Keanu, Brad y Pedro
El rechazo popular no es a la amnistía o a pactar con los separatistas, sino a no pactar. Ahora, la población entiende que no hay acuerdo. Hay cesión, sin contrapartida por la otra parte
No sé si Pedro Sánchez es Keanu Reeves, que pactó con el Diablo en la ficción, o Brad Pitt, que parece que lo hizo en la realidad para mantener ese cuerpo a los 59 años. Pero, a juzgar por los que se dice, Sánchez se dispone a pactar con el enviado de Satanás en Waterloo. No ridiculizo las críticas. Más bien lo contrario. Intento entender la ferocidad de los ataques, de la oposición y de algunos socialistas, a un presidente del Gobierno que intenta sentarse a la mesa para discutir un conflicto social grave. Porque esto no va de un prófugo ni de una decena de condenados ni de cientos de encausados ni de miles de manifestantes, sino de los sentimientos de millones de personas (en un “bando”, pero, ojo, también en el otro).
Sí, Sánchez se mueve por interés, para cuadrar la aritmética parlamentaria, pero el oportunismo se sobreentiende en política, del alcalde que pone farolas al primer ministro que busca la paz en Irlanda del Norte. ¿Y por qué no tratamos a Sánchez como a Tony Blair, alabado por su generosidad dentro y fuera de las filas de su partido?
Podemos acusar al aparato político-mediático-judicial de la derecha, nuestro equivalente del complejo industrial-militar en EE UU, de los grandes intereses que ponen zancadillas a los políticos que quieren cambiar las cosas. Pero sería erróneo, no solo porque es una teoría conspirativa, sino porque hay un enorme recelo a los movimientos de Sánchez dentro del propio PSOE. No es solo la vieja guardia. Los dinosaurios no hablan por razón de su edad, sino de su libertad. No tienen que rendir pleitesía. De hecho, según Metroscopia, los votantes socialistas más jóvenes rechazan la amnistía ligeramente más que los mayores. ¿Son las juventudes socialistas del Cretácico?
El rechazo popular no es a la amnistía per se o a pactar con los separatistas, sino a lo contrario: a no pactar. Ahora, la población española entiende que no hay acuerdo. Hay cesión, sin contrapartida por la otra parte, salvo la investidura para Sánchez. Si el Estado español reconoce implícitamente que se excedió en la respuesta al desafío separatista (que es lo que significa la amnistía), los separatistas deben admitir su error y ofrecer algo (¿una renuncia por x años a la autodeterminación?).
Podemos aceptar que nuestro líder pacte con el Diablo y venda el alma de la nación, pero no solo para continuar siendo guapo.
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