Ana Campoy, escritora: “Todo sería más sencillo si la gente tuviera el valor de hacer caso a las preguntas de los niños”
La escritora madrileña ha ganado el premio Ala Delta de Literatura Infantil con la novela ‘Por un segundo’, el sexto libro que publica en 2025 y con el que reivindica el esfuerzo, el disfrute del camino y la bondad como eje de la vida


La escritora Ana Campoy (Madrid, 46 años) se ha consolidado en los últimos años —a base de buenos libros y premios— como una de las voces más importantes de la literatura infantil y juvenil española. 2025 ha sido un año especialmente prolífico para ella, tras la publicación de seis títulos, entre ellos tres volúmenes de Niñera fantasma (Loqueleo) y dos de Misterios en la gran ciudad (Anaya). Lo cierra, además, con la llegada a las librerías de Por un segundo (Edelvives), con el que ha conquistado el premio Ala Delta de Literatura Infantil, que otorga cada año Edelvives.
“Hace mucha ilusión ver que lo que has escrito ha gustado a un jurado tanto como para darte un galardón. Para quienes nos dedicamos a esto profesionalmente, con tanta precarización en el ámbito de la cultura, el reconocimiento es alegría, sobre todo porque te da oxígeno económico para seguir escribiendo. Yo no tengo una nómina, así que esto va directamente a la cuenta para ir tirando”, explica Campoy a EL PAÍS.
Se trata de una novela protagonizada por un niño llamado Segundo que viene a reivindicar precisamente a todos esos menores y adultos que siempre suelen quedar segundos, a las puertas de ganar, y que muchas veces son injustamente tildados de perdedores. Por el camino, Campoy también aborda otros grandes temas sociales, como la turistificación de las ciudades o la importancia del colectivo, de la tribu, en tiempos de individualismo.
PREGUNTA. ¿De dónde surge la idea de Por un segundo?
RESPUESTA. Surge, precisamente, de que la mayoría de las veces cuando los escritores nos presentamos a los premios no ganamos. Lo más fácil en la vida, de hecho, es no ganar. Así que eso me invitó a reflexionar sobre qué ocurre cuando alguien hace cosas muy válidas, pero no tiene un reconocimiento del resto porque no gana. ¿Significa eso que lo que hace no tiene valor? En todo caso, me gusta pensar que el tema central del libro es el disfrute del camino, que es algo muy machadiano. Más que la meta, lo importante es el trayecto y disfrutar de lo que se hace. Parece que estamos en una época en la que solo se concibe el éxito. El otro día escuchaba a Elvira Lindo decir que se educa a los niños solo contemplando el éxito, el final, la meta. Eso es un error.
P. El padre de Max, un amigo de Segundo, es un buen ejemplo de ello: se enfada con su hijo porque no ha sacado las notas perfectas. ¿Se está presionando demasiado a los niños, se fomenta demasiado la competitividad?
R. El mundo infantil es un reflejo del mundo adulto. Todos formamos parte de la misma sociedad y vivimos en una supercompetitiva e individualista. A mí no me gusta generalizar, pero lo cierto es que el personaje del padre de Max responde a un tipo de padre o madre que es hiperexigente con sus hijos y vuelca en ellos un montón de cosas y un montón de frustraciones y expectativas propias. Ese tipo de padre, ese tipo de madre, te lo encuentras a lo largo de la vida y en un libro que habla de la competitividad tenía que aparecer. Yo, en todo caso, pienso que los niños tienen que disfrutar de su infancia, no intentar ser exitosos.
P. El libro también pone sobre la mesa otros temas de mucha actualidad, como la gentrificación y turistificación de las ciudades, que en el barrio de Segundo se refleja en la llegada de franquicias que empiezan a expulsar a los comercios de toda la vida.
R. Creo que la literatura, tanto para adultos como para niños, es fundamental porque nos hace cuestionarnos las cosas, el mundo en el que vivimos. Hay veces que me han preguntado: “¿Pero se puede hablar de temas sociales o incluso políticos en literatura infantil?”. ¡Pues claro que sí! Al final, es una forma de explicar situaciones que a ellos también les afectan. A lo mejor la literatura en esos casos se convierte también en un consuelo, porque no hay nada más bonito que verse identificado en un personaje de un libro y poder poner nombre a algo que tú también estás viviendo y que no acababas de entender. Te sientes menos solo.
P. Otro tema es cómo los niños empiezan a desmontar el marketing de la industria alimentaria, representada en el libro por una marca ficticia de cereales.
R. Es que los niños son muy críticos cuando algo no les gusta. El que piense que a un menor se le engaña fácilmente está muy equivocado. Ellos se hacen preguntas sin ningún tipo de pudor, sin filtros. A veces, vas por la calle con un pequeño y se hace preguntas en voz alta que dices: “Jolín, pues lleva razón. ¿Por qué permitimos esto?”. A lo mejor, todo sería más sencillo si la gente tuviera el valor de hacer caso a las preguntas de los niños.
P. ¿Por qué cree que, desgraciadamente, la literatura infantil y juvenil suele tener poco espacio en los medios de comunicación generalistas?
R. Digamos que en las publicaciones generalistas solo se atiende a la literatura infantil en Navidad. Y eso está muy asociado con el capitalismo, ya que entonces se relaciona con una época de regalo. Pero la literatura infantil es maravillosa todo el año. Y echamos mucho de menos en los medios generalistas una buena crítica de literatura infantil, un periodismo cultural bien enfocado. Sí que es cierto que empieza a haber gente que se interesa y eso muy de agradecer, pero el público general sigue sin verla como una literatura que pueda disfrutar desde la edad adulta, cuando realmente es disfrutable para cualquier persona. Siempre pongo el mismo ejemplo: igual que vamos a ver las películas de Pixar, podemos perfectamente abrir un libro de literatura infantil y pasárnoslo en grande.
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