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Columna
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Hoy es 10-M

Tras la explosión del 8 de marzo de 2018 en todo el mundo, y particularmente en España, parecía que se había roto el maleficio

Pepa Bueno
Feminismo
Mujer teletrabajando en casa mientras ayuda a sus hijos con los deberes, en Madrid.Carlos Rosillo

Dice Miren Iza, la lideresa del grupo Tulsa, que las bandas musicales de mujeres consiguen mucho foco cuando empiezan, pero que esa atención dura muy poco. Como si nadie esperara de ellas nada más que el hecho de hacer el grupo —oh, sorpresa, unas chicas con guitarra, bajo y batería— y luego ya se perdiera interés en su evolución, la música que hacen, los riesgos que asumen o los territorios que exploran. Eso sobre lo que hay páginas y páginas escritas sobre las bandas de ellos, de cualquier banda, aunque sea medianita de talento.

Algo así pasa con el feminismo, pensamiento político y movimiento social que a efectos de ocupación del espacio público es como un Guadiana. Tras la explosión del 8 de marzo de 2018, en todo el mundo, y particularmente en España, parecía que se había roto el maleficio. Que la potencia popular demostrada, su transversalidad, las cifras de la discriminación incontestable que aún perdura y la solidez de los debates se habían instalado ya como un factor central del cambio de modelo global al que estamos abocados.

Pero en estas llegó la pandemia y cobraron todo su valor esas palabras de Simone de Beauvoir que se repiten casi cada 8-M: “No olvidéis jamás que bastará una crisis política, económica o religiosa para que los derechos de las mujeres vuelvan a ser cuestionados”. O más recientemente, tras el éxito de la movilización de 2018, la prudencia de la referente española Celia Amorós: “Todo movimiento tiene marcha atrás. Hay que ser cuidadosos, tenaces, tener capacidad de acción y de convicción”.

De intentar la marcha atrás ya se están ocupando las fuerzas reaccionarias crecidas a rebufo del miedo a los cambios. Tropiezan, sin embargo, con la realidad. Con las veinteañeras que quieren calles seguras también para ellas. Con las treintañeras que quieren ser madres y no se lo pueden permitir y con las que no quieren y no soportan la presión de que las consideren incompletas. Con las mujeres maduras que se niegan a dejar de existir mientras a ellos las arrugas les dan prestigio. Con la trampa del teletrabajo si sirve para volver a meter a las mujeres, y solo a ellas, en casa. Con la precariedad de género, con la tiranía de la imagen, con la violencia machista. Hoy es 10 de marzo y todo eso sigue ahí. @PepaBueno

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