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La nueva biografía de Pedro Lemebel: “Su papá y su mamá lo querían mucho. Había una estabilidad más allá de la pobreza”

Jovana Skármeta y Marcelo Simonetti, publican ‘Tu voz existe’, un libro que recorre la travesía íntima del escritor y activista homosexual chileno para convertirse en un referente de la literatura contestataria

Pedro Lemebel
El artista Pedro Lemebel durante una sesión, en mayo de 2011.Sebastian Tapia
Antonia Laborde

En su célebre manifiesto Hablo por mi diferencia, el escritor, artista visual y activista homosexual chileno Pedro Mardones Lemebel (Santiago, 1955-2015) afirma: “Mi hombría es aceptarme diferente”. En su recién publicada biografía Tu voz existe (Planeta), Jovana Skármeta, quien fue su representante literaria, y el periodista Marcelo Simonetti, relatan los episodios que dan cuenta cómo toda su historia se resume en esa frase. El rechazo de los chicos en el colegio, de sus empleadores de joven, y de sus pares del mundo literario de adulto, y su carácter único moldeado con el barro del Zanjón de la Aguada, el patio trasero de la capital, y el amor de su familia. Pero ahí, en esas “playas inmundas donde los niños corrían junto a los perros persiguiendo guarenes”, como describió su barrio un día, él y su hermano organizaban números de circo para los pequeños vecinos donde balanceaban con gracia a su gato Toto en una sábana convertida en columpio. Y a eso se aferró toda su vida. Nunca soltó el espectáculo, ni el humor, ni el Zanjón.

“Mucha gente habla de la adversidad que vivió. Como decía él ‘soy pobre, maricón, indígena’”, señala Skármeta, “pero tenía un papá y una mamá que lo querían mucho. Hay una estabilidad más allá de la pobreza. Además, tenía claro su talento”, añade sobre las herramientas de las tiró que el cronista y performer para hacerse un espacio en la escena cultural chilena, viniendo de un lugar del que era casi imposible ser escuchado esos años. Su diferencia, precisamente, empuja su constante búsqueda por sentirse parte de una comunidad. Quizá la primera que encontró, describe el libro publicado cuando se cumple una década desde su muerte, fue el Frente Patriótico Manuel Rodríguez (FPMR), un grupo guerrillero que tomó las armas durante la dictadura de Augusto Pinochet (1973-1990), donde colaboró como ayudista, trasladando paquetes y escondiendo materiales en diversas casas.

Para conocer más sobre su papel en la organización, los autores de la biografía dieron con Jaime Pinto, el exfrentista que inspiró al escritor para su personaje de Carlos, en la única novela del cronista, Tengo miedo torero (2001), aunque a diferencia de su obra, no hubo un romance. Pinto citó a Simonetti en una estación de metro y dio varias vueltas para llegar a su departamento. “Uno piensa que el trabajo de Pedro se limitó a cosas concretas, y en realidad había un compromiso bien grande, incluso emocional”, afirma el periodista. “Lemebel le dijo en un momento a Jaime: ‘gracias por hacerme pertenecer”, agrega Skármeta. También estrechó lazos con otros frentistas, como con Julio Guerra Olivares, asesinado en 1987 por agentes de la dictadura y que participó en el atentado fallido contra Pinochet en 1986.

La radio, el megáfono del escritor

En los barriales en los que creció Lemebel no había libros. El acceso a lo que estaba al otro lado de los márgenes lo escuchaba por la radio. Su educación cultural provino de los boleros, las rancheras, los tangos, relata la biografía. Logró estudiar Pedagogía en la Universidad de Chile y trabajó como profesor de Artes Plásticas. Después de unos despidos por su homosexualidad, vendría un periodo de cesantía, donde se alimentó de su escritura mordaz y radical. A finales de la dictadura, sin embargo, hizo ruido en la escena cultural por su trabajo artístico en el colectivo Las Yeguas del Apocalipsis junto a Francisco Casas.

Cuando muchas de sus crónicas y su primer libro compilatorio, La esquina es mi corazón, no encontraban el eco que más tarde recibirían, Lemebel llegó a la radio Tierra, una emisora feminista, para hacerlas circular con su voz en el programa Cancionero entre quienes eran más dificiles de llegar: las dueñas de casa, los presos, el pueblo al que tanto defendía con su pluma. “Pedro debe ser uno de los pocos escritores chilenos al que se le conoció más por su voz que por la palabra escrita”, apunta Simonetti. “Es paradojal que alguien que se crio en torno a la palabra oral, y que fue también la voz de los sin voz, haya terminado sus días a raíz de un cáncer que le atacó a las cuerdas vocales”, añade.

Lemebel era agudo en sus escritos y en su humor. Skármeta recuerda la rapidez para detectar el material gracioso de las escenas y personajes que los rodeaban. Rápido para el chiste, preocupado en la intimidad con los suyos, casi maternal, hábil en los más diversos entornos sociales, tuvo una serie de conflictos con los escritores de la entonces nueva narrativa chilena en los noventa.

“No recuerdo autores que hayan celebrado su obra. En alguna medida resentía un poco eso, no ser parte de la narrativa chilena. Siempre se le vio como una suerte de paria, ‘la loca’ que escribe crónica. Nunca fue el escritor, sino siempre alguien que estaba en los márgenes”, dice Simonetti. “Y creo que también había diferencias políticas que hacían que él no transara la relación quizá con los más importantes exponentes de ese entonces”, añade. De todas formas, apunta Skármeta, sí era parte del circuito. Estuvo en la editorial Planeta, llenaba el Centro Cultural Estación Mapocho, en la Feria del Libro de Santiago y las críticas de sus obras aparecían en El Mercurio, ejemplifica. Otro tema fue que sus pares “eran muy machistas y socialmente muy de elite, porque la literatura chilena ha sido así”.

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Sobre la firma

Antonia Laborde
Periodista en Chile desde 2022, antes estuvo cuatro años como corresponsal en la oficina de Washington. Ha trabajado en Telemundo (España), en el periódico económico Pulso (Chile) y en el medio online El Definido (Chile). Máster de Periodismo de EL PAÍS.
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