Por un mundo que deje de ser hostil con la lactancia
Existe la necesidad de políticas y prácticas que fomenten la posibilidad de dar el pecho. Entender el embarazo-parto-lactancia como un proceso continuo es clave

Hace ya muchos años escuché en un congreso militante de lactancia una frase revolucionaria: “Descubrimos que mejorando nuestros partos podíamos mejorar nuestras lactancias”. En efecto, un parto traumático impacta negativamente en la lactancia: parto y dar el pecho forman parte de un continuum, aunque la tecnocracia occidental los haya entendido separadamente. Muchos son los embates que padece la lactancia materna: según los últimos datos de la Organización Mundial de la Salud (OMS), de 2023, las tasas a nivel mundial no alcanzan ni el 50% en las criaturas menores de seis meses, lo que significa una hipogalactia social alarmante.
Llamo “hipogalactia social” (hipogalactia antrópica, en realidad) a la escasez de leche/lactancia por razones no fisiológicas o mórbidas, y tampoco ligadas a la voluntad de las madres, por cierto. Porque las principales causas de esta hipogalactia social, auténtica pandemia con consecuencias mucho peores que otras, no radica en una falta de deseo genuino de las madres por amamantar, sino en un sistema-mundo absolutamente hostil para con la lactancia, según la OMS.
Para Rafael Pérez-Escamilla, profesor mexicano de Salud Pública y de Nutrición de la Universidad de Yale (EE UU), y uno de los mayores expertos en lactancia, dar el pecho es la madre de la seguridad alimentaria. Es más, es la primera forma de soberanía alimentaria, amenazada cada día por el sistema, por el capital, por la industria farmacéutica de la fórmula… y, por supuesto, por la violencia obstétrica, que entorpece e incluso cierra esa primera puerta a la lactancia que es el inicio de la vida. La precarización de la leche materna y la subalternización de la lactancia comprometen los derechos inalienables de lactancia con los que nace todo ser humano, y que como tal debieran ser reconocidos.
La violencia obstétrica y su impacto en la lactancia
Entre los factores que perjudican la lactancia, la violencia obstétrica es uno de los más inmediatos e importantes. Los datos hablan: numerosos estudios demuestran la correlación entre esta lacra y el entorpecimiento de dar el pecho, mencionando cómo la perjudican, por ejemplo, la cesárea y la epidural, actuando como predictores negativos. Por el contrario, el contacto piel con piel inmediato al nacimiento es un fuerte predictor positivo: separar a madre y bebé desde el momento del expulsivo obstaculiza la lactancia, como ya explicaran el obstetra y escritor francés Frédérick Leboyer —en su libro Por un nacimiento sin violencia (Mandala Ediciones, 1976)— y el cirujano francés Michel Odent —en su libro El bebé es un mamífero (Ob Stare, 2007)— al analizar el delicado equilibrio biocultural que supone el proceso “embarazo-parto-puerperio/lactancia”.
Thais Brandão y su equipo exploraron, en el estudio de 2018 Childbirth experiences related to obstetric violence in public health units in Quito, Ecuador, experiencias de violencia obstétrica en ese país, y las madres identificaron la falta de apoyo para iniciar la lactancia como una forma de este tipo de agresión. Otra investigación de 2021 en Canadá, titulada Factors associated with breast-feeding initiation and continuation in Canadian-born and non-Canadian-born women: a multi-centre study, encontró que el abandono temprano de la lactancia está asociado con situaciones estresantes, incluida la violencia obstétrica. En Brasil, el estudio de 2022 liderado por Taís Martins Loreto, titulado Understanding the opinion of doctors on obstetric violence in Brazil to improve women’s care, reveló que la mayoría de los residentes reconocen prácticas de violencia obstétrica, como no permitir la lactancia en la primera hora tras el parto.

Por un mundo lactante
A nivel popular todavía se desconoce mucho sobre la lactancia: Pérez-Escamilla señalaba en un vídeo de YouTube, por ejemplo, que se ha investigado más sobre los compuestos bioactivos del café que sobre la leche humana. Muchos ignoran que se trata de un sistema bioactivo y dinámico basado en la evolución, altamente complejo, porque la maduración de nuestro período posnatal es muy larga. La lactancia depende de la interacción entre madre, bebé y entorno, implicando una corregulación fisiológica hasta el punto de que, cuando se amamanta, los sistemas inmunes del binomio madre-bebé se vuelven uno. Por ello, se trata de un derecho humano de reciprocidad, que implica a la díada madre-bebé.
Así, el amamantamiento es un proceso basado en el establecimiento de un vínculo socioemocional de la díada, nunca un (mero) producto. La lactancia es, de hecho, generadora de relaciones sociales y un modo de estar psicoemocional; la procura de modelos socioecológicos que creen entornos propicios para la práctica lactante ayudaría a recuperar una socialización lactante orgánica, espontánea. Para fomentar la lactancia es esencial proporcionar tiempo y apoyo económico a las madres. Amamantar contribuye al PIB y su escasez supone un costo significativo, entre otras pérdidas.
Del concepto, ya casi viejo, “hospital amigo de los niños”, se está evolucionando a un “planeta amigo de la lactancia” a través de la noción mucho más integradora de Breastfeeding friendly, porque la necesidad de políticas y prácticas que fomenten la posibilidad de dar el pecho, y la corresponsabilidad pública sobre ella, debe operar a escala multinivel y global. Entender el embarazo-parto-lactancia como un proceso continuo es clave. La mentalidad cartesiana ha fragmentado esta visión, pero la fisiología humana demuestra que las disrupciones en el parto afectan muy negativamente la lactancia, que debiera ser entendida, en sentido fuerte, como derecho humano.
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