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editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

La peligrosa soledad de Maduro

El aislamiento internacional del mandatario venezolano subraya la falta de legitimidad de su autoproclamación como presidente

El autoproclamado presidente de Venezuela, Nicolás Maduro, saluda al presidente de Nicaragua, Daniel Ortega, en presencia del presidente de Cuba, Miguel Díaz-Canel, este viernes en Caracas.
El autoproclamado presidente de Venezuela, Nicolás Maduro, saluda al presidente de Nicaragua, Daniel Ortega, en presencia del presidente de Cuba, Miguel Díaz-Canel, este viernes en Caracas.Miraflores Palace (via REUTERS)
El País

Sucedió lo previsto y Nicolás Maduro se autoproclamó el viernes presidente de Venezuela sin haber aportado ni una prueba que ratifique su pretendida victoria en las elecciones del pasado 28 de julio. El dirigente chavista se atribuyó el triunfo la misma noche de la jornada electoral, tras un opaco escrutinio y sin haber podido rebatir las evidencias presentadas por la oposición. Esto es, las copias de las actas que desmontan la versión del aparato gubernamental y corroboran que el ganador de los comicios fue, por amplísimo margen, el candidato Edmundo González Urrutia. No obstante, el control absoluto del chavismo sobre todas las instituciones, incluidos los máximos tribunales, y el dominio de las Fuerzas Armadas allanaron el camino a la investidura de Maduro, que comienza su tercer mandato sin legitimidad para seguir en el poder.

Las fundadas denuncias de fraude fueron confirmadas por observadores internacionales independientes como el Centro Carter, invitado a seguir los comicios por parte de las propias autoridades de Venezuela, autoridades que pasaron de elogiar la seriedad de la institución estadounidense a acusarla de mentir cuando contradijo la versión oficial chavista y declaró que las elecciones no podían “considerarse democráticas”. Tales denuncias no han impedido que se celebrara una toma de posesión repudiada por la inmensa mayoría de los países democráticos. Las principales instancias internacionales, de EE UU a la Unión Europea, redoblaron las sanciones contra la cúpula del régimen, cuyo aislamiento quedó reflejado en una ceremonia a la que asistieron solo dos mandatarios latinoamericanos al frente de gobiernos autoritarios: el cubano Miguel Díaz-Canel y el nicaragüense Daniel Ortega.

La izquierda del Cono Sur ha censurado las violaciones de derechos humanos en Venezuela y el presidente chileno Gabriel Boric ha sido absolutamente explícito: “Desde la izquierda les digo que el Gobierno de Maduro es una dictadura”. Se acabó, por fortuna, el tiempo de las orejeras pretendidamente ideológicas ante comportamientos políticos inaceptables desde un rasero democrático.

El nuevo periodo, inaugurado con un recrudecimiento de la retórica belicista, llega precedido de una etapa de intensa persecución política y represión de las protestas. Esta es, de momento, la única señal real que ha dado Maduro sobre lo que viene: amenazas e intimidación de los adversarios. La víspera de la investidura, la breve detención de la líder de la oposición, María Corina Machado, disparó la tensión tras una marcha de simpatizantes antichavistas. Con ese episodio, aún por aclarar, el régimen lanza un mensaje de fuerza policial y deja claro que, si quiere, puede intensificar aún más su sistemática estrategia de hostigamiento, que ya se incrementó en los últimos días con una oleada de arrestos.

Tras esos hechos, el prometido regreso de Edmundo González a Caracas para tomar posesión como presidente legítimo ha quedado, al menos por el momento, en agua de borrajas. El veterano diplomático acusó a Maduro de perpetrar un golpe de Estado y aseguró que volverá cuando haya garantías para su seguridad y se dé el momento propicio para luchar por una transición democrática. Aún está por ver el impacto de esta estrategia en los ánimos de las bases opositoras, acostumbradas a lidiar con la frustración. Mientras tanto, es esencial que la peligrosa deriva autoritaria de Maduro no desemboque en una nueva cacería y que la comunidad internacional ejerza toda la presión para contener los desmanes del régimen.

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