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El exilio heredado de Ana Negri

La autora, nacida en México, hija de argentinos represaliados por la dictadura, publica ‘Los eufemismos’, una reflexión sobre el destierro y las cargas familiares

Ana Negri
La escritora Ana Negri en una librería de Ciudad de México el día 08 de diciembre de 2021.Hector Guerrero
Alejandro Santos Cid

De sus padres, Ana Negri heredó el exilio. El sentimiento de desarraigo y un acento extraño, que a fuerza de crecer lejos de la tierra familiar, se convirtió en una lengua mestiza, apátrida, fronteriza. Sus padres tuvieron que huir de Argentina en 1975, perseguidos por los militares que un año después impondrían la dictadura de Jorge Rafael Videla. Y ella se crio en dos mundos, el de su casa y el del exterior. En un hogar en Ciudad de México que era un reducto porteño. Que sonaba a tango y sabía a ñoquis y dulce de leche. Un colegio al que acudían otros hijos de exiliados. Y la calle, el mundo de afuera, donde no era argentina ni mexicana.

De niña intentó obviar la carga familiar que supone el destierro, pero ese elemento, que marcó para siempre la vida de sus progenitores, acabó instalándose también en su ADN. Este año, la autora ha publicado Los eufemismos (Ediciones Antílope, 2021), su primera novela, en la que se adentra en esas sensaciones a través de la relación entre una madre y una hija con una historia casi idéntica a la de su propia familia.

Una tarde de diciembre en Ciudad de México, Negri (38 años) llega a la cita en una librería-cafetería con luces cálidas, madera y paredes de ladrillo. Viste sencilla, con vaqueros y un jersey negro sobre el que cae el pelo del mismo color. A menudo hace largas pausas entre preguntas, como si se bloqueara por un instante, pero de inmediato ríe y las palabras vuelven a salir como un torrente. Su vida se habla y se vive en dos latitudes; dos acentos; dos gastronomías; dos maneras de entender el mundo; dos países de origen. En uno de ellos creció, llamando “tíos” a compañeros del exilio de sus padres, rodeada de una familia política, porque la de sangre estaba a miles de kilómetros. El otro es una nación que, hasta que fue adulta, solo conoció a través de los relatos y las cicatrices de sus padres.

En el libro, —publicado por primera vez con la editorial chilena Los libros de la mujer rota (2020)—, Negri ficcionaliza su propia realidad a través de la historia de Clara, una especie de álter ego de la autora, también hija de exiliados argentinos, que tiene que pasar por años de procesos burocráticos trabados e imposibles para conseguir el juicio de reparación de su madre, una medida que se empezó a promover en los 90 en Argentina para intentar indemnizar a los represaliados de la dictadura. Pero la madre de Clara empieza a desarrollar problemas psicológicos fruto de los años de persecución política —como también le sucede desde hace 15 años a la madre de la autora—, una paranoia episódica por la que siente que está siendo vigilada, que en cualquier momento un comando armado va a aparecer para detenerla.

A través de la relación entre ambas, Negri ilustra la idea de, cómo a pesar de no haber sufrido directamente en sus carnes la dictadura, ni de haber vivido nunca en Argentina, carga también consigo el peso del destierro que arrastraron sus padres en su huida. “Al principio de mi vida yo decía ‘tengo que ser mexicana porque acá vivo’. De alguna manera rechazaba la posibilidad de vincularme con Argentina. Era la historia de mis papás. Pero 30 años después resulta que me estoy haciendo cargo de mi mamá, que no puede trabajar desde hace 15 años por una afectación psicológica que tiene que ver con sus años de la dictadura. Entonces tampoco es la historia de mis papás, también es mía”, expone.

Viejos diarios

En la actualidad, Negri trabaja en una escuela, aunque también se desempeña como editora freelance —ha editado, entre otras, a autoras como Margo Glantz—y escribe artículos para publicaciones culturales. Se graduó por la UNAM y es doctora en Estudios Hispánicos por la Universidad McGill de Montreal (Canadá). El origen del libro lo encontró buceando en sus diarios de la infancia: “En algún momento hice una especie de lectura nostálgica de mis cuadernos viejos. Ahí empecé a ver que había una línea que se mantenía a lo largo de los años, toda esta cuestión alrededor del exilio, la pertenencia, la patria. Acá [en México] de alguna manera siempre me he sentido un poco fuera de tono. No había ni un lugar que tuviera valor afectivo. Hay una parte que definitivamente encuentro más cercana o a lo mejor directamente más familiar con lo que pasa allá [Argentina]”.

Portada de la novela ‘Los eufemismos’, de Ana Negri (Ediciones Antílope, 2021)

Libro Los eufemismos de Ana Negri

Cuando Negri empezó a ayudar a su madre con los procesos legales de los juicios de reparación, comenzó a ver y entender Argentina de forma diferente. “Al revisar los trámites pensé que yo también tengo derecho a una reparación. También nací en periodo de dictadura y crecí en el exilio de mis padres. De alguna manera a mí también me arrancaron mi historia”. El proceso, explica, es traumático, lleno de baches burocráticos, una revictimización constante que se alarga años, que muchas personas no son capaces de acabar. Su madre y ella, en concreto, llevan más de 20 años de trámites que aún no han terminado.

Hasta su enfermedad, su madre estudió medicina y trabajo como terapeuta. En Argentina, vivió en la clandestinidad, estando embarazada de la hermana de Negri, y salió del país cuando el bebé tenía tres meses. Su padre es actor de teatro, y en los setenta militaba en grupos políticos. Han vuelto de visita al país desde que acabó la dictadura, pero nunca han querido vivir de nuevo allí. El miedo y los malos recuerdos pesan demasiado, cuenta la autora. “La dictadura no se acaba cuando el gobierno dice, ‘bueno, volvemos a democracia’, y mucho menos las violencias que ahí tuvieron lugar, eso se perpetúa por generaciones, y no es tan visible”, sostiene.

Locura

El libro también explora la enfermedad de su madre y el rol de cuidadora que el personaje de Clara, la hija, se ve obligada a asumir. La personalidad excesiva de la madre le saca de quicio. A menudo explota contra ella, no aguanta sus desvaríos. “Mi intención era provocar. Muchos de los comentarios negativos que he leído sobre la novela van por ahí, dicen que Clara es insoportable y profundamente violenta con su madre. Y yo digo ‘ya vale, te quiero ver ahí’. La locura de alguien enloquece todo el entorno, es imposible ser cordial y mantenerse sensato”.

La primera vez que viajó a Argentina Negri tenía 11 años. Fue sola, sin sus padres, a encontrarse con esa otra parte de la familia a la que nunca había conocido. El choque cultural fue enorme. De entender un país a partir de la perspectiva de sus progenitores, a chocarse de lleno con una realidad completamente distinta y extraña. En ese momento la aterrorizó. Ahora, más de veinte años después, espera poder pasar allí una temporada larga. Reconectar con sus raíces. Vivir de primera mano ese país que siempre ha vivido en ella.

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Sobre la firma

Alejandro Santos Cid
Reportero en El País México desde 2021. Es licenciado en Antropología Social y Cultural por la Universidad Autónoma de Madrid y máster por la Escuela de Periodismo UAM-EL PAÍS. Cubre la actualidad mexicana con especial interés por temas migratorios, derechos humanos, violencia política y cultura.

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