_
_
_
_
COLUMNA
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las columnas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

Súbditos o cortesanos

La doctrina militar conocida como “conmoción y pavor” está haciendo que, de momento, Trump consiga lo que quiere

Súbditos o cortesanos. Máriam Martínez Bascuñán
Del Hambre
Máriam Martínez-Bascuñán

Las cosas suelen ser lo que parecen, y las visitas de los líderes de las dos potencias nucleares europeas a Washington se parecieron bastante a una genuflexión ante el nuevo monarca naranja de la tecnoligarquía global. Hay algo patético en la escena en la que Starmer le da a Trump una carta “realmente especial” del rey Carlos como “algo que no había sucedido antes”, un gesto “sin precedentes”, de rey a rey, político laborista mediante, proyectando las miserias de una expotencia imperial que transita malamente su decadencia frente al pobre Estados Unidos, que sobreactúa como constatación de su claro declive imperial. Y luego Macron, siempre Macron, el mismo que preparó el besamanos de Notre Dame antes incluso de que Trump tomara posesión. Allá va a hacer las Américas en lugar de acudir con otros líderes europeos y una posición unificada para negociar. Bonito favor a Trump, a quien ahorra enfrentarse a un bloque cohesionado que exija compromisos concretos en materia de ayuda internacional o de defensa.

La estrategia del shock and awe de Trump funciona, vaya si funciona. La doctrina militar conocida como “conmoción y pavor” está haciendo que, de momento, Trump consiga lo que quiere. La respuesta europea está fragmentada, sin nadie que hable en su nombre. La estrategia de Starmer, al que Macron invitó a la cumbre de París, no está del todo clara. Ambos, por cierto, se han apresurado a recortar la ayuda al desarrollo para subir el gasto en defensa. ¿Resultado? Trump, 2; Europa, 0. La ofensiva contra la cooperación internacional impulsada en EE UU por la extrema derecha gana terreno en Europa. Dejar de invertir en regiones en crisis repercutirá en el aumento de refugiados y migrantes económicos, que también aprovechará la ultraderecha. Invertir menos en países en desarrollo significa menos mercados dinámicos, menos oportunidades comerciales y un aumento de la influencia de China o Rusia en dichas regiones. Así que enhorabuena por el cortoplacismo.

Quizá sea la razón de que Europa solo parezca tener una mirada bélica sobre el futuro. Pero después de Ucrania vendrán más guerras, y el futuro no se soluciona solo desde el rearme. ¿Por qué no aprovechamos realmente nuestras fortalezas? Si Europa es una potencia comercial, ¿por qué no nos acercamos de veras a China, si además, como dice Krastev lo que Trump espera es que Rusia rompa su alianza con China? Enviaría un mensaje claro a Trump, uno muy distinto de nuestro habitual baboseo diplomático, uno desde el lenguaje que realmente entiende, el del poder y la fuerza, el mismo que habla con Xi Jinping y con Putin, aunque equipararlos sea un error. Trump es un hombre volátil e imprevisible que utiliza la Casa Blanca para hacer negocios; Xi un autócrata nacionalista que gobierna desde el control político y la estabilidad. Pero aun poniéndolos en el mismo saco, ¿qué nos impide practicar el juego del poder con China? Si nuestro aliado histórico nos hace el enésimo corte de mangas, ¿acaso no podemos tratar con nadie más? Nuestros supuestos reparos éticos para no acercarnos a China no dejan de ser curiosos, pues no se aplican a otras esferas económicas, por ejemplo, con el dinero que paga el deporte europeo desde las satrapías árabes. Si hacemos negocios con China sin parar, ¿por qué no tejer con ella estrategias de poder e influencia? Europa necesita actuar ya: geopolíticamente, fiscalmente, militarmente. Quizá la agresión a Zelenski en el Despacho Oval empiece a cambiarlo todo. Porque si Europa no despierta ahora, solo tendremos dos salidas: ser súbditos o cortesanos.

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

¿Tienes una suscripción de empresa? Accede aquí para contratar más cuentas.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Sobre la firma

Máriam Martínez-Bascuñán
Profesora de Teoría Política de la Universidad Autónoma de Madrid. Autora del libro 'Género, emancipación y diferencias' (Plaza & Valdés, 2012) y coautora de 'Populismos' (Alianza Editorial, 2017). Entre junio de 2018 y 2020 fue directora de Opinión de EL PAÍS. Ahora es columnista y colaboradora de ese diario y pertenece a su comité editorial.
Rellena tu nombre y apellido para comentarcompletar datos

Más información

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_