_
_
_
_

Arnoldo Kraus: “En el mundo hay una trilogía cancerosa: políticos, empresarios y ministros religiosos”

El médico y escritor mexicano confía en la bioética laica como la filosofía del siglo XXI que debe arreglar el planeta

Arnoldo Kraus
Arnoldo Kraus en su consultorio, en Ciudad de México.Mónica González Islas
Carmen Morán Breña

“Soy ateo profesional. Cuando dicen que solo dios tiene derecho a dar y quitar la vida, me vomito”. Rotundo. Arnoldo Kraus Weisman es de esas personas que han sabido hacer del pasado y del presente un campo de conocimiento para el futuro. Nació en Ciudad de México hace 71 años, hijo de una familia judía que perdió en los campos de concentración una decena de hermanos. Ha vivido de cerca la religión y el fanatismo, la pobreza y el bienestar, por parte de padre y madre. En su consultorio médico del gran hospital ABC se dedica a escuchar a los pacientes, muy pocos tienen algo de cuidado, lo que quieren es que se les escuche, asegura. Su batalla ahora, sobre lo que escribe, es la bioética laica, en la que deposita toda la esperanza para que el mundo se desprenda del lanugo de la injusticia y la desigualdad. Lamenta que la conversación se ha perdido y se muestra inquieto con la deriva del planeta. “Es muy difícil salir a la calle y encontrarte con dios. Es bastante complicado”. No ha perdido el humor.

Pregunta. Dice sentirse desilusionado, casi deprimido por el momento actual del mundo, ¿esto no será hormonal, doctor?

Respuesta. Hormonal masculino, por mi edad, no. No es por eso por lo que estoy deprimido y desasosegado. Mi ecuación, voy a decirlo un tanto altaneramente, siempre es perfecta. Parte de lo siguiente: hoy viven más científicos dedicados a lo que ustedes quieran que todos los que han vivido en siglos previos, el conocimiento se ha multiplicado. Aplicarlo debería ser una meta humana, distribuirlo. Eso es justicia. Pero, digan lo que digan en el Banco Mundial y en el Fondo Monetario Internacional, y otros grandes optimistas en Boston y Harvard, hoy el mundo no es veraz, si uno visita Haití o la sierra de Oaxaca… O los que mueren en los mares de todo el mundo, testigos vivos de que esa mejoría de la que hablan sobre el hambre, el agua, etcétera, debe cuestionarse mucho. Hemos fracasado, el ser humano genera conocimiento con un determinado fin, el principal es la ética, dedico parte de mi tiempo a escribir sobre bioética, es la ciencia del mal menor, y no, no estamos cumpliendo en muchos sentidos.

P. ¿Quién está fallando, no serán los científicos?

R. Hay una trilogía cancerosa, políticos, empresarios y ministros de culto. Primero los políticos, ¿cuántos admiro en el mundo? Serían pocos y tendría que pensarlo. Sus aliados, los empresarios, que trabajan como si fueran políticos o viceversa. Y los ministros religiosos, sobre todo los que tienden al fanatismo. Es una trilogía cancerosa y prácticamente intratable, detentan el poder y se lo van pasando. ¿Cuántos son admirables en el mundo? Me gustaba [la alemana Angela] Merkel, la primera ministra de Nueva Zelanda [Jacinda Ardern], Australia, Canadá, aunque también hay racismo. Pero, caray, hay que rescatar a unos pocos. Empresarios comprometidos con la gente, no sé el porcentaje, pero son escasos. No podemos escapar de esto. ¿Seguimos creyendo en la política como única forma de vida? ¿En el matrimonio como única forma? Pues no, claro que no, hay que regresar un poco a los anarquistas, un poco, porque ofrecían otras posibilidades al menos esperanzadoras, fundamentadas en una mejor distribución de lo que hay y una cuestión más ética para empoderar a la gente que no lo estaba, y quizá también a las mujeres.

P. Los pueblos no tienen la culpa de quienes les gobiernan, ¿o sí?

R. Hay frases que hay que modificar, hasta cierto punto, los pueblos sí tienen los políticos que se merecen. Pero, por poner un ejemplo, a los esposos Ceaucescu los colgaron [en Rumanía], no es que me dé alegría que los colgaran pero se me hace que fue un acto de justicia absoluto; a Mussolini y su amante, algo parecido.

P. A Hitler también le alzaron los votos.

R. De acuerdo, pero esos que he mencionado son actos en los que el pueblo dijo: ya no, Ceaucescu, ya no, Mussolini, ya no. Los pueblos tienen que exigirle más a la gente que va a dirigir. Pero fracasamos, fracasamos absolutamente, cada vez se vota menos, es un círculo vicioso, maligno, cuanta menos gente vota más se encumbra a cualquier otra persona de las que uno no quiere.

P. Habla de un fracaso de la raza humana.

R. Sí, hablo de eso. Kant nunca caminó más de 30 kilómetros a su alrededor, pero desde su nicho dijo que el mal está determinado ontogénicamente, lo que significa que ya desde la formación intrauterina hay un gen del mal, no se ha descrito, pero me gusta jugar con las ideas, algún día se descubrirá el gen del mal, estoy un poco ironizando, pero nos vamos conformando… La distancia entre pobres y ricos va aumentando. La raza humana es mala, yo diría que sí.

P. ¿Y la religión, la ve como un peligro social?

R. La religión como tal no, quienes las dirigen sí. Yo soy hijo de padres judíos, muertos ya, polacos. A mi padre le mataron a 9 de 11 hermanos, y a mi madre a su hermano Arnoldo. Hablo con cierto sesgo, pero esa familia judía de Polonia era pobre y muy religiosa. ¿Dónde estaba dios? ¿Dónde está dios ahora? Es muy difícil salir a la calle y encontrarte con dios. Es bastante complicado. Si esto nos lleva al libre albedrío nos tendremos que ir a una cantina para seguir hablando. Dicen que dios otorga el libre albedrío, híjole, está cabrón que eso sea cierto, una mujercita en la calle de 15 años, con un bebé a cuestas y con hambre, ¿cuál es el libre albedrío?

“Las religiones son una fuente de odio”

P. Su amigo el arqueólogo Eduardo Matos Moctezuma [recientemente galardonado con el Premio Princesa de Asturias] dice que los dioses fueron el gran invento de los seres humanos. Entonces, ya no podemos echarle la culpa a dios de lo que pasa.

R. No podemos, una gran putada, sí. En las iglesias todos intentan convencerte de que habrá una vida mejor después, y de que los actos malos de acá tienen que ver con nosotros, o sea, que también tratan de eximir a dios. Dios es muy excluyente, excluye porque ya somos muchas religiones, que son una buena fuente de odio. El problema inicial es pensar en la existencia de dios, ese es el problema del ser humano, porque si te responsabilizas tú de todas tus acciones o si te comportas con el otro como con la gente a la que quieres, ya eres un gran religioso.

P. Mucha gente cree que si no eres religioso no tienes valores.

R. Eso es de los muy religiosos, excluir. Es una gran confusión. La gente que tiene dosis mayores de religiosidad siente desprecio, te excluyen, porque no comulgas con ellos. La religión no admite razones, es cuestión de fe, es imposible dialogar, se trata de mitos impenetrables. Hay porciones interesantes dentro de la religión, yo empatizo con los jesuitas, con el teólogo Leonardo Boff, con la Teología de la Liberación, Casaldáliga, Camilo Torres. Yo me la paso diciendo: si eres religioso tienes que ser de izquierdas. La izquierda bella. Ya no sé qué es la izquierda, no tengo idea.

P. ¿Cree en la superioridad moral de la izquierda?

R. ¿Yo?

P. Usted.

R. Sí. Creía. Pero qué país de izquierda se puede seguir hoy en día, ilústreme.

P. No tienen por qué ser una cosa de políticos o gobiernos, sino de pueblos, o de individuos.

R. La idea de la izquierda, claro que comulgo con ella. Hay comunidades donde se puede ejercer esto, pero la izquierda como tal, no conozco a ningún país que se rija por ideas de izquierda bellas e interesantes.

P. Pero hablaba de la Teología de la Liberación. ¿Si eres religioso, luego bueno, tienes que ser de izquierdas?

P. Hay 3.500 millones de pobres y las religiones tienen que ver con esa cotidianidad, tienen que inclinarse por la gente que no come, que no tiene escuela, y eso es una forma de seguir ideas marxistas o de izquierda, yo eso lo hacía muy bien cuando era joven, íbamos a alfabetizar a las comunidades y a decirles que no bebiesen pulque. No pienso que haya superioridad moral, pero sí una idea de equidad, bondad y justicia en esto que llamamos izquierda, pero hoy, quiero pensar qué país… [piensa] Portugal, a lo mejor, me cae muy bien Portugal, España no me cae bien, México me cae pésimo, porque se anuncian como un gobierno de izquierda.

P. Dice que cuanto más se posee más se desprecia la sabiduría. ¿No será también al revés, cuanta más sabiduría se tiene más se desprecia lo material?

R. Sabiduría. Hay un poema muy bonito de T. S Elliot, en el que habla de la diferencia entre información, conocimiento y sabiduría. Hay diferencias grandes, la sabiduría a la que hace alusión es un gran bien al que se llega después de haber leído y descartado, y después de haber dialogado con personas. Cuando posees cierta sabiduría, que yo quisiera pensar que siempre va hacia lo positivo, encontraría que podría haber más equidad, pero creo que la sabiduría como tal está desapareciendo. Vivimos de información, de fake news, y programados al conocimiento, pero se llega poco a la sabiduría. Recordemos, no siempre la sabiduría es bondadosa. Hay que recordar los campos de concentración, y no hablo con sesgo judío, en la mañana quemaban a gente y en la tarde oían a Beethoven y leían poemas de Schiller, se regodeaban con Goethe…

P. Bueno, pero eso cae más del lado del conocimiento que de la sabiduría, ¿no?

R. Sí, está bien, acepto la enmienda.

P. ¿Por qué parece que la desinformación va ganando la partida en un mundo con las mayores posibilidades de informarse?

R. No sé si exista algún estudio que contraponga el número de noticias falsas con las verdaderas, sí conocemos el número de mentiras que decía Trump cada día, o las que dice López Obrador. La gente que es sorda, no se ha informado o no tiene capacidad de discernimiento (ojo, no hablo de pobres o de gente sin educación) cómo va a diferenciar lo que es veraz, cuando se sigue lo que dice Bolsonaro al pie de la letra, y la gente mama eso, porque se trata de fanatismo, cuando eres fanático la razón desaparece.

P. Pero los políticos mienten, si se quiere, podemos decir que ha ocurrido toda la vida, pero ahora hay un terreno más abonado para que se supiera distinguir y es cuando nos meten más goles.

R. Es que tienen mucho poder los creacionistas. Empezando por Sarah Palin. Esta escuela tiene un gran poder. Yo les decía a mis hijas cuando eran pequeñas que el bien se contagia muy difícil y el mal muy fácil. Y las ideas inadecuadas pegan muy bien y cuesta más trabajo desmontarlas.

P. Usted es escritor, ha oído hablar de la cancelación, de la que se quejan todos, los de derecha, los de izquierda, las feministas, los transexuales. Es un obstáculo a la conversación, pero ¿dónde poner el fiel de la balanza, quién debe cancelar o no la cuenta de Trump?

R. No lo puedo responder, pero [la cancelación] existe y es grave. Quién debe tener los principios y cuáles son los adecuados. Quiero pensar optimista, me la paso repitiendo que la ética es lo que debe salvar al mundo, la filosofía del siglo XXI debe ser la bioética, porque entenderemos mejor cosas que suceden. Debería cambiarse el currículo escolar, seguir las materias clásicas, pero al lado de ellas debería haber bioética, exponer a los chicos ante los refugiados climáticos, frente a las mujeres que caminan desde Centroamérica buscando a sus hijas, seguramente muertas, y a otras realidades. Y son, precisamente, las materias que han caído del currículo escolar en todas partes. Debería existir una escuela del dolor, y sus diferentes significados. Cómo quedaría la mirada de un chico de seis años u ocho si traemos a un campesino mexicano a explicar cómo era su parcela, qué le decían sus abuelos, cómo eran el agua y los pájaros… sería una lección magistral. Todo desde un punto de vista ético laico. Quizá crecieran reclamando cosas más sensatas, como hizo Greta Thunberg, la sueca, que fue genial.

“Démosle una oportunidad a la bioética laica”

P. Entonces ¿si tiene un poco de esperanza en la juventud?

R. Tendría yo que preguntárselo a Pessoa. Sí, sí existe esperanza, por eso estamos hablando. Escribo porque siento un compromiso con lo que defiendo, justicia, equidad, denuncia al poder. No sé si sirva, pero alguna gente te sigue. El mal tiene más poder que el bien. Démosle una oportunidad a la ética laica.

P. A lo mejor el mal es tan poderoso porque no es solo cosa de un gen, sino de un paquete entero.

R. Varios cromosomas, sí, escríbalo, pero diga que es una idea suya, ja ja, ja.

P. El feminismo se alza como un movimiento anticapitalista, con unas tesis económicas, que defiende la ecología, la vida sustentable, que preconiza la igualdad, ¿lo observa como movimiento que pudiera traer alguna solución entre todos los fracasos que describe?

R. Yo soy feminista, sí. Las mujeres que tienen madres feministas están creciendo con más sabiduría en cuanto a su posición en la vida, que deben ser independientes, trabajar, que no tienen que estar apegadas al esposo para que él dicte las reglas sobre cómo y cuándo se gasta el dinero. Y creo que esos movimientos están teniendo auge y poder, pero de nuevo, caray, hay que distinguir entre quienes tienen y no tienen derecho a la voz.

P. Médico, escritor, profesor, miembro del seminario de Cultura Mexicana, miembro del Colegio de Bioética, columnista, ¿no está cansado?

R. No, no estoy cansado, utilizo una frase que parece grosera pero no lo es: me la paso diciendo que hay que cogerse a la vida, cuando digo eso, el sexo solo es una pequeña parte, lo demás son incontables pasiones.

P. ¿Seguro que toma algo? Confiese.

R. No. Llegando a mi casa, un par de copas de alcohol y un puro.

Suscríbase aquí a la newsletter de EL PAÍS México y reciba todas las claves informativas de la actualidad de este país

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Sobre la firma

Carmen Morán Breña
Trabaja en EL PAÍS desde 1997 donde ha sido jefa de sección en Sociedad, Nacional y Cultura. Ha tratado a fondo temas de educación, asuntos sociales e igualdad. Ahora se desempeña como reportera en México.

Más información

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_