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El presidente de las cinco mentiras diarias

Donald Trump, que hace continuamente afirmaciones falsas o engañosas, encarna el concepto de posverdad

Trump, este miércoles a su llegada a China.
Trump, este miércoles a su llegada a China.Andrew Harnik (AP)

Al año de la victoria electoral de Donald Trump, se llega con rotundidad a una conclusión: el presidente de Estados Unidos vive en muchas ocasiones en un universo paralelo. Trump hace continuamente afirmaciones falsas o engañosas. Su afán por la hipérbole y su hipersensibilidad a la crítica han afianzando a los medios de comunicación como su peor enemigo. El republicano acusa, sin pruebas, de mentir a la prensa incómoda que destapa sus mentiras. El pulso ha erosionado a políticos y periodistas, ha polarizado la opinión pública y ha convertido el hasta hace poco vaporoso concepto de posverdad en uno de máxima realidad y preocupación.

Trump dice de media al día cinco afirmaciones falsas o engañosas, según un pormenorizado recuento del diario The Washington Post. Con datos del pasado 10 de octubre, en esos 263 días como presidente, el multimillonario neoyorquino había hecho 1.318 afirmaciones de ese tipo. Algunos de los últimos ejemplos son sostener que Estados Unidos es el país que paga más impuestos del mundo o exagerar los impactos de los huracanes Harvey y María.

Hasta el 10 de octubre, el presidente hizo 1.318 afirmaciones que no eran verdad, según The Washington Post

El pasado 16 de octubre ejemplifica la realidad alternativa de Trump. En una rueda de prensa junto al líder republicano del Senado, Mitch McConnell, el mandatario mintió al menos en cinco ocasiones, según un análisis de la publicación Axios. Trump dijo que él y McConnell están “más cerca que nunca” pese a que el mandatario ha sugerido que debería dimitir. Trump dijo que los anteriores presidentes “no llamaron” a los familiares de soldados muertos en combate, lo que es falso. Aseguró que la ley sanitaria de Barack Obama está “muerta” cuando la realidad es que sigue vigente precisamente porque fracasó el plan republicano de reformarla. También alegó tener los votos suficientes para aprobar en ese momento dicho plan pero ninguno de los legisladores que votaron en contra había cambiado de opinión. Y finalmente esgrimió que no se ha demostrado que su equipo se coordinara con la injerencia electoral rusa. La realidad es que el fiscal especial, Robert Mueller, investiga ese extremo y ha realizado las primeras imputaciones.

Que Trump mienta no es una sorpresa. Al fin y al cabo, antes de llegar a la Casa Blanca, aseguró que “miles” de personas celebraron en Nueva Jersey los atentados del 11 de septiembre, que él se opuso desde el principio a la invasión de Irak en 2003 y que “millones” de personas votaron ilegalmente en las elecciones de 2016. Son tres falacias.

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Tras asumir la presidencia en enero, Trump y su equipo han hecho suya la máxima de que es bueno difamar porque algo queda. Lo hicieron desde el principio. En el primer día completo de Trump como mandatario, Sean Spicer, entonces portavoz oficial, afirmó que no había duda alguna de que la investidura presidencial de la víspera había sido la más masiva de la historia pese a que las fotografías aéreas revelaron lo contrario. Al día siguiente, la asesora Kellyanne Conway acuñó un término ahora célebre sobre el número de asistentes a la investidura: el Gobierno, sostuvo, manejaba “hechos alternativos”.

La exageración y los ataques feroces a sus rivales conectan con el ADN del populismo político de Trump que lo catapultó a la Casa Blanca: su retórica desenfadada contra el lenguaje políticamente correcto y el status quo, que tanto encandila a su fiel base de votantes, alérgica a todo atisbo de establishment. Nadie mejor que la prensa simboliza esa cruzada. “Son una vergüenza”, dijo en abril Trump sobre los periodistas al ausentarse de la cena de corresponsales a la que suele acudir cada año el presidente.

Al día siguiente de asumir el cargo, Trump declaró una “guerra” a los medios de comunicación. Y nada le ha frenado. El presidente, obsesionado con la cobertura mediática, ha tergiversado el concepto de “noticias falsas” para emplearlo ante cualquier información que le sea crítica. También ha amenazado con retirar la licencia a medios críticos y ha alentado a la violencia contra la cadena CNN, blanco favorito de su ira.

El embate, sin embargo, deja un paisaje divisivo. Una encuesta de mediados de octubre de la Universidad Emerson preguntó a votantes registrados de quién se fiaban más de si los medios de comunicación o de Trump: un 51% escogió a los periodistas y un 49% al presidente. En el mismo sondeo, Trump recibió una aprobación del 44% de los votantes y una desaprobación del 50%.

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