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Columna
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En vísperas de las elecciones, la Amazonia arde

En agosto se registró el mayor número de focos de incendio en el Gobierno de Bolsonaro

Fotografía tomada desde la ventana de la periodista Eliane Brum, en Altamira, Brasil, el 27 de agosto.
Fotografía tomada desde la ventana de la periodista Eliane Brum, en Altamira, Brasil, el 27 de agosto.Jon Watts/ Archivo personal
Eliane Brum

La mayor selva tropical del mundo arde. Arde ahora mismo, mientras usted está leyendo esta columna. Arde como en ningún otro momento del Gobierno de Jair Bolsonaro. Cubro la Amazonia como periodista desde hace 25 años y hace cinco que vivo en la selva. Nunca había visto un ataque sistemático de semejante magnitud como posible mensaje político desde la redemocratización de Brasil. Si en 2019, el primer año de mandato del ultraderechista, el mundo se conmocionó con los incendios en la Amazonia brasileña, en vísperas de las elecciones presidenciales, el número de incendios bate cifras récord comparado con los años anteriores del propio Bolsonaro. La reelección del actual presidente es incierta, ya que aparece en segundo lugar en todos los sondeos. El aumento de los incendios puede significar tanto el miedo de que no gane y la impunidad disminuya en la Amazonia con el próximo gobernante —señal de que, para los explotadores agropecuarios criminales, ahora es el momento de deforestar y quemar— como puede ser un acto de campaña política: las regiones donde hay más incendios son las que tienen mayoría bolsonarista, donde las demostraciones de fuerza suelen ser eventos electorales.

Ojo a los datos: el lunes 5 de septiembre, el Día de la Amazonia, se declararon 2.706 focos de incendio, una señal elocuente del ataque que está en marcha. En agosto, se registró el mayor número de incendios de todo el mandato de Jair Bolsonaro y también de un mes de agosto en los últimos 12 años: 33.116 focos. El 10 de agosto de 2019, madereros y ladrones de tierras públicas de la región de Novo Progresso, en el Estado de Pará, organizaron el “Día del Fuego”, con 2.366 focos, una ofensiva criminal que tuvo eco en la prensa internacional. Como sucede con la mayoría de los ataques a la selva y a sus pueblos, los delincuentes siguen impunes. Con la certeza de la impunidad, los días 22 y 24 de agosto y los cinco primeros de septiembre de este año los incendios superaron con creces ese límite. El 4 de septiembre, por ejemplo, hubo 3.393 focos de incendio en un único día, según el Instituto Nacional de Estudios Espaciales (INPE), un aumento del 43,4% con relación al Día del Fuego.

A diferencia de otras regiones del mundo, es muy difícil que la selva arda espontáneamente, aun en plena sequía. Más del 90% de los incendios son deliberados e ilegales. Como periodista, ya había visto la selva arder. Este año, es la primera vez que he presenciado las llamaradas desde la ventana de mi casa, en Altamira, uno de los epicentros de los incendios en la Amazonia. Son escenas de horror, peores porque son lentas. El fuego engulle vidas, porque cada árbol es un mundo de otros seres vivos conectado a otros árboles-mundo, en una rica y biodiversa conversación que hace que la Amazonia sea una de las principales reguladoras del clima del planeta. Es un holocausto de vidas no humanas, es la destrucción del día después de los niños humanos que ya han nacido. Desde aquí, desde mi ventana, el futuro patrocinado por Bolsonaro es una bola de fuego. E impacta en la vida de todos los ciudadanos del mundo.

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