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Donald Trump
Columna
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El golfo de México y el acto de nombrar. Xëë

El peso simbólico que puede implicar este cambio forma parte de las afrentas de Trump en contra de la población migrante del país

Mapa de México y el Caribe de 1800.
Mapa de México y el Caribe de 1800.ideabug (Getty Images)
Yásnaya Elena A. Gil

Siempre que se estudian los nombres de lugares, de zonas geográficas, de lenguas o incluso de personas, debemos hacernos las siguientes preguntas: ¿quién nombra y qué es lo que se nombra? En muchas ocasiones el acto de nombrar, y que este nombre se considere el oficial o sea el más conocido, tiene que ver con actos de poder. Por esta razón, muchos pueblos indígenas defienden el derecho a ser nombrados con el término que ellos mismos utilizan, dado que, en muchos casos, los términos oficiales tienen connotaciones negativas. El pueblo me’phaa prefiere este término y no tlapaneco como históricamente le ha nombrado el Estado Mexicano. El pueblo ikoots rechaza el término huave como ha aparecido en registros oficiales a través de la historia. Nombrar despliega muchas implicaciones, por ejemplo, el término ‘dialecto’ para referirse a idiomas indígenas se comenzó a utilizar como una estrategia del Estado mexicano para hacerlas notar como menos valiosas con respecto del español, al que llamaron ‘lengua nacional’. Lamentablemente, hasta ahora es muy común leer en documentos oficiales del Poder Judicial o escuchar en boca de políticos la palabra ‘dialecto’ para referirse a las lenguas originarias.

Los nombres de lugares, también conocidos como topónimos, guardan memoria histórica del lugar. En la península Ibérica, los topónimos de origen árabe evidencian la continua presencia musulmana en el área por ocho siglos, como sucede con el nombre de Guadalajara, que después se utilizó para nombrar a una conocida ciudad mexicana para honrar a unos de los colonizadores. Por otra parte, el uso del náhuatl como lengua franca durante varios siglos en México se hace patente en la gran cantidad de topónimos que proceden de esta lengua. En el caso de la Región Mixe, en donde nací, una gran parte de la toponimia oficial esta conformada por traducciones de la lengua mixe al náhuatl. En múltiples idiomas, los lugares pueden tener nombres distintos que van más allá del nombre oficial, por ejemplo, la Ciudad de México también se llama Nëëwenp (‘el lugar del agua’ en lengua mixe), Giajmïï (‘sobre el agua’, en chinanteco), Nangi ndá (‘la tierra en medio del agua’ en mazateco) o Kuríhi (‘dentro del agua’ en chichimeco jonaz) entre otros muchos nombres que nos recuerdan el origen acuoso de esa gran ciudad. El nombre de un lugar específico, México, se tomó después como nombre de todo el país, es por eso que, en memoria de esto, en muchos territorios aún decimos que ‘vamos a México’ cuando vamos a la ciudad capital.

Abrogarse el poder de nombrar evidencia muchas veces el establecimiento de relaciones asimétricas. El colonialismo fue, en muchas ocasiones, un proceso mediante el cual se impuso un nuevo sistema para dar nombre a todo aquello que pensaban recién descubierto. El nombre oficial de este continente se determinó en honor de Américo Vespucci, aunque la importancia de este personaje sigue discutiéndose y todavía hay quienes defienden que este continente debió haber llevado el nombre de Cristóbal Colón. Esta discusión deja de lado los nombres que estos territorios debieron tener antes de la llegada de los europeos; en medio de una lucha por cuestionar la tradición eurocéntrica y colonial, el Consejo Mundial de Pueblos Indígenas ha utilizado el nombre “Abya Yala” desde 1977 para referirse a este continente, este nombre fue tomado de la lengua kuna que se habla por pueblos originarios ahora ubicados en Panamá y Colombia.

La propuesta del presidente electo de Estados Unidos, Donald Trump, de renombrar el golfo de México como golfo de América ha desatado una nueva ola de discursos nacionalistas y evidencia una vez más que, detrás del acto de atribuirse el derecho de nombrar, hay mecanismos de poder. El peso simbólico que puede implicar este cambio forma parte de las afrentas de Trump en contra de la población migrante de México y muestra su renovado ánimo imperialista, esa propuesta tiene el propósito de imponer un poder que se refleje también en el nombre. Además, como ya sabemos, el uso de la palabra América resulta problemático, aunque este nombre fue instituido para designar a todo el continente, en inglés se le usa frecuentemente para nombrar sólo a un país. En honor de varias narraciones de origen en lenguas indígenas del norte del continente, muchos pueblos nativos nombran como Turtle Island (Isla Tortuga) al territorio que comprenden Norteamérica y Centroamérica). Más allá de los límites impuestos por los Estados Nación, los territorios tienen nombre propuestos desde múltiples resistencias: los nombres también se disputan.

Más allá del debate nacionalista, quedan entonces algunas preguntas: ¿Cuántos nombres en las lenguas indígenas de México que han convivido históricamente con este golfo no conocemos o han quedado en el olvido? ¿Cuál sería el nombre de lo que hoy llamamos golfo de México en la lengua de los guanajatabeyes que habitaron el extremo occidental de Cuba o en la lengua del pueblo calusa que habitó en Florida? ¿Cuál es el nombre de ese golfo en las lenguas de los pueblos que han habitado esa área por miles de años y que la colonización borró?

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