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editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Imperialismo trumpista

Solo la unidad de los Veintisiete puede contrarrestar la estrategia para debilitar la UE en la que Trump coincide con Putin

El presidente electo de EE UU, Donald Trump, al término de una reunión con congresistas republicanos, el día 8 en Washington.
El presidente electo de EE UU, Donald Trump, al término de una reunión con congresistas republicanos, el día 8 en Washington.Jeenah Moon (REUTERS)
El País

El segundo mandato de Donald Trump ha empezado ruidosa y anticipadamente cuando ni siquiera ha jurado la Constitución como 47º presidente de Estados Unidos. Tiene toda la lógica en alguien que concentra su comunicación política en las redes sociales. Sus continuas declaraciones responden a una estrategia: romper las reglas de juego, tomar la iniciativa hasta humillar a quienes quiere dañar y entrar luego en una negociación ventajista. Eso es lo que ha hecho con cuatro países a los que EE UU considera aliados, pero a los que el magnate trata como vasallos. Para Canadá tiene una propuesta de anexión como 51º Estado de la Unión; para México, el propósito de intervenir en su territorio, militarmente si hace falta, para combatir los cárteles de la droga; para Panamá, la recuperación de la soberanía estadounidense sobre el canal; y para Dinamarca, la compraventa forzada de Groenlandia.

Si para el trumpismo no valen los compromisos adquiridos en las instituciones internacionales, menos aún sirve el decoro propio de las relaciones diplomáticas. El respeto de las fronteras y de la soberanía de los países miembros de Naciones Unidas no parece estar en el catálogo de obligaciones del próximo inquilino de la Casa Blanca, que parece hacer caso omiso a los textos legales rubricados por su país.

Es dudosa la fiabilidad de alguien que realiza tales manifestaciones a pocos días de tomar posesión como presidente. ¿Quién creerá en las garantías que pueda ofrecer a Ucrania para que se siente a negociar la paz con Rusia a cambio de ceder una parte de su territorio? Por no hablar de la duda que siembra este tipo de comportamientos en la vigencia que pueda tener el artículo 5 del Tratado Atlántico sobre el compromiso de defensa mutua entre los miembros de la OTAN. Tales modos no se corresponden con el tipo de relaciones internacionales, al menos desde 1945. Nadie que no sea Putin puede obtener beneficios de actitudes así, que avalan su guerra contra Ucrania, sus injerencias en los procesos políticos de países soberanos y sus anexiones de facto de territorios ajenos. De paso, dan ánimos a China para que siga idéntico camino en Asia.

Los europeos deben evitar cualquier negociación con Trump por separado: todos saldrían debilitados aunque obtengan alguna ventaja circunstancial. El presidente electo quiere prescindir de la OTAN e inhabilitar las instituciones de la UE en la escena internacional para anular así toda autonomía estratégica europea, un programa en el que coincide con el Kremlin. Sabe que es precisamente el imperio normativo de la UE, y no los imperios agresivos con los que se parangona, el que puede parar los pies a quienes desprecian el Derecho internacional. Frente a esta nueva idea imperial, tan militarista como las más detestables, no sirve el repliegue unilateral. Solo la unidad de los Veintisiete y el funcionamiento de sus instituciones y tratados puede garantizar el futuro de la Unión Europea.

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