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Efectos sinestésicos de la guerra en Ucrania

El conflicto ha conectado dos escenarios geopolíticos de las relaciones exteriores de EE UU independientes: la esfera transatlántica y la iniciativa del Indo-Pacífico. La posibilidad de entrelazarlos está abierta

Foro Davos 2022
El secretario general de la OTAN, Jens Stoltenberg, en el Foro de Davos (Suiza).GIAN EHRENZELLER (EFE)
Eva Borreguero

La invasión de Ucrania ha conectado, por efecto de sinestesia, dos escenarios geopolíticos independientes de las relaciones exteriores norteamericanas: la esfera transatlántica y la iniciativa del Indo-Pacífico. Si en las primeras semanas de la guerra parecía que la apertura de un frente bélico en Europa del Este distraía a Estados Unidos de la competencia con China, la evolución del conflicto está proporcionando, de manera inesperada, la oportunidad de superar un juego de suma cero que obligue a elegir entre prioridades y optimizar sendas alianzas en una estrategia colectiva más amplia. La ocasión responde a la secuencia de los hechos: Putin agrede Europa del Este, Pekín consiente tácitamente, y ambos proclaman al mundo una amistad sin fronteras. Si China y Rusia presentaban desafíos diferenciados y separados para Europa, Estados Unidos y Asia, su alineamiento permitirá compartir la percepción de amenaza y buscar sinergias estratégicas satisfactorias.

En consecuencia, se abre la posibilidad de entrelazar la alianza euroatlántica y la iniciativa del Indo-Pacífico: compartir recursos, asentar bases de cooperación militar y buscar formatos flexibles que impliquen varios marcos. Estos incluyen a la OTAN, el foro cuadrilátero QUAD (EE UU, Australia, India y Japón), el pacto de defensa AUKUS (EE UU, Australia y Reino Unido), e incluso llegar a formar un Consejo de Asia-Pacífico para la OTAN. Crear “un enfoque de interescenarios para repartir cargas y desarrollar capacidades”, una infraestructura colectiva que aborde conjuntamente los desafíos, concluye el Centro de Estudios Estratégicos e Institucionales (CSIS) de Washington en un informe publicado este mes.

El camino no está libre de escollos, si bien cuenta a su favor con la catálisis desencadenada por Putin. El primero de ellos, intentar recomponer la cacofonía estratégica de las diversas aspiraciones europeas dentro de la OTAN: autonomía estratégica en el caso de Francia, mayor presencia norteamericana para los países del Este, y garantías de seguridad de fronteras en los casos de España, Italia y Grecia. Sin olvidar a Turquía, capaz, como se ha visto, de condicionar la toma de decisiones. Por otra parte, y por encima de las demandas nacionales, la UE precisa el fracaso de Putin en Ucrania —para lo que necesita el soporte de Washington— sin alienar a Rusia a largo plazo. En este entramado de ejes y alianzas, la posición que adopte la Unión Europea hacia China será determinante. Biden, actualmente de gira por Corea del Sur y Japón, donde ha inaugurado el Marco Económico del Indo-Pacífico para la Prosperidad, un nuevo agrupamiento económico que cubre el 40% del PIB mundial, ha retomado la agenda asiática. Y esperará, después de su compromiso con Ucrania, una reconsideración de la UE de sus relaciones bilaterales con Pekín.

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Estas cuestiones, entre otras, estarán presentes en la próxima cumbre de la OTAN que se celebrará en Madrid en junio, de donde surgirá un nuevo concepto estratégico, anticipo de una nueva visión de las relaciones internacionales que será decisiva para los próximos años. @evabor3

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Sobre la firma

Eva Borreguero
Es profesora de Ciencia Política en la UCM, especializada en Asia Meridional. Ha sido Fulbright Scholar en la Universidad de Georgetown y Directora de Programas Educativos en Casa Asia (2007-2011). Autora de 'Hindú. Nacionalismo religioso y política en la India contemporánea'. Colabora y escribe artículos de opinión en EL PAÍS.

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