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editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Sigue viva la ‘ley mordaza’

El fracaso de las negociaciones entre las izquierdas aboca a impedir la reforma de la norma del PP

Varios policías antidisturbios controlan el transcurso de la manifestación contra la gestión del Gobierno de Navarra, en mayo de 2020.
Varios policías antidisturbios controlan el transcurso de la manifestación contra la gestión del Gobierno de Navarra, en mayo de 2020.Eduardo Sanz / Europa Press (Europa Press)
El País

El voto en contra anunciado el lunes por ERC y Bildu arruinó las ya bajísimas expectativas de que prosperase este martes en la comisión de Interior del Congreso la reforma de la llamada ley mordaza, es decir, y por su nombre oficial y más directo, la Ley de Seguridad Ciudadana aprobada por Mariano Rajoy en 2015. El Gobierno ha ido rebajando en los últimos meses las esperanzas de un posible acuerdo, a pesar de la sintonía de la mayor parte de estos partidos comprometidos en la necesidad de reformarla: esa realidad puede llevar hoy a que decaiga definitivamente en esta legislatura. Es una mala noticia que elementos de detalle den al traste con los 36 puntos acordados, y núcleo duro de la reforma, en torno a los usos policiales sobre retención, detención, identificación, etcétera. La lógica política autonómica de dos de los socios parlamentarios del Gobierno —ERC y Bildu— ha chocado con la lógica de PSOE, Unidas Podemos y PNV de revisar multitud de aspectos de una ley concebida en caliente por parte del PP para frenar y castigar de forma preventiva movilizaciones políticas y sociales en la calle. Esta frustrante incapacidad negociadora deja en entredicho la flexibilidad de los partidos de izquierda (la iniciativa legislativa fue del PNV) y delata una escasa percepción de la relevancia política que buena parte de su electorado atribuye a esa reforma. La repetida promesa de revertir los aspectos más regresivos, tras renunciar a una originaria y remota derogación, se fundaba en haber nacido contra movilizaciones sociales que tensaron hasta el límite la tolerancia democrática del Gobierno de Rajoy.

Las discrepancias están centradas en cuatro puntos, pero sobre todo uno. La exigencia de prohibir las pelotas de goma por parte de ERC y Bildu parece haber sido la causa que da al traste con la reforma negociada desde hace más de un año. El Gobierno desaprovecha así una oportunidad para reforzar la cohesión interna en momentos en que las grietas se han hecho demasiado visibles, sobre todo a propósito de la ley del solo sí es sí, y renunciar a seguir el mismo signo positivo que ha significado la reciente aprobación de la reforma de las pensiones. El hecho de que para ERC y Bildu las pelotas de goma fuesen un elemento de negociación caliente se explica porque la sucesión de accidentes graves en Cataluña y Euskadi, donde hubo un fallecido y varias personas perdieron un ojo o la visión a causa de esos proyectiles, condujeron a legislar sobre su uso restringido: la Ertzaintza desde 2012 y los Mossos d’Esquadra desde 2014 las han sustituido por bolas de foam, material algo más elástico y de efectos menos lesivos.

No es fácil explicar políticamente que las mismas personas que compartieron los motivos de muchas de las movilizaciones en la calle que llevaron al PP a endurecer la ley sean incapaces hoy desde sus escaños en el Congreso de los Diputados de revertir la situación y reformar la vigente ley mordaza.

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