Para qué engañarnos
¿Y si ese joven que me mira con insistencia en el metro ha adivinado que soy el ángel o el extraterrestre que va buscando como en otro tiempo lo buscaba yo?
De niño, iba siempre en el metro buscando un ángel o un extraterrestre. Estaba seguro de que vivían entre nosotros ocultando una condición que yo sería capaz de desvelar si me tropezara con uno. Me haría amigo de aquel ángel o aquel extraterrestre que detendrían los trenes y el tiempo para llevarme de visita a su universo. Y mientras permaneciéramos en él, todo, en la Tierra, se paralizaría: las lavadoras, los frigoríficos, las puertas giratorias de los bancos. El Sol también se quedaría quieto y mi madre permanecería frente al espejo de su cómoda llevándose una mano a la cabeza para apartar un mechón.
Nada de esto ocurrió, lo que me ha obligado a preguntarme: ¿Y si el ángel era yo? ¿Y si el extraterrestre era yo? ¿Y si he vivido todos estos años convencido erróneamente de que era un tipo algo desquiciado, vale, pero en el fondo normal? ¿Y si tenía una misión que, debido a este error, no he llevado a cabo y para la que ya no me quedan tiempo ni energías? ¿Y si ese joven que me mira con insistencia en el metro ha adivinado que soy el ángel o el extraterrestre que va buscando como en otro tiempo lo buscaba yo?
Dios mío, ¡cuánta confusión, cuánto delirio, cuánta Santa Teresa de Jesús, cuánto cáliz, cuánta hostia sagrada, cuánta muerte y resurrección de Cristo, cuánto hemos pasado, las cosas que hemos visto! Suena el teléfono y es una agente comercial que pretende que cambie de compañía eléctrica y a la que no cuelgo por si fuera por fin el ángel o el extraterrestre a los que espero. No quiero nada, nada, ni premios, ni gloria literaria, ni trienios, solo quiero que se cumplan los sueños. Por eso, cuando pido la cuenta en los restaurantes, lo que aguardo es que me traigan una nota en la que el camarero o la camarera me indiquen que son ellos el ángel o el extraterrestre. Jamás invito por generosidad, sino por leer esa nota dirigida a mí. ¿Que estoy jodidamente jodido? Pues sí, para qué engañarnos.
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