_
_
_
_
Columna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las columnas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

La “maldición federal” europea

Este virus consiste en el declive, la desaparición o la caída a la irrelevancia de gobernantes contrarios al enfoque común sobre la recesión pandémica

Xavier Vidal-Folch
Un simpatizante de Alternativa para Alemania (AfD) en Erfurt con una bandera alemana en la que se lee: "Nosotros somos el pueblo".
Un simpatizante de Alternativa para Alemania (AfD) en Erfurt con una bandera alemana en la que se lee: "Nosotros somos el pueblo".Hannibal Hanschke (Reuters)

Desde los años noventa se propagó entre las élites de Europa una epidemia mal llamada “maldición de Maastricht”: el mal de ojo aquejó a enemigos de la unión monetaria, euroescépticos y populistas que frivolizaron contra el euro. Muchos gobernantes cayeron por culpa de ese alineamiento. El más notorio, Silvio Berlusconi.

Ahora parece iniciarse algo parecido, corregido y aumentado. El momento Hamilton vivido por la UE en 2020, al lanzar el plan de recuperación y su financiación mediante los revolucionarios eurobonos; la unidad de los 27 frente al separatismo del Brexit, y la derrota de los seguidores locales de Donald Trump (y de este) se prolonga en 2021 bajo forma de una “maldición federal”.

Consiste este virus en el declive, desaparición o caída a la irrelevancia de gobernantes contrarios al enfoque común sobre la recesión pandémica, anclados en viejas recetas soberanistas, y reticentes a culminar, redondear y expandir los avances federalizantes esbozados en 2020.

Haz que tu opinión importe, no te pierdas nada.
SIGUE LEYENDO

El primer signo lo dio Alemania. La democracia cristiana eligió como sucesor de Angela Merkel al frente del partido a un centrista de línea europeísta, exeurodiputado en Estrasburgo, Armin Laschet, en rivalidad con el derechista austeritario Friedrich Merz. Y las recientes elecciones de los länder de Baden-Württemberg y Renania-Palatinado, aparte de las variaciones en los partidos vencedores, arrojan un dato clave: la caída de la ultraderecha antieuropea, Alternativa para Alemania, desde el 15,1% (y 12,6%) de los votos al 9,7% (y 7,6%). Y con ello, su desplome como opción para encabezar el conservadurismo.

En Holanda, el liberal-conservador Mark Rutte acaba de renovar su liderazgo. Pero su socio demócrata cristiano, Wopke Hoekstra, que estigmatizó al Sur al discutir el plan de recuperación, cayó un 20%; el segundo partido, el del ultra Geert Wilders, pasó a cuarto y logra su plaza el liberal-progresista D-66, al mando de una prometedora Sigrid Kaag: europeísta y anrirracista.

En Italia, a la elección como primer ministro de quien rescató el euro, Mario Draghi, se le unen los nuevos liderazgos en el Movimiento 5 Estrellas, con Giuseppe Conte —sin resabios antieuropeos—, y en el PD, con Enrico Letta, cuyo último cargo ha sido el de presidente del Instituto Jacques Delors.

Mientras, los autócratas eurohostiles polacos cosechan otros fracasos en el Tribunal de la UE y los húngaros tienen que abandonar el grupo parlamentario del PPE. Hermoso vendaval.

Más información

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_