La fragata
Sánchez debe ser consciente de que sin sus socios su trayectoria en el poder tendría rápida fecha de caducidad. Pero lleva ya algunos días incomodándoles con gestos hacia la derecha del tablero
Con la fragata “Blas de Lezo” y un par de aviones caza el presidente Sánchez ha querido simbolizar su apoyo a la movilización americana en respuesta a las provocaciones de Putin. No hay disidencias en Europa en el sentido que hay coincidencia en parar los pies al autócrata ruso, pero mientras Biden, en horas bajas, exhibe músculo militar, cómo recordatorio de la condición de primera potencia mundial que es la esencia de Estados Unidos, los líderes europeos ponen la diplomacia por delante, sin caer en la tentación del militarismo teatral.
Sánchez, sin embargo, siempre a la búsqueda de oportunidades ―en este caso el reconocimiento americano― convierte en momento emblemático el envío de un barco al mar Negro como gesto simbólico de alistamiento a las órdenes de Joe Biden, desmarcándose así de las viejas pulsiones antiamericanas de cierta izquierda. Un gesto tan nimio, en el escenario de un conflicto tan sobreactuado, que parece aflorar del subconsciente del presidente como expresión del miedo a una ciudadanía que arrastra el tabú de la guerra y de la conciencia del limitado papel de España en el orden internacional.
Y, sin embargo, es un gesto que Sánchez sabe perfectamente que incomoda a su socio de coalición, que lleva una carga de resabios ideológicos que no garantiza que tenga la soltura necesaria para entrar en la provocación por la vía de la ironía. Aunque es cierto que, de momento, Yolanda Díaz aguanta el tipo y ha sido el cesante Pablo Iglesias, sin mando en plaza, el que ha entrado al trapo. El Gobierno de coalición ofrece un balance de estabilidad razonable y Sánchez debe ser consciente de que sin sus socios su trayectoria en el poder tendría rápida fecha de caducidad. Pero lleva ya algunos días incomodándoles con gestos hacia la derecha del tablero. Realmente un brindis al sol, porque allí sólo puede encontrar a este conjunto vacío llamado Ciudadanos, dispuesto a desaparecer como empezó: con un solo juguete, la pugna contra la inmersión lingüística en Cataluña.
En vez de lucir los progresos del Gobierno, aunque sean moderados, en materia de derechos sociales e individuales, a medida que la cuesta electoral se empina Sánchez parece buscar las cosquillas a sus socios. ¿En qué estará pensando al solemnizar el desplazamiento de la fragata? ¿Hay en su inconsciente un deseo de enmendar el “no a la guerra” que le dio a Zapatero el poder y uno de sus pocos momentos de gloria?
No parece que los americanos hayan quedado muy impresionados. Y de hecho Biden no se ha acordado de él al reunir a la flor y nata europea. Para suerte del presidente Sánchez, Unidas Podemos ha completado su vertiginosa historia de la calle al poder con una plena incorporación al orden establecido. Y lo más probable es que aguanten sin inmutarse el cuento de la fragata que surca los mares en defensa del mundo libre.
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