La alargada sombra de China
Xi Jinping rechaza firmemente la politización de la pandemia y acusa a EE UU de abrazar la teoría de la conspiración, pero la brecha entre las dos evidencias se estrecha
Confundidos en la Europa rica por el espejismo de la combinación del avance en las vacunas y la luz caliente del verano que anhelamos, creemos ver ya el oasis del principio del fin de la pesadilla pandémica. Alegremente se ha llegado a pronosticar la llegada de unos nuevos años 20 gloriosos y desenfrenados. Olvidamos que la salida del largo túnel solo se producirá cuando todo el planeta sea vacunado. Las imágenes de Ceuta con bebés y menores africanos en el agua saliendo del túnel para alcanzar el oasis europeo nos devuelven a la realidad.
Es prudente admitir que vivimos tiempos peligrosos y no solo por la amenaza global y mutante que el coronavirus proyecta sobre la salud. El aumento de la desigualdad; la laminación de las clases medias; el ascenso de populismos y autocracias; la retirada de la democracia; la desestabilización de Europa inducida por Putin; la represión transnacional (término acuñado por Freedom House) ejercida por el último dictador europeo contra un avión comercial para detener a un disidente. Terrorismo de Estado en el caso del joven periodista bielorruso, Roman Protasevich, que volaba de Atenas a Lituania. La capacidad de presión internacional es limitada porque para Putin el camarada Lukashenko es uno de los suyos, de la escuela del KGB.
Pérdida de la seguridad, aumento de la incertidumbre. “No estás seguro. Nunca estás seguro. No incluso si estás en una democracia; ni si tienes asilo político ni incluso si estás sentado en un avión comercial a miles de metros de altitud.” La periodista e historiadora Anne Applebaum, autora de El ocaso de la democracia. La seducción del autoritarismo, Debate. Menos seguro te sientes si eres un opositor a Putin, Navalni envenenado, el periodista crítico saudí, Khashoggi, engañado para salir de EE UU y asesinado por desmembramiento en el consulado saudí en Estambul.
Y la gran cuestión de nuestra época: la sombra cada vez más alargada del ascenso de China, la competencia por la supremacía mundial. Pekín aprieta en Hong Kong reduciendo los restos de democracia legada por los británicos, se rearma, y muestra su superioridad en la red de comunicaciones 5G, compitiendo bien en semiconductores, Inteligencia Artificial y robótica, tras llegar a Marte. Washington trata de contener el adelanto tecnológico de Pekín.
Biden concede 90 días a sus servicios de inteligencia para que diluciden con nuevos datos si el coronavirus se inició en la naturaleza, por la transmisión de un murciélago a seres humanos, o se escapó del avanzado Instituto de Virología de Wuhan que realizaba sofisticadas practicas de investigación sobre un virus. ¿Un accidente? ¿Luego encubierto por China? Las dos posibilidades son plausibles, pero la segunda está lejos de ser probada aunque faltan datos suficientes para descartarla del todo. Xi Jinping rechaza firmemente la politización de la pandemia y acusa a EE UU de abrazar la teoría de la conspiración, pero la brecha entre las dos evidencias se estrecha. Cómo puede el mundo prepararse para una futura pandemia cuando no sabe con seguridad de donde vino la actual, se pregunta The Economist. Que poco sabemos. fgbasterra@gmail.com
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