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La toma de posesión de Maduro escenifica el aislamiento del chavismo

El líder bolivariano se presentó como continuador del legado de Hugo Chávez ante muy pocos invitados internacionales de primera fila y en medio de un amplio cuestionamiento de los resultados electorales

toma de posesion de maduro
Nicolás Maduro y Daniel Ortega, este viernes durante la investidura en Caracas.Gaby Oraa (REUTERS)

Ante sus compañeros de partido, presentes en todos los poderes públicos, y con pocos invitados internacionales conocidos, Nicolás Maduro se juramentó sin complicaciones este viernes como presidente de la República Bolivariana de Venezuela para el período constitucional 2025-2031. La ceremonia, moderada por Jorge Rodríguez, jefe del Parlamento, se celebró en el Salón Elíptico de la Asamblea Nacional, inusual en este tipo de actos y más pequeño que el Hemiciclo Protocolar, el antiguo Senado, donde habitualmente toman juramento los presidentes en el país.

En el acto fue evidente la ausencia de la mayoría de los presidentes del continente americano y europeo, como nunca antes en la historia del país. En el vecindario latinoamericano brillaron por su ausencia los mandatarios de Argentina, Brasil, Colombia, Chile, Perú, Ecuador, Uruguay, Bolivia, Paraguay, Panamá, Costa Rica, El Salvador, Guatemala, la República Dominicana y México. Algunos de ellos, como México y Bolivia, enviaron delegaciones diplomáticas. La circunstancia anticipa el escenario de una Administración considerablemente aislada. Incluso, muchos de los aliados internacionales del chavismo enviaron funcionarios de segundo rango.

Asistieron al evento el presidente de Cuba, Miguel Díaz-Canel; el de Nicaragua, Daniel Ortega; el primer ministro de Antigua y Barbuda, Gaston Browne. Rusia envió al presidente del Legislativo, la Duma, Viacheslav Volodin. China mandó un enviado del Parlamento, Wang Dong Ming. Fue visto también el expresidente de Honduras, Manuel Zelaya, esposo de la actual mandataria de ese país, Xiomara Castro.

Maduro trató de llenar el vacío saludando la presencia de “2.000 invitados internacionales de 120 países”, muchos de ellos activistas de extrema izquierda, casi todos invitados al Congreso Mundial Antifascista organizado por el gobierno a finales del año pasado.

Maduro se apoyó en la propia organización de la propia ceremonia -independientemente de los múltiples cuestionamientos existentes al resultado electoral- para ofrecer una nueva evidencia de que es él quien todavía tiene el control político-militar del país. “El sólo hecho de que estemos aquí y haya paz en las calles es una prueba de que estamos triunfando”, manifestó.

Al tomar la palabra, el líder chavista hizo la tradicional relatoría unilateral de la política y la historia de Venezuela para justificar su nueva presidencia. Casi toda estaba inscrita en medio de un contexto de lucha contra las fuerzas de la oligarquía y el imperialismo. El dirigente se presentó como el continuador de “un proyecto histórico” legado por Hugo Chávez “nuestro comandante Inmortal”, heredero éste, a su vez, de la gesta de Simón Bolívar.

A pesar de las denuncias de fraude electoral, Maduro reivindicó el contenido “democrático y participativo” de la Constitución actual, promovida por Hugo Chávez, la cual, afirmó, “está vigente a pesar de la oposición y las maniobras de la oligarquía venezolana y sus apellidos”.

A pesar del clarísimo cambio de las circunstancias políticas en el país, Maduro se presentó como el intérprete de un proyecto popular, heredado de Chávez, enraizado en el alma nacional. El relato chavista ofrecía, por sí mismo, una ruptura muy clara con el sentimiento que se palpa en las calles.

Mientras esto ocurría, con las calles en calma, parte importantísima de la población aguardaba con enorme expectativa el desenlace del día de hoy, luego del anunciado -y muy improbable- regreso al país de Edmundo Rodríguez Urrutia, y los anuncios de María Corina Machado en torno al advenimiento de “la fase final del régimen”.

A partir de este momento, es previsible que la crisis interna del país escale y se agrave, particularmente una vez que Donald Trump asuma el poder en los Estados Unido, y Machado termine de jugarse las cartas que ha prometido para concretar la transición a la democracia. De momento, Nicolás Maduro se esfuerza en ofrecer la impresión de que está mucho menos “débil” de lo que algunos creen.


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