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‘Poco hombre’, de la mordaza al altavoz

Los textos del chileno Pedro Lemebel, artista multifacético y representante de la literatura ‘queer’ actual, funcionan como revulsivo para lograr el cambio social

Pedro Lemebel ‘Poco hombre’
El escritor y artista chileno Pedro Lemebel, en una imagen sin datar.Alamy Stock Photo

El escritor chileno Pedro Lemebel (1952-2015) es un nombre imprescindible de la cronística latinoamericana del siglo XX. La editorial barcelonesa Las Afueras, siempre pendiente de lo que se escribe en América Latina, nos trae esta antología de crónicas del autor chileno recogidas bajo el título de Poco hombre y seleccionadas por Ignacio Echevarría, quien desde su atrayente prólogo nos hace ver que estamos ante una escritura altamente oral. El propio Lemebel define su literatura como una “boca escrita”, un artificio barroquizante a través del cual el autor denuncia y saca a la luz los temas que él consideraba ausentes en el itinerario público chileno, todo ello conduciendo al lector por vericuetos estilísticos insospechados.

Si bien Lemebel también fue un destacado performer —desarrolló su trabajo artístico en el dúo Las Yeguas del Apocalipsis junto a Francisco Casas entre 1987 y 1993, aún bajo la dictadura de Pinochet—, él siempre se consideró ante todo un escritor, como declaró en varias entrevistas. Y además un escritor que escribía “con la bulla urbana”, algo que le granjeó el cariño de lectores y admiradores de todas las generaciones, que lo saludaban efusivamente por las calles al considerarlo uno de los suyos, pues siempre estuvo del lado de los marginados tanto por su situación socioeconómica como por su condición sexual. Recordemos que a Lemebel nunca le gustó la palabra “gay” como apelativo para los homosexuales, pues consideraba que el término “no se adapta con lo que es un homosexual pobre en Chile”, en sus propias palabras. En cambio, tenía gran querencia hacia el término “loca” y dedicó numerosas crónicas —e incluso su única novela, Tengo miedo torero— a articular esta figura con la que se sentía plenamente identificado.

No conviene dejarse llevar por la idea de que una literatura como la suya, que pone el foco en la pobreza, pueda implicar cierta austeridad retórica. Todo lo contrario: la escritura de Lemebel es un derroche. La hoja o pantalla en blanco es el espacio que el autor chileno mancha, embarra, pinta y raya con total libertad y sin comedimiento alguno. Lemebel no escribe para congraciarse con los lectores, y menos aún con los de lengua castellana, pues siente una profunda nostalgia por la época precolombina, en la que primaba la oralidad y en la que convivían las distintas lenguas de América, un tiempo de “voz mimetizada con el entorno, como un pájaro ventrílocuo que caligrafía su arrullo entre la foresta”, antes de que llegase la conquista y lo cambiase todo: “después vino la letra y con ella el alfabeto español que amordazó su canto”, como escribe en su crónica titulada ‘El abismo iletrado de unos sonidos’.

El milagro es que, aun desde esta perspectiva tan radical, Lemebel ha logrado hacer de su propia mordaza un altavoz sofisticado y eficaz que funciona a la perfección en su objetivo de acercar su escritura a los lectores. Quienes lo leemos caemos rendidos hacia esa artesanía verbal repujada y rebosante de plumaje, pues en sus crónicas paladeamos tanto su talento para la adjetivación (“arquitectura piñufla”, “teleaudiencia sonámbula y roticuaja”) como la creación libérrima de neologismos y su extrema sensibilidad para lo sonoro de la lengua (“Pero ese chsss no es silencio; para la lengua indígena quizás ese chsss tiene que ver con un dolor de muelas y la ‘s’ es el abanico que enfría la caries ardiente. A lo mejor, también ese chsss es la lluvia siseando sobre los techos de paja o el silbido de la serpiente cuando la pisan en celo”).

Destacan sus impresionantes artículos de carácter documental en los que retrata el día a día de los barrios más humildes

Lemebel es como un chef que, a pesar de detestar los ingredientes que emplea para sus inimitables recetas, cocina un gran banquete con ellos, aunque lo haga desde la rabia, sentimiento que ha sido un excelente combustible del motor de lo literario a lo largo de los siglos. No es de extrañar tampoco que su compatriota Bolaño considerase a Lemebel el mejor poeta de su generación, algo que se deja ver particularmente en estas crónicas, a menudo de solo tres o cuatro páginas que, por su condensación, no escatiman lirismo ni tampoco ternura. En esta antología encontramos también textos de tono más ensayístico, como ‘Biblia rosa y sin estrellas’, donde explora la relación entre rock y homosexualidad en Latinoamérica, o perfiles como el de Miria Contreras, secretaria y amante de Salvador Allende. En ocasiones aparecen también en este libro destellos del estilo y temática de Manuel Puig, con quien se le ha emparentado en muchas ocasiones, a juzgar por la cantidad de estudios que relacionan la novela El beso de la mujer araña, de Puig, con Tengo miedo torero, vinculándolas desde su propuesta melodramática no exenta de crítica social.

Pero en lo que Lemebel destaca con creces es en sus impresionantes textos de carácter documental en los que retrata el día a día de los barrios más humildes, con sus habitantes —que él convierte en personajes— de vidas arduas; textos que funcionan como revulsivo para lograr el cambio social, algo que él perseguía en todos los aspectos de su vida.

Así, independientemente de que hoy nos acerquemos a Lemebel como representante de la literatura queer actual, o como un artista multifacético que también escribe, parece claro que los textos del autor y artista chileno ya forman parte del canon de la literatura escrita desde América Latina.

Portada del libro 'Poco hombre', de Pedro Lemebel. EDITORIAL LAS AFUERAS

Poco hombre

 

Autor: Pedro Lemebel.


Editorial: Las Afueras, 2022.


Formato: tapa blanda (344 páginas. 22,95 euros) y e-book (11,39 euros).

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