La UE contra la desinformación
Bruselas abre una investigación a Meta para comprobar si pone límites a los bulos de cara a las elecciones europeas de junio
Las autoridades de la UE están intensificando su ofensiva contra la desinformación a través de las redes sociales de cara a las elecciones al Parlamento Europeo que se celebran dentro de un mes, entre el 6 y el 9 de junio. Como reconocen responsables tanto de la Unión como de la OTAN, los bulos se han convertido en un potente factor de manipulación e injerencia que exige adoptar medidas contundentes para frenar sus perniciosos efectos.
Bruselas ha abierto esta semana una investigación a Meta —la empresa matriz de Facebook e Instagram— por sospechas de que no está haciendo suficientes esfuerzos para controlar ciertos contenidos de carácter político en sus plataformas. La UE considera que su sistema de moderación no es lo suficientemente ágil a la hora evitar la proliferación de noticias falsas. También cuestiona la decisión de la plataforma de silenciar determinadas voces —la llamada prohibición en la sombra— sin conocimiento de los usuarios ni justificar adecuadamente tal medida.
Facebook cuenta con más de 308 millones de usuarios mensuales en Europa y casi 3.000 millones en todo el mundo, lo que convierte a la red social en un importante agente de la conversación digital, pero también de potencial manipulación bajo apariencia de neutralidad, como pudo comprobarse en el referéndum del Brexit en el Reino Unido en 2016 y en las elecciones que ese mismo año convirtieron a Donald Trump en presidente de Estados Unidos.
La investigación a Meta se produce después de que la Comisión haya analizado las principales redes sociales para comprobar si cuentan con salvaguardas apropiadas para combatir los bulos y la publicidad engañosa. La nueva Ley de Servicios Digitales, aprobada el año pasado, obliga a compañías como la de Mark Zuckerberg a poner en marcha esos sistemas para reducir el riesgo de injerencia electoral.
En ese terreno, Rusia acumula un largo historial de uso de herramientas de guerra híbrida —desde espionaje a campañas de desinformación y propaganda encubierta— para interferir en la política de otros países y desestabilizar a sus adversarios. En el contexto de la invasión de Ucrania, esos esfuerzos se han redoblado. Una investigación coordinada entre varios países de la UE ha desvelado la existencia de una red de influencia del Kremlin que incluye pagos a eurodiputados de extrema derecha de diversas nacionalidades. Ante estas evidencias, Bélgica, que ostenta este semestre la presidencia rotatoria de la UE, ha activado el mecanismo de crisis para facilitar el intercambio de información entre los Veintisiete. A juicio del primer ministro belga, los objetivos de esta ofensiva son claros: llevar más candidatos prorrusos al Parlamento Europeo.
En la misma línea, la República Checa anunció a finales del mes pasado el cierre de una plataforma de apariencia informativa llamada Voice of Europe, con sede en Praga, que difundía noticias falsas con claro sesgo ultra. También el ministro para Europa del Gobierno francés ha denunciado que Rusia pretendía inundar el país de propaganda para alterar el debate público e interferir en la campaña europea. Nadie duda de que los intentos de injerencia aumentarán a media que se acerquen las elecciones de junio, lo que obliga a ciudadanos y autoridades a estar alerta ante una manipulación invisible pero omnipresente.
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