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Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Nombrar a Liliana. Nombrarlas a todas

Narrar la historia de las víctimas de violencia machista en primera persona choca de frente con el relato patriarcal que domina la literatura

La escritora mexicana Cristina Rivera Garza, hermana de Liliana Rivera Garza.
La escritora mexicana Cristina Rivera Garza, hermana de Liliana Rivera Garza.Grisel Reyes Pajarito (EL PAÍS)
Almudena Barragán

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El pasado 6 de julio se entregó en Ciudad de México el Premio Xavier Villaurrutia a la novelista Cristina Rivera Garza por El invencible verano de Liliana. Un momento importante y emocionante para la escritora por lo que representa la novela. En ella, Rivera Garza cuenta la historia de su hermana Liliana, víctima de feminicidio hace 30 años a manos del que era su pareja. Sin embargo, la premiación no estuvo exenta de un regusto amargo. El escritor Felipe Garrido cuestionó que el feminicida tuviera “un lugar muy secundario en la historia. “Hay un personaje que yo creo que está intencionalmente opacado a pesar de su importancia en la trama, es Ángel, el asesino de Liliana”, dijo, y enlistó a varios autores masculinos que debían ser tomados, según él, como ejemplo de novelas con protagonistas feminicidas.

Aquellas palabras cargadas de machismo, insensibilidad y condescendencia en pleno homenaje, no solo a Rivera Garza, sino también a su hermana, retratan a la perfección cómo durante siglos en la cultura, la política y prácticamente en todos los ámbitos, la única narrativa que ha imperado ha sido la del patriarcado.

En ella las víctimas de violencia no tienen nombre, no importan y solo alimentan mitos como el de Jack el Destripador, el monstruo de Ecatepec o el del hombre que cegado por amor acaba asesinando a una mujer. Y ahí quedan ellas, “las convierte en números, las reduce al momento de su asesinato”, dice Rivera Garza. “Nosotras como objetos desde un punto de vista masculino”, señala la escritora mexicana Alma Delia Murillo. “Cada que los hechos de violencia son descritos con lujo de detalle, de manera objetiva, sin respeto alguno por la víctima o sus familiares, se pone a funcionar la porno-violencia que, lejos de producir pensamiento y práctica crítica, genera la parálisis personal y social propia del terror”, escribió Rivera Garza en The Washington Post.

Liliana Rivera Garza

“El mundo ha sido relatado desde un único punto de vista: centralizado, monolítico, marcial, patriarcal, a imagen y semejanza de quienes se adueñaron de la literatura”, continúa Murillo. Ella misma reconoce que por eso decidió postular su última novela La cabeza de mi padre al premio Alfaguara con un seudónimo masculino: “Pensé que lo han ganado más hombres que mujeres. 52 hombres y cinco mujeres y tuve el razonamiento de que quizá tenía más chance de ser leída si me llamaba: Martín Santos”, comenta. La poeta Alma Karla Sandoval lo llama directamente el “editopatriarcado”. “No solo es lo que vemos y escuchamos sino lo que dejamos de ver y lo que dejamos de escuchar cuando las historias se cuentan desde una sola narrativa”, continúa Murillo.

Por eso libros como El invencible verano de Liliana que le dan la vuelta a la historia, sorprenden y escuecen. Pero no es el único. Cada vez son más las historias que cambian el relato. Por ejemplo, Cometierra, de Dolores Reyes; La Perra, de Pilar Quintana; El asedio animal, de Vanessa Londoño; Casas Vacías, de Brenda Navarro; Chicas muertas, de Selva Almada o Las voladoras, de Mónica Ojeda, por decir algunas.

En un acto de rebeldía y sororidad completa, Cristina Rivera Garza nombra no solo a su hermana, sino a todas las mujeres víctimas de violencia y las coloca en el centro. Fuera del ninguneo y el ocultamiento. “Si la sociedad patriarcal insistió en contar su asesinato en la clave machista de crimen pasional, que intrínsecamente culpaba a la víctima y exoneraba al agresor, mi hermana contó una historia distinta. Ella era una muchacha independiente, gustosa de vivir a su modo, dueña de una curiosidad intelectual y sensorial que no cedió ante las limitaciones del macho que intentó doblegarla por años hasta que, al tanto de que ella lo dejaba ya para siempre, la asesinó una noche que la encontró sola, copiando poemas de José Emilio Pacheco en su cuaderno escolar”, escribía la autora en la revista Este País.

La escritora colombiana Vanessa Londoño conoce bien ese momento de ser invalidada en público. En el último Hay Festival de Cartagena vivió un momento tenso cuando fue interrumpida mientas hablaba por el escritor español Manuel Vilas. “A todas las mujeres en lo macro y en lo micro nos sucede esa invalidación”, dice. “La voz del patriarcado opera así en todos los niveles”. Londoño explica que nombrar aquella discriminación le fue útil para no callar algo así nunca más. “Las escritoras latinoamericanas estamos cambiando la narrativa, contando desde el otro lado nuestro papel en la historia, nuestras propias anatomías, nuestro lugar en la historia, en la sociedad, en la política, en la calle, como ciudadanas, en relación a nosotras mismas”, afirma.

La escritora Cristina Rivera Garza habla luego de recibir el Premio Xavier Villaurrutia, el 6 de julio de 2022.
La escritora Cristina Rivera Garza habla luego de recibir el Premio Xavier Villaurrutia, el 6 de julio de 2022.INBA

¿Cómo era? ¿Qué quería? ¿Dónde estaría ahora? ¿Cuál sería su profesión? En ese cambio de mirada, las autoras buscan que la sociedad empiece a mirar las vidas de las mujeres y los huecos que dejaron con su muerte. Que se den cuenta de lo que perdieron al perderlas a ellas. Lo que Vanessa Londoño llama: “Recuperar su humanidad”. “No hemos aprendido a nombrar a las víctimas y menos aún a acompañarlas hasta que se les haga justicia”, recuerda Adriana Malvido en esta columna de El Universal.

Constanza Lambertucci contaba en este artículo que la respuesta de Cristina Rivera Garza aquel día, durante la premiación, hizo retumbar el Palacio de Bellas Artes con una gran ovación. Dijo: “Yo creo que tenemos que verlas a ellas siempre, no a sus asesinos. A sus asesinos ya los vemos en todos lados, tienen demasiada prensa”. Se acaban de cumplir 32 años del feminicidio de Liliana Rivera Garza. Que nadie olvide su nombre ni el de ninguna asesinada.

Estos son nuestros artículos recomendados de la semana:

Y unas sugerencias para acabar:

🎬 Un documental: Las tres muertes de Marisela Escobedo

Hablando de narrativas que ponen en el centro la historia de las víctimas, este documental cuenta la vida de Marisela Escobedo, una madre y activista mexicana que luchó por esclarecer el feminicidio de su hija, encontrar a su asesino y exponer al sistema de justicia mexicano. Dirigida por Carlos Pérez Osorio.

🎥 Una serie: Intimidad

Una mujer debe enfrentar las repercusiones de la filtración de un escandaloso video sexual filmado sin su consentimiento. Su carrera política y su vida personal se ven golpeadas por la difusión no consentida de las imágenes. La serie muestra el alcance que puede tener la violencia digital en la vida de dos mujeres muy diferentes. Dirigida por Jorge Torregrossa, Ben Gutteridge, Koldo Almandoz y Marta Font. Con las actuaciones de Verónica Echegui, Itziar Ituño, Ana Wagener y Patricia López Arnaiz.

🎶 Una canción: Piba Cumbia

Para cerrar este domingo les dejo con este temazo de Barbarita Palacios, Julieta Venegas y Micaela Chauque. Que tengan buena semana.

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Sobre la firma

Almudena Barragán
Periodista de EL PAÍS en México. Escribe sobre temas sociales con perspectiva de género: desigualdad, violencia y feminismo. Ha trabajado en la sección Verne México y en diversos medios españoles y mexicanos, entre los que destacan El Economista.es y El Financiero Bloomberg. Es licenciada en Periodismo por la Universidad Complutense de Madrid.

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