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Colombia
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Iván Duque, el autor de moda

El Gobierno quiere utilizar la feria de Madrid para hacer política y aprovechar ese espacio de reflexión literaria para intentar convencer a los incautos de que la democracia en Colombia goza de buena salud

María Jimena Duzán
Ivan Duque
El presidente de Colombia Iván Duque, durante una entrevista con EL PAÍS en el Palacio de Nariño en Bogotá el 30 de mayo de 2021.Camilo Rozo

El Gobierno de Duque ha decidido utilizar la Feria del Libro de Madrid para invitar a escritores no por su calidad literaria ni intelectual sino por su grado de abyección a un régimen que tiene más del 77% de desaprobación.

Esa actitud tan propia de gobiernos autócratas quedó clara en la torpe rueda de prensa que dio el embajador colombiano en Madrid ante los medios españoles. Dejó expuestos, sin ningún tapujo, cuáles habían sido los criterios de selección para escoger a los escritores que van a ir la Feria del Libro en Madrid, entre los cuales –fíjese usted– parece que también va a estar el propio presidente Iván Duque.

El hecho de que el mandatario colombiano fuera escogido por un misterioso comité seleccionador, que nadie conoce, como uno de los autores representantes de las letras de Colombia también resulta sospechoso. Duque va a presentar el segundo tomo de su libro sobre la economía naranja en el que me imagino habla sobre cómo su Gobierno ha fortalecido las industrias culturales. No me he leído ni el primero ni el segundo tomo, pero sí sé que no estamos a frente a una obra que vaya pasar a los anales de la historia. La tal economía naranja ha sido un fiasco porque se ha dedicado a financiar solo a aquellas industrias culturales que son rentables por ser de consumo masivo, en detrimento de las que no lo son. Hablo del teatro, la danza y de las expresiones musicales que recogen nuestra cultura ancestral y que tradicionalmente el ministerio de Cultura, hoy prácticamente desmantelado, promovía.

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Por todo lo anterior, resulta hasta cínica la advertencia que hizo el embajador al inicio de su rueda de prensa peripatética, en la que confesó que se había cuidado mucho la selección de los invitados porque el Gobierno quería evitar que “una feria literaria se convirtiera en una feria política”.

Pongámonos serias: si uno de los invitados a la feria es el propio presidente, de entrada la feria es ya una feria política. Pero además, el hecho de que el presidente esté en la lista de los autores escogidos por un misterioso comité de la cancillería colombiana demuestra que los criterios de selección no fueron literarios sino políticos.

Es también muy rebuscado el argumento de que el Gobierno intentó hacer una selección de autores “neutros” para que las “conversaciones fueran agradables”, lo que equivale a decir que tampoco querían ni grandes controversias ni contrapunteos. “Ni para un lado ni para el otro”, dijo el embajador en la rueda de prensa. “A mí me gusta García Márquez porque me gusta, no porque sea de izquierda o de derechas, o me gusta Neruda porque me gusta lo que trasmite sin preguntarme por su ideología. Se ha tratado de tener cosas muy neutras donde prime el lado literario de la obra”.

Exigirle a un escritor, así sea veladamente, que no se meta en política cuando es un invitiado a una feria del libro es un acto de censura. Tan oprobioso como exigirle a un periodista que solo haga las preguntas que el entrevistado quiere responder. Eso de imponer una categoría de escritores neutros para que la crítica y los cuestionamientos no afloren no solo es un insulto al intelecto sino que deja mal parados a todos los escritores colombianos, sobre todo a los que resultaron seleccionados para la feria de Madrid. Los convierte en plumas condendientes, dóciles, e inofensivas que no son ni fu ni fa. No lo sabe el embajador, pero la literatura no es neutra, ni neutral, ni nada de lo que quiso decir. Con razón muchos de ellos, molestos por las declaraciones del Gobierno, renunciaron a ir a la feria, o decidieron pagar el viaje de su bolsillo.

También le salió mal al embajador poner de ejemplo a García Márquez para mostrar que la buena literatura no se nutre de la política. Basta con leer la obra de Gabo, cosa que evidentemente el embajador no ha hecho, para entender que Gabo escribía con el alma en la política. Si viviera, probablemente no habría sido invitado a esta feria porque no habría clasificado. Gabo no era tibio ni era un escritor neutro.

Queda claro que detrás de todas esas argucias está el temor de un presidente con serios problemas de gobernabilidad, que le teme a la crítica y que ha querido hacer una selección de escritores para que vayan a la feria del libro en Madrid con la intención oculta de que no pueden expresar sus opiniones sobre lo que está sucediendo en Colombia. Duque no quiere que hablen de sus vergüenzas en Madrid.

Que no se sepa que en sus cuatro años de Gobierno se incremantaron los asesinatos de líderes sociales y que volvieron las masacres. Y que la economía, sea naranja o no, está en ciudados intensivos. Que no se hable de los desmanes de la policía contra los jóvenes que protestan, ni de cómo esos atropellos a los derechos humanos los ha permitido con la tesis, sin fundamento, de que se trata de guerrilleros disfrazados de jóvenes descontentos. Que tampoco se hable de sus escándalos de corrupción, como el que tiene entre los palos a su ministra Karen Abudinen, quien le entregó un millonario contrato para construir puntos de internet a un consorcio integrado por varios de los corruptos que se robaron el anticipo de la avenida 26 de Bogota hace 20 años. Su insistencia en mantenerla en el cargo durante días -hasta, finalmente, pedirle la renuncia-, ha producido una reacción a todo nivel al punto de que su apellido Abudinen ha sido aceptado por el diccionario de la RAE como uno de los nuevos verbos –abudinar– que se ha creado en el habla popular de Colombia para hacer referencia a robar y a estafar.

Aunque el embajador se ha retractado de estas declaraciones y le ha pedido disculpas a los escritores seleccionados por haberlos llamado autores “neutros”, pocos creen que fue una metida de pata. Eso de apelar a los neutros y apolíticos es una manera muy colombiana de censurar a la intelectualidad y de trazarles un límite que en Colombia ni siquiera se le impone a los funcionarios públicos que son los únicos que no pueden participar en política.

En fin, el Gobierno lo que quiere es utilizar la feria de Madrid para hacer política y aprovechar ese espacio de reflexión literaria para mostrar sus propias cifras, sus propias ficciones, e intentar convencer a los incautos de que la democracia en Colombia goza de buena salud. El Gobierno fue el que politizó esta feria. Y, en el fondo, lo que quiere es evitar que unos escritores, considerados por el régimen como ‘castrochavistas’, le agüen la autopropaganda que tiene montada en Madrid. Esa es la real obra literaria de Duque, armar esa ficción de país, no los tomos sobre la economía naranja.

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