El peligro de Trump
La retórica que utiliza el expresidente convierte su afán de volver a la Casa Blanca en una amenaza a la democracia
Estados Unidos se adentrará de lleno en la carrera hacia las elecciones presidenciales del próximo 5 de noviembre con los caucus de Iowa, que se celebran este 15 de enero y que son el primer hito de las primarias. Lo hace en una situación muy preocupante, con dos favoritos a lograr la nominación que no gustan a la mayoría de los votantes y que se acusan mutuamente de ser una amenaza para la democracia. Sin embargo, mientras que el actual presidente, Joe Biden, ataca a su antecesor con argumentos y ejemplos obvios, Donald Trump lo hace con bulos y mentiras como los que lleva propagando desde que fue derrotado en las urnas en 2020.
Trump es objetivamente un peligro para la democracia o, como mínimo, para la salud democrática de Estados Unidos. Ha prometido si gana las elecciones una presidencia de “venganza” y “revancha” y hasta se ha atrevido a afirmar que de volver al cargo será un “dictador” el primer día para tomar algunas medidas. El expresidente ha empleado una retórica en la que llama “alimañas” a sus rivales y dice que los inmigrantes “envenenan” la sangre de los estadounidenses. Como han resaltado los historiadores y denunciado el propio Biden, es un lenguaje con ecos de la Alemania nazi.
A eso se suman sus intentos de blanquear el asalto al Capitolio, llamando “patriotas” a los insurrectos, prometiéndoles el indulto y usando en sus mítines cánticos e imágenes que glorifican ese atentado a la democracia, consecuencia de que por primera vez un presidente estadounidense en ejercicio se resistió al traspaso pacífico y ordenado del poder.
Por si fuera poco, las cuatro imputaciones penales de Trump por un total de 91 presuntos delitos, que el expresidente ha usado para presentarse como mártir, y el litigio en el Supremo sobre si debe ser inhabilitado por insurrecto, añaden un factor único a una campaña electoral que se presenta como la más crispada de la historia reciente de Estados Unidos.
Enfrente, Biden tiene las cotas de popularidad más bajas de un presidente en ejercicio en las últimas décadas. Los votantes creen que es demasiado mayor para la reelección (acabaría su segundo mandato con 86 años), ha perdido el favor de parte de los jóvenes, los árabes americanos y otras minorías por su apoyo a Israel en la guerra de Gaza y la elevada inflación de la primera parte de su mandato le sigue pasando factura.
Biden es consciente de que no entusiasma a los electores. Ha llegado a reconocer que, de no estar Trump enfrente, quizá ni habría optado a la reelección. Ahora, se presenta como baluarte en defensa de la democracia y aspira a movilizar a una coalición de votantes demócratas, independientes y hasta moderados republicanos que rechazan la vuelta de Trump a la Casa Blanca.
La paradoja del Partido Republicano es que sus votantes más fieles, los que participan en las primarias, prefieren a Trump a pesar de que otros candidatos de su partido sin la pesada mochila del expresidente, como Nikki Haley o Ron DeSantis, tendrían muchas más probabilidades de derrotar a Biden.
Las últimas encuestas muestran que los estadounidenses se hallan menos satisfechos que nunca con el funcionamiento de la democracia. La crisis política que vive Estados Unidos es un riesgo no solo para el país, sino para todo el mundo.
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