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TRIBUNA
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La izquierda camino de las europeas

La clave no es quién ganará la pugna entre Podemos y Sumar, sino qué quedará de esa lucha tras las elecciones a la Eurocámara

Dirigentes de Sumar, con su líder y vicepresidenta segunda, Yolanda Díaz, en el centro, el domingo en un acto de la coalición en Madrid.
Dirigentes de Sumar, con su líder y vicepresidenta segunda, Yolanda Díaz, en el centro, el domingo en un acto de la coalición en Madrid.JuanJo Martín (EFE)
Daniel Bernabé

La última vez que discutí con miembros de lo que es hoy Izquierda Española les dije que se parecían a los niños de San Ildefonso, por lucir esa llamativa estética personal tan atildada, como de alguien que, definiéndose progresista, siente que tiene que pedir perdón desde lo textil. La razón de la polémica se hallaba en su enmienda a la totalidad de la recién aprobada reforma laboral, a la que calificaron de terrible cesión a los empresarios. No fueron los únicos que erraron en cargar contra uno de los grandes éxitos del Gobierno en favor de los trabajadores, aunque al menos ellos lo hicieron de manera diáfana.

La anécdota no es gratuita. Explica que quien quiere lanzar un nuevo partido necesita oponerse a lo existente para tomar una cierta relevancia. También presentarse antes de las elecciones europeas, esa magnífica pista de despegue por su circunscripción única y, además, conseguir toda la atención mediática posible. Si en la derecha husmean que de alguna forma vales para dividir el voto progresista tendrás su favor asegurado; hasta ahí nada nuevo que no ocurriera en 2014 con Podemos. Cada cual sabe con quién cena, con quién se acuesta y dónde busca la financiación.

El problema de Izquierda Española no es ese, sino su carácter profundamente identitario y prepolítico. Lo primero, por construirse a la contra de los nacionalismos periféricos, algo que ya pasó con UPyD y Ciudadanos, partidos de donde proceden algunos de sus componentes. Lo segundo, por fabular con que en España el centralismo furibundo puede ser funcional. Nuestra arquitectura institucional se pensó en la Transición para favorecer a la provincia sobre los núcleos urbanos, allá donde eran fuertes los comunistas. Los jarrones chinos a los que hoy se les llena la boca de la palabra traición son los mismos que prefirieron a Tarradellas antes que al PSUC.

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En el fondo, el valor de Izquierda Española no creo que sea siquiera electoral, sino de representar un sucedáneo progresista que se amolde a una peligrosa idea que circula en la Corte en los últimos tiempos: se debe acabar con los nacionalistas vascos y catalanes (desde el nacionalismo español). La pusieron en circulación Ayuso y Vox el pasado mayo, la retomó Génova en la jornada de los tres decretos. Ilegalizar partidos tiene difícil encaje constitucional, pero antes de que cualquier realidad acabe tomando cuerpo es necesario anticiparla en el imaginario colectivo.

Una cosa son los pecados indepes, esa estomagante tendencia de Junts a tomarse esta legislatura como un todo o nada. Y otra bien diferente que las derechas, renuentes e incapaces de adaptarse a la realidad española de 2024, crean viable eliminar de la ecuación a una parte del electorado. Feijóo tuvo que matizar, pero se intuye que el objetivo de fondo es amputar a una parte de quien compone el Legislativo para permitir una involución reaccionaria sin contestación. Suena excesivo, pero piensen cuál debe ser la medida del exceso para los que se confabularon para impedir la pasada investidura al llamamiento de “el que pueda hacer, que haga”.

Esto, una derecha radicalizada con su centro de gravedad tendente a FAES, es lo que parece que olvidan en Podemos cuando deciden que el sabotaje a Yolanda Díaz es más importante que la estabilidad parlamentaria. Su objetivo es llegar a las europeas escenificando que son los guardianes de las esencias, algo perfectamente legítimo de no ser porque a la hora de dar la nota adulteran el debate con coartadas que dificultan la política real más que favorecerla: que se lo pregunten a los más de 700.000 perceptores del subsidio de desempleo que no disfrutarán el incremento de su prestación. De la reciente escaramuza han obtenido vía directa con Bolaños, pero también un previsible desgaste. El valor de una formación pequeña, a la larga, se mide por lo que consigue, no por lo que complica.

Todo lo negativo que no se cansa de mostrar Podemos, atrapado en la isla del doctor Iglesias Moreau, no significa que Sumar despunte en algo positivo. Su fortaleza siguen siendo las políticas desplegadas por Trabajo, como la reciente nueva subida del SMI, pero sus debilidades se muestran en el abstracto fondo ideológico del proyecto y su sesgo hacia las clases medias de las grandes ciudades, algo que la presentación de su núcleo dirigente hace dos domingos ha venido a confirmar. La España de 2024 no es la del 15-M, un partido es algo más que el carisma de su líder y la conjunción de celebridades del activismo, la universidad y lo mediático.

La clave no es quién ganará la pugna entre Podemos y Sumar, sino qué quedará de esa lucha tras las europeas. Los morados pueden morir matando al intentar situar a los de Díaz como una copia de los verdes alemanes, pero la responsabilidad de no dejarse ubicar en ese epígrafe recae enteramente sobre Sumar. Tienen su asamblea fundacional el próximo 23 de marzo, una donde convendría que primara la claridad programática, sea del tipo que sea, sobre las buenas intenciones.

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Sobre la firma

Daniel Bernabé
Daniel Bernabé (Madrid, 1980), escritor. Es autor de seis libros, entre ellos ’Todo empieza en septiembre', 'La distancia del presente' y 'La trampa de la diversidad'. Participa en la mesa del análisis de 'Hora 25', en la Cadena SER.
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