Una estrategia integral para frenar el repunte de la pandemia en Europa
No es momento de proclamar erróneamente que la covid ha terminado ni de pensar que se pueden tener unas Navidades como las anteriores a la crisis sanitaria
El crecimiento de la incidencia de la covid-19 en toda Europa en las últimas semanas, incluida España, no es un asunto trivial. El virus está activo y existe un riesgo significativo de que esto se magnifique con la llegada de la variante ómicron, que ya está presente en muchos países europeos y tiene visos de ser más contagiosa y producir reinfecciones tanto en personas vacunadas como no vacunadas. El repunte de casos de covid-19 obedece a una combinación de varios factores que hay que tomar en cuenta para diseñar estrategias integrales de respuesta, a saber:
a. Las bajas temperaturas y las inclemencias climáticas de la temporada otoño/invierno, que aumentan el riesgo de infecciones respiratorias agudas, como la covid-19, e inducen una mayor y muchas veces desprotegida actividad interior en espacios a menudo mal ventilados.
b. La aparición de variantes “de preocupación” con mayor transmisibilidad, severidad o tendencia a escapar de la eficacia de las vacunas disponibles (particularmente las variantes delta y delta plus y ahora la variante ómicron).
c. Una cobertura de vacunación subóptima en muchos países, como resultado de la alta reticencia a la vacunación, de la presencia generalizada de los movimientos negacionistas y antivacunas y de la incapacidad de administrar la vacuna a toda la población diana.
d. La disminución de la inmunidad resultante de la infección natural y la vacunación reduciéndose así, con el tiempo, el nivel de protección contra la infección, la severidad, el riesgo de hospitalización y el riesgo de muerte.
e. Haber bajado la guardia en cuanto a medidas de protección, fruto de un optimismo sin fundamento, que ha llevado a suspender el uso de la mascarilla tanto en interiores como en situaciones de riesgo al aire libre, a relajar el distanciamiento físico y el rigor de las medidas higiénicas y a permitir reuniones sociales y aglomeraciones sin protección.
f. La relajación temprana de las medidas restrictivas de aforos y horarios destinadas a impedir las interacciones sociales desprotegidas, especialmente en interiores y en reuniones masivas.
g. La reducción en la intensidad y frecuencia de las medidas de salud pública y vigilancia epidemiológica orientadas a frenar los contagios.
Ante ello es necesario tomar medidas de inmediato. El peor error sería la inacción: ir detrás de la curva de contagios, confiar todo a una sola intervención, ya sea la vacunación, el pasaporte digital covid, la dosis de refuerzo o trasladar nuestra atención exclusivamente a la nueva variante ómicron cuando la variante delta sigue causando estragos.
Pensar que una sola medida será suficiente es un error. La transmisión solamente se reducirá si hacemos varias cosas a la vez. Necesitamos una acción integral, coordinada y convergente que abarque seis pilares:
1. Mantener e incluso aumentar las medidas de protección. Es necesario mantener, sin vacilar, todas las medidas de protección efectivas: mascarillas, distancia física, estrictas medidas de higiene, evitar aglomeraciones, ventilación interior y medidas de protección y prevención en el entorno escolar.
2. Reintroducir restricciones a la interacción social desprotegida. Hay que retornar a algunas medidas restrictivas, como ya lo están haciendo varios países. Para frenar esta ola, no basta con exigir el certificado digital covid para acceder a locales y eventos. Se trata de frenar el repunte de la incidencia con la limitación de aforo en restaurantes, terrazas, cines y eventos culturales y deportivos; las restricciones al ocio nocturno y a los eventos de reunión masiva, e incluso, si resultase necesario, con la limitación de horarios y toques de queda. El factor clave para reducir la transmisión es limitar las interacciones sociales desprotegidas y los gobiernos tienen la obligación de impulsarlas y deben estar dispuestos a adoptarlas tempranamente. Solo así se evitará tener que llegar a confinamientos parciales o totales cuando la situación se ha salido de control,
3. Aumentar la cobertura de vacunación en la población diana mayor de 12 años y en niños de 5 a 12 años. La tarea inconclusa de vacunación de la población diana de personas mayores de 12 años en todos los países debe finalizarse con carácter prioritario. A ello se agregan los niños entre 5 y 12 años que también deben ser protegidos con la vacuna. Las vacunas son muy importantes, pero no son esterilizantes. Con respecto a las dosis de refuerzo, está claramente justificada su aplicación en personas inmunocomprometidas o personas mayores que viven en hogares de ancianos, y en personas mayores de 60 años que tienden a tener una disminución más pronunciada de la inmunidad. Sin embargo, no hay bases sólidas para administrarlas de forma generalizada a toda la población.
4. Mantener las medidas de salud pública para frenar la transmisión. Se debe mantener la guardia alta en términos de medidas de salud pública que permitan la detección temprana, el rastreo exhaustivo, las pruebas diagnósticas en número suficiente, el aislamiento de los positivos, las cuarentenas de sospechosos y el control de los brotes. Debemos evitar la transmisión comunitaria. Esto resulta fundamental para la respuesta en esta nueva ola y debería tener lugar además de los esfuerzos para aumentar la aceptación de la vacuna y mejorar su cobertura.
5. Ampliación de la capacidad de los servicios de salud para hacer frente al aumento del número de casos. Es fundamental contar con planes de contingencia que permitan a los países adaptar y reforzar la atención primaria y organizar, y a veces ampliar, la capacidad hospitalaria de camas y unidades de cuidados intensivos para poder hacer frente a la creciente demanda generada por las altas tasas de incidencia. Estar preparados para abordar las consecuencias de la transmisión incontrolada y no dejarse sorprender por ello.
6. Mayor coordinación en las restricciones internas y transfronterizas a la circulación de personas. Requerir el certificado covid puede ayudar a incentivar la vacunación y esto es algo positivo. Sin embargo, no es la solución mágica y no debe generar falsas seguridades. Se necesita, además, un enfoque coordinado entre los países para regular su validez y sus características.
Con respecto a la variante ómicron, no debemos alarmarnos ni tomar medidas desesperadas que no resulten de evidencias claras. No hay razón para bunkerizar a Europa ni para estigmatizar a África. El cierre de fronteras y el aumento de las restricciones y requisitos de viaje no resolverán el problema de una variante que ya está circulando ampliamente por Europa. Para controlar la expansión es necesario ampliar la capacidad de hacer secuenciación genómica y vigilancia intensificada, y habrá que recurrir a las medidas arriba mencionadas dentro de los países.
No es momento de proclamar erróneamente que la pandemia ha terminado ni de pensar que se pueden tener unas Navidades como las previas a la pandemia. No cabe ni el autoengaño ni la autocomplacencia. La situación continuará así o incluso puede empeorar en las próximas semanas.
La situación epidemiológica que vive Europa precede al advenimiento de la variante ómicron, pero puede agravarse por su creciente penetración. Debemos actuar de manera unificada poniendo en marcha una estrategia integral que aborde todos los pilares mencionados anteriormente. En gran medida la respuesta está en nuestras manos.
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