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Columna
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Roma, la próxima batalla

En el asalto electoral italiano se enfrentarán en las urnas los dos programas por los que se lucha a tiro limpio en Ucrania

Silvio Berlusconi y Vladímir Putin, durante un encuentro en la Crimea ocupada por Rusia en septiembre de 2015.
Silvio Berlusconi y Vladímir Putin, durante un encuentro en la Crimea ocupada por Rusia en septiembre de 2015.A. D. (AP)
Lluís Bassets

A pesar de las apariencias, esas batallas de blindados, el bombardeo de las ciudades y la inmovilidad del desgaste artillero en trincheras y búnkeres, poco tiene que ver esta guerra con las dos contiendas mundiales del siglo XX. No nos dirigimos tampoco a una mera destrucción de la globalización con la disrupción de las cadenas internacionales de valor y la quiebra de las interdependencias. La humanidad quizás acaba de inaugurar una guerra nueva, repugnante como todas, pero distinta de las anteriores, que combina características de las viejas guerras del siglo XX con estrategias surgidas de la tecnología, los comportamientos y las ideas del siglo XXI.

De un lado, una violencia desatada que enlaza directamente con la megamuerte del pasado siglo, bajo la amenaza nuclear y las tentaciones genocidas. Del otro, una reversión de las interdependencias globales —energía, alimentación, finanzas, tecnología…—, como armas de coacción, chantaje e incluso de cerco y castigo. Se suman a una nueva dimensión de los asuntos internacionales, que proyecta los conflictos locales globalmente y viceversa, como se está viendo estos días en Italia, patria de Maquiavelo y país siempre vanguardista en el arte de la política.

Se equivocaron los que creían que se acercaba el final del ciclo populista, gracias en particular a la derrota de Trump y al hundimiento de Boris Johnson. La fragilidad de Biden y la defenestración de Draghi lo demuestran. Aquí está de nuevo Berlusconi, el gran precursor populista y amigo de Putin, desalojado del poder hace más de una década, ahora bajando el pulgar, como el emperador de Roma en el circo, para autorizar el asesinato político de Supermario que le demandaba el bloque soberanista y putinista formado por la Liga, Forza Italia y Hermanos de Italia.

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Putin fue derrotado en Kiev: no pudo descabezar a Ucrania como deseaban sus amigos y hubiera interesado a muchos apaciguadores. En Donbás ha obtenido una carísima victoria militar y en la Bruselas de la OTAN y de la UE una notable derrota política. Pero va a librar en Italia la próxima batalla, directamente electoral, antes incluso de la batalla invernal del gas con la que pretende dividir y vencer a los europeos.

“El aspecto más desgraciado de una eventual victoria electoral de la derecha populista y soberanista”, ha señalado Antonio Scurati, autor de Mussolini, el hijo del siglo, “es que representaría el final del proceso histórico de formación de una unidad política europea y de una independencia militar que la guerra en Ucrania ha demostrado necesaria”. En Italia se enfrentan en las urnas los dos programas por los que se combate a tiro limpio en tierras ucranias. Esta guerra ya no es la continuación de la política por otros medios, sino el episodio más cruento de una globalización crecientemente militarizada, en la que se combina la violencia con la intervención en la vida política y las elecciones de los adversarios.

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Sobre la firma

Lluís Bassets
Escribe en EL PAÍS columnas y análisis sobre política, especialmente internacional. Ha escrito, entre otros, ‘El año de la Revolución' (Taurus), sobre las revueltas árabes, ‘La gran vergüenza. Ascenso y caída del mito de Jordi Pujol’ (Península) y un dietario pandémico y confinado con el título de ‘Les ciutats interiors’ (Galaxia Gutemberg).

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