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EDITORIAL
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Vértigo en Portugal

Los intereses políticos cruzados y el tacticismo electoralista arruinan la continuidad de António Costa en Lisboa

El presidente del Gobierno de Portugal, António Costa
El presidente del Gobierno de Portugal, António Costa, este jueves en la Cumbre Hispano-Portuguesa en Trujillo.Chema Moya (EFE)
El País

Tras la derrota del jefe de Gobierno socialista António Costa y la imposibilidad de sacar adelante los nuevos presupuestos, el presidente de la República, Marcelo Rebelo de Sousa, ha iniciado una ronda de contactos que puede conducir a una convocatoria electoral anticipada en Portugal. Lo paradójico de la situación es que el propio presidente prefiere no hacerlo y en términos de oportunidad ese anticipo no parece convenir a los partidos. También cogería en el peor momento a la oposición de centroderecha, que se encuentra en pleno proceso de elección de su candidato.

Llega así el final de un Gobierno socialista en minoría, sostenido con los apoyos negociados y puntuales de los partidos a su izquierda, sobre todo la amalgama de formaciones como Bloco de Esquerda y el histórico Partido Comunista portugués. El voto en contra del PCP a los presupuestos contrasta hoy con la abstención que permitió, el año anterior, la continuidad del Ejecutivo. Esta vez, de nada han servido las medidas de carácter social que aprobó el Consejo de Ministros la semana pasada, y que suscitaron además la irritación de la patronal (ante la que Costa llegó a disculparse). Entre esas medidas figuraban un Estatuto del Servicio Nacional de Salud, la mejora de las indemnizaciones por despido en algunas modalidades de contrato, y se aprobó una vieja reivindicación de la izquierda, el Estatuto Profesional para el sector de la cultura.

Con 108 diputados en la Cámara, los socialistas necesitaban para aprobar las cuentas a los 18 del Bloco de Esquerda o los 12 del PCP, pero estos han preferido dar fin a la etapa de sostenimiento del Gobierno iniciada en 2015. Aunque los tres partidos habían protagonizado algún desencuentro y era evidente la desconfianza mutua desde 2019, nadie se esperaba este abrupto final de lo que durante mucho tiempo se puso como ejemplo del entendimiento de las izquierdas, lo que se llamó la geringonça. Las elecciones municipales del pasado septiembre dieron malos resultados a los tres partidos. Se celebraron con una abstención por encima del 46% y los socialistas perdieron ciudades como Coimbra y Funchal, y sobre todo Lisboa (sin que ninguna encuesta detectase ahí el giro al centroderecha). Los resultados de las dos formaciones minoritarias fueron aún peores: el Bloco siguió sin conquistar una representación significativa en los municipios y el PC perdió frente a los socialistas alcaldías tradicionalmente suyas como Évora o Loures.

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En el baño de realidad de las municipales puede estar el origen de la decisión de abandonar al Gobierno en un momento determinante en Portugal, como en el resto de los países europeos. La previsión de crecimiento de la economía en 2022 es de un 5,5%, con un déficit del 3,2% y una deuda pública del 123% del PIB. En ese contexto, el país espera los 16.600 millones de euros de Bruselas para su plan de recuperación. Mientras llegan, Portugal puede verse inmerso en una campaña electoral y un hipotético cambio de Gobierno. Los partidos minoritarios han preferido ir al rescate del votante perdido, aunque nadie sabe nunca cómo se reparte la rentabilidad electoral de las rupturas en política.



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