un 8M por venir, caerán los muros de la casa del amo y la patrona.
Amigas que recién llegan, aprendan de nuestras cagadas. No nos quedemos hablando entre nosotras las convencidas. En la próxima huelga no dejemos atrás a las que no pueden parar porque no comen. Queremos creer que la próxima vez no vamos a partirnos. Nos podrán oprimir por cosas distintas, pero a todas nos deben vacaciones. Paga extra y días libres. Nuestro sueño más húmedo como trabajadoras es disfrutar de años de descanso y relajación. Porque en la enésima fase del capitalismo nos quisieron explotadas y tristes, pero, como dicen las Mujeres Creando, nuestra venganza es ser felices.
Hoy, futures compañeres por nacer, nombramos el mundo desde las grietas. Por los asesinados de Melilla, por los cuerpos extenuados de quienes limpian la mierda del mundo; nombramos el imperio, la policía, el genocidio en Palestina y en los bosques de los sures. Nombramos la violación y el expolio. Nombramos el mundo desde las lágrimas de las hermanas mapuche, que hoy ven sus territorios arrasados, reducidos a cenizas, por la sed insaciable del capitalismo caníbal, pero también desde sus sonrisas. Lo hacemos al lado de los cuerpos de las kollas, aymaras, humahuaqueñas, cuyos mundos huelen a litio y minerales que desea Occidente. Procesos extractivistas y colonicidas contemporáneos que vemos reproducirse en las zonas de sacrificio de Abya Yala. Por eso, nombramos y maldecimos con furia, con nuestra ira sudaka, un mundo-latrocinio en el que se nos ha robado todo.
Queremos dejarles también por herencia la sospecha, un método para olisquear como perras los peligros. Feministas del futuro, desconfíen incluso del feminismo. Cuando vengan con recetas universales, desconfíen. Cuando vengan hablando de libertad, desconfíen. Cuando vengan a decretar qué se lee y qué no, desconfíen. Cuando escuchen decir solo dos géneros, como suelen suscribir los mal bronceados tipos que gobiernan imperios, desconfíen. Porque el proyecto colonial es también corporal. Porque nuestros cuerpos reclaman su alita rota para poder volar. Confíen, eso sí, querides, en revolver los archivos de la historia oficial, todo lo que se lee fuera de los libros y la academia: los cantos populares, los volcanes, el fantasma del abuelo, el viento sabio entre las yungas.
Compañeras que vendrán, nos gustaría heredarles la fuerza para seguir nombrándonos y denunciando este horizonte poblado de vidas rotas, en el que las fronteras se multiplican y se hacen cada día más infranqueables, en el que la tierra, el desierto, los mares y montañas se convierten en lugares de saqueo, espacios de muerte para miles de vidas invisibilizadas. En el que nuestros movimientos son higienizados y fagocitados en nombre de la inclusión. Mundo-posfascista, en el que los (y las) señoros blancos se pavonean y exhiben su crueldad extrema, su obscena superioridad de resort.
Pero no se equivoquen, no escribimos solo para hablarles del dolor y de cómo politizarlo. Esta carta también es para convocar la ardiente alegría dentro de nosotres, para contar, pero, sobre todo, para cantar las heridas y contradicciones. Crear herramientas para el presente y alumbrar el futuro. Despertar la desobediencia y el deseo de utopías que nos calientan tanto como el sexo o el amor. Y aunque ya lo saben, machaquemos: no hay feminismos del futuro sin cumbia, sin salsa, sin bachata, sin perreo amoroso, sin parcería, sin reinitas latinas haciendo de las suyas. En la pista de baile ya se menean la Pedro y la Roberta, la Gloria y la Giuseppe, la Camila y la Gadyola, nuestras santas divas travestis, los cuerpos y las almas, en esta fanfarria cuir que no nos va a dejar solas. Escribimos por feminismos que sean las casas de todes. Por más entramados y fiestas históricas.
Hermanas, nos veremos, estamos seguras, en ese mundo-otro que soñamos para nuestras wawas. Mientras tanto, salgamos con alegría a las calles; como dice Georgina Orellano “no le debemos nada a ningún ministerio”, salgamos contra el patriarcado criminal, contra el feminismo blanco, burgués, racista, colonial, putófobo y transfóbico, que también nos ha quebrado. Y al tiempo que nombramos la miseria y la desigualdad que nos rodea, abracemos a las rotas y los rotos en un gesto de ternura y solidaridad internacionalista, de resistencia política ancestral, de potencia subversiva trans-feminista, marrón, negra, india, trava, capaz de revolucionar el mundo, abrir fronteras y devenir puentes. Allí nos vemos queridas, querides, queridos, para sembrar paja en los nuevos territorios de la esperanza.
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