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Verano
Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

¿Cuánto cuestan las vacaciones de tus hijos?

Para un padre, el verano empieza la misma tarde en que se acaba el cole y termina cuando los niños vuelven a entrar por la puerta del centro en septiembre. Así que, es un periodo extenso donde entran todo tipo de gastos. Demasiados gastos

Precio de las vacaciones de mis hijos
No se habla de la escandalosa velocidad con la que el dinero desaparece en verano.Jose Luis Pelaez Inc (Getty Images)

Las vacaciones son ese Gran Hermano en exteriores que te lleva a pasar de golpe todo el tiempo con tu familia, el preciado tiempo de calidad y también el otro, el tiempo basura, y el tiempo del calor y los agobios, el tiempo de los berrinches al sol, de las colas y las distancias, el tiempo para ver nuevas maravillas y el tiempo de desear no haber salido de casa.

Y hoy toca comentar algo de lo que quizás por vergüenza se habla poco en los círculos paternales: la escandalosa velocidad con la que el dinero desaparece en verano (sin que te entren a robar cuando estás de vacaciones).

Diga lo que diga la RAE, para un padre las vacaciones de verano empiezan la misma tarde en que se acaba el cole y terminan cuando los niños vuelven a entrar por la puerta del centro en septiembre. Así que es un periodo extenso donde entran todo tipo de gastos, desde un miserable helado hasta los libros de texto, que disfrute a los niños no les dan ninguno, pero hay que comprarlos igual.

Si Willy Fogg dio la vuelta al mundo en 80 días, cualquier padre le da la vuelta a sus ahorros en este mismo tiempo. Porque cuando se aburren o tienen tiempo libre, a los niños les entran unas ganas sobrenaturales de gastar. Quieren hacer circular el dinero lejos de nosotros. Y, lo que es peor, lo harán sin ningún tipo de agradecimiento acumulado.

En vacaciones, les puedes llevar a una actividad por la mañana, a un restaurante y después al cine, que si acto seguido no les compras palomitas porque ya estaban llenos y han dejado la mitad del menú, te montan un pollo porque “nunca les compras nada”.

También nos afecta el síndrome del turoperador. Cuando vamos lejos de casa nos entra ansiedad por visitarlo todo, porque vete a saber si volveremos allí alguna vez. Y el Tripadvisor de turno recomienda visitar el museo de la cebolla, una exposición de gatos hechos con confeti o unas cuevas rupestres de las que se conservan tres piedras. Los niños no pueden perderse esas maravillas de la Humanidad, pero por muchos descuentos que haya, a la que empiezas a sumar entradas, es un pico.

Y si no tienes ni pueblo ni segunda residencia, como la mayoría de los mortales, las posibilidades de alquilar son tan inmensas como asfixiantes. Hay padres que se han quedado momificados de sudor delante del ordenador, mirando Booking, buscando la oferta perfecta. Spoiler: antes de que pinches en la foto, ya habrá desaparecido como un ninja.

“¿Qué clase de padre les negaría a sus hijos una piscina?”, te preguntas culpable, mientras compruebas que un simple día de hotel con desayuno para cuatro personas equivale a la compra del súper de dos semanas y media. Te has pasado más de un año comprando el aceite de oliva más barato, y ahora derrocharás los billetes como si fueras un ludópata que se cree en racha.

Si nos ponemos emotivos, diremos que la sonrisa de nuestros hijos no tiene precio.
Si nos ponemos emotivos, diremos que la sonrisa de nuestros hijos no tiene precio. Halfpoint Images (Getty Images)

Mientras ves a tus hijos más o menos felices en la playa, la piscina, el camping o donde sea, en un momento de descuido inconsciente, una parte de tu cerebro acabará calculando el coste de cada día vacacional. Y se te quedará la sonrisa de Harrison Ford, medio optimista y medio triste a la vez, mientras ves que por todo ese dinero, tú no tienes tiempo para ti ni para echarte una triste siesta.

Como siempre, el gran abismo temporal entre días de vacaciones de los padres y las semanas de vacaciones de los niños vuelve a crear brechas sociales. El que no puede abandonar su trabajo se ve obligado a tirar —pagando, claro— de campamentos donde los niños estén activos y entretenidos hasta la tarde. Porque lo de llevarte los niños al trabajo, según cuál sea tu profesión, no está bien visto y es poco práctico.

Como el precio semanal de estos centros y actividades va de 100 euros para arriba, comidas y desplazamientos aparte en algunos casos, todos recurrimos a la broma de: “Me sale más a cuenta no trabajar y cuidarlos yo”. Aunque en el caso de los autónomos es muy cierto.

Si mientras leías estos párrafos ya te entraba un mareo, imagínate que en vez de recibir la paga doble por vacaciones como todos los asalariados, eres autónomo y no solo no tendrás paga doble, sino que tus encargos se esfumarán hasta mitad de septiembre y tus clientes se olvidarán de pagarte hasta octubre.

En ese caso, el peso de un simple helado de tres euros te taladrará la cabeza.

Si nos ponemos emotivos, diremos que la sonrisa de nuestros hijos no tiene precio. Pero a la pregunta “¿cuánto cuestan las vacaciones infantiles?”. La respuesta correcta siempre es: DEMASIADO.

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