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Tribuna
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Ucrania es ahora un problema de Europa

Además de sistemas antiaéreos, lo que Kiev y sus aliados europeos necesitan con urgencia es una estrategia, una idea clara de cuáles son el mejor desenlace y el segundo mejor, y de cómo llegar a ellos

Volodímir Zelenski y Ursula Von der Leyen, durante una reunión en Kiev en febrero.
Volodímir Zelenski y Ursula Von der Leyen, durante una reunión en Kiev en febrero.Efrem Lukatsky (AP/ LaPresse)
Wolfgang Münchau

El Congreso de Estados Unidos ha aprobado por fin un proyecto de ley de ayuda a Ucrania, una versión que cuenta con el visto bueno oficial de Donald Trump. Es lo que se llama un paquete de préstamo y arriendo, lo que significa que Ucrania recibirá ayuda militar en forma de préstamo comercial, y equipo militar arrendado que se devolverá después de su uso. La parte militar es una tapadera política, como lo fue durante la II Guerra Mundial, cuando EE UU suministró armas a sus aliados sobre la base de la Ley de Préstamo y Arriendo de 1941. Pero es muy distinto que la parte de ayuda financiera del paquete venga en forma de préstamo o en forma de subvención.

Cuando Ucrania ingrese en la Unión Europea, si es que ingresa, su deuda se convertirá en deuda de la UE, porque la Unión será la que, en última instancia, tendrá que financiar la transición del país. Lo que Donald Trump y Mike Johnson están haciendo es trasladar la carga de la financiación a Europa. Aunque se pacte el paquete, seguirá habiendo retrasos legislativos y logísticos hasta que se aplique.

Por otra parte, Rusia ha aprovechado el vacío político en la política occidental hacia Ucrania y ha creado realidades sobre el terreno. Los ataques a las infraestructuras energéticas de Ucrania son devastadores. Olaf Scholz, el canciller alemán, envió uno de los 12 sistemas de defensa antiaérea Patriot de Alemania a Ucrania. Esto se agradece, pero no será decisivo. Volodímir Zelenski, el presidente ucranio, ha dicho que necesitaría 25 sistemas para defender completamente el país. Se calcula que Ucrania tiene entre tres y cinco. Esta diferencia es un buen indicador de la magnitud del problema: la brecha entre las promesas occidentales y los hechos sobre el terreno.

A medida que la política exterior estadounidense se centra cada vez más en Oriente Próximo, esta guerra está convirtiéndose en la guerra de Europa. Aparte de más sistemas antiaéreos, lo que Ucrania y sus aliados europeos necesitan con más urgencia es una estrategia, una idea clara de cuáles son el mejor desenlace y el segundo mejor, y de cómo llegar a ellos. Es raro que las guerras modernas acaben con vencedores y vencidos absolutos. Hay resultados más probables de esta guerra que la anexión de toda Ucrania por parte de Rusia o la derrota total de esta última.

El mayor error de Occidente ha sido subestimar el poder de Vladímir Putin y su resistencia, y sobrestimar el impacto que las sanciones económicas tendrían en la economía rusa. Rusia ha registrado tasas de crecimiento superiores a las de cualquiera de las grandes economías occidentales. En términos de poder adquisitivo, el país es aproximadamente del mismo tamaño que Alemania. Ahora que hay un contraataque, Occidente parece haber perdido interés y está centrado principalmente en la guerra de Oriente Próximo.

Un comentario reciente de Scholz me ha recordado la ausencia de una estrategia. Dijo que preveía que la guerra de Ucrania durará mucho tiempo. Esto guarda coherencia con un cálculo no oficial que escuché de una fuente según la cual la hipótesis de trabajo en la cancillería de Berlín es que la guerra se prolongue durante una década. Esta expectativa es muy reveladora. Diez años está por encima incluso de las estimaciones más optimistas sobre la esperanza de vida del Gobierno de Scholz. Es otra forma de decir que no tenemos ni idea de cómo acabará la guerra, y que se lo dejaremos gustosamente al siguiente que esté al mando.

Los alemanes proporcionan más ayuda y armas que nadie en Europa, pero desde el punto de vista estratégico son un desastre. Lo único claro que nos llega de Berlín son las líneas rojas. Sabemos que Scholz no quiere una escalada más allá de las fronteras de Ucrania. Todo lo demás está rodeado de una densa niebla. El enfoque de las líneas rojas nos trajo la crisis de la deuda de la eurozona en la última década. Ahora están haciendo lo mismo con la política exterior.

Es indudable que Occidente tiene más y mejores armas que Rusia y muchos más recursos. Fue bastante impresionante ver cómo los Patriot interceptaban todos menos siete de los 120 misiles balísticos, 170 drones y 30 misiles de crucero que Irán envió en dirección a Israel.

Una guerra subsidiaria de Ucrania contra Rusia apoyada por Occidente no supondría un desafío real. Pero se ha convertido en uno debido al fracaso estratégico a la hora de establecer objetivos de guerra específicos junto con planes sobre cómo alcanzarlos: asegurar las líneas de frente actuales; liberar los territorios ocupados segmento a segmento; definir posibles salidas que se sitúen entre los extremos de la derrota total y la victoria total; y preparar un acuerdo diplomático para cuando termine la guerra.

La estrategia implícita tras una guerra de 10 años es el intento de agotar al enemigo, o esperar que interfiera algún otro acontecimiento. Yo no aconsejaría a los líderes occidentales que intentaran vencer a Putin en un concurso de resistencia y fuerza de voluntad. Es mucho más probable que seamos nosotros los que sucumbamos al trastorno de déficit de atención geopolítico o al síndrome de fatiga crónica. Una guerra de 10 años también pondría la adhesión de Ucrania a la UE y a la OTAN en un estado de permafrost, y sería devastadora desde el punto de vista financiero para Ucrania y la UE. Ni la OTAN ni la UE pueden aceptar a un país en guerra. ¿Lo han pensado bien?

Estamos entrando en una situación política desconocida para los europeos. Alemania es el único país con capacidad para ayudar a Ucrania y, sin embargo, Alemania es el país de las líneas rojas. Por otro lado, Estados Unidos sigue siendo un aliado distante y cada vez más reacio. No se trata solo de Trump. Ahora es tarea nuestra.

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