Tristeza y resignación entre los votantes negros, los únicos que apoyaron a Kamala Harris en masa
Un 86% del electorado afroamericano optó por la candidata demócrata, aunque Donald Trump también mejoró sus resultados en este colectivo respecto a elecciones anteriores
En el deprimido barrio de Ashview Heights, al oeste de Atlanta, el 94,5% de la población es negra. Aquí, la esperanza ha dado paso a la resignación tras las elecciones del pasado martes. En el porche de una desgastada casa amarilla con cimientos rojos se sienta Calvin Dozier, cuyas canas y arrugas dibujan un hombre bien entrado en la cincuentena. Cocinero prejubilado a causa de un infarto que le dificulta el habla, está obligado a pasar sus días de manera contemplativa, dependiente de una ayuda por incapacidad. “Voté por la señorita… No me gustó [el resultado], pero hey, no puedo hacer nada al respecto...”, dice, con la voz apagándose y la mirada bajando a medida que termina la frase.
Dozier supone que a los estadounidenses les ha atraído la experiencia de un candidato que ya había sido presidente. Supone, porque no conoce a nadie que haya votado por Donald Trump. Pero el antiguo chef quiere pensar que, como ha ocurrido en otras ocasiones, su vida no cambiará demasiado ahora que un republicano vuelve a la Casa Blanca. “Seguiré aquí, viendo cosas en mi teléfono. Acabo de ver a uno que bromeaba y decía que íbamos a volver a las plantaciones”, cuenta. Y luego suelta un par de carcajadas.
El electorado afroamericano, que representa alrededor de uno de cada diez votantes en Estados Unidos, fue el único grupo demográfico que apoyó a Kamala Harris en masa. La demócrata se llevó el 86% del voto negro en el país, comparado con un 12% que apoyó a Trump. Entre las mujeres negras alcanzó el 92%, dos puntos más que Joe Biden en 2020. Y entre los hombres negros -a pesar de que se había comentado mucho la posibilidad de una huida en masa hacia el Partido Republicano, como sí sucedió entre el electorado masculino latino-, Trump apenas aumentó su porcentaje por un punto, hasta el 20%.
Pese a todo, en algunos Estados clave sí se observa un trasvase crucial de votos negros hacia el candidato republicano. En Carolina del Norte, Trump aumentó su apoyo entre los negros en cinco puntos. En Wisconsin, donde la pobreza afecta desproporcionadamente a los trabajadores afroamericanos, se llevó un 13% más de apoyo entre este grupo que en las elecciones pasadas. E incluso en algunas zonas rurales de Georgia, de lejos el que cuenta con más población negra de los Estados bisagra, Trump sumó papeletas en varios condados donde esta comunidad es mayoritaria. Recortó 8,5 puntos su resultado en los condados de Hancock y Talbot y ocho puntos en el de Jefferson. Incluso ganó por dos puntos en el condado de Baldwin, con un 42% de afrodescendientes, donde los republicanos perdían desde hace décadas.
A pesar de estos movimientos, tan importantes como sutiles, la realidad a gran escala es que la inmensa mayoría de los afroamericanos votó por Kamala Harris, que podría haberse convertido en la primera mujer negra en ocupar el Despacho Oval. En los días posteriores a las elecciones, millones de sus fieles están todavía procesando la derrota. En Atlanta, cuya área metropolitana concentra la segunda mayor población afroamericana del país, solo detrás de Nueva York, y que también es la orgullosa cuna de Martin Luther King Jr. y de John Lewis y, con ellos, del movimiento de los derechos civiles, es posible que este sentimiento se note más que en cualquier otro lugar del país.
Sobre la calle Joseph E. Lowery, nombrada en honor a otro pastor que trabajó codo a codo con King y Lewis, los negocios cerrados son la norma. Pero un restaurante vegetariano contiguo a una parroquia empapelada de carteles con las caras de Harris y de los Obama rompe con el paisaje de fachadas de tiendas tapiadas. Allí trabaja Davidia Holloman, de 32 años. Está “triste”. No vio los resultados de las elecciones hasta la mañana siguiente, pues, madre de dos niños de 12 y 6 años, se acostó temprano en la noche del martes. “Cuando me levanté, quería llorar, volver a dormir y hacer como que no había pasado”, cuenta, y continúa rápidamente: “Normalmente, no voto. Siento que todos los políticos nos mienten. Pero cuando la vi a ella, algo en mi espíritu me dijo que debería hacerlo. Verás, no he votado desde Obama. Nunca he visto a alguien que me represente, a quien yo vea que le importo”.
Así que, después del resultado electoral, Holloman ha vuelto a su estado natural de apatía política. Pero ahora se le suma un incipiente miedo a perder las pocas ayudas que la mantienen a flote. “Personalmente, no tengo demasiadas penurias en la vida. No puedo decir que no hacen nada por mí. Me dan [el Gobierno] cupones de alimentos, y mis hijos definitivamente se benefician de ello. Pero ahora es posible que no reciba más ayudas y termine como esos de allá”, comenta entre risas nerviosas, señalando a los hombres sin hogar que deambulan por la acera de enfrente. Con este comentario, Holloman se refiere a la reducción de gasto público que planea Trump. Aun así, cruza los dedos para que la gente que rodea al presidente electo pueda suavizar el golpe económico que se prevé desencadenarán sus recortes fiscales.
Durante la campaña, sin embargo, el expresidente y candidato republicano intentó vender la idea de que bajo su Administración los afroamericanos habían estado mejor que nunca. Además, Trump repitió una y otra vez que los inmigrantes irregulares estaban robando “trabajos negros”. Parecía no importarle demasiado sugerir que los empleos peores pagados y más precarios pertenecen a la población afroamericana.
Trump buscó generar simpatía aludiendo a su propia situación penal, que él considera producto de una persecución injusta en su contra. Así, trató de trazar un paralelo con la población negra, desproporcionadamente representada entre los millones de reos que hay en las cárceles del país. “Mucha gente dijo que por eso las personas negras simpatizan tanto conmigo, porque ellos han sido tan afectados y discriminados. Me veían discriminado”, aseguró el pasado febrero en una gala de la Federación Negra Conservadora en Carolina del Sur.
Los números apuntan a que el discurso de marketing no funcionó y que la mayor parte de esta comunidad no se vio reflejada en un hombre blanco millonario, sino que apostaron por una mujer negra para que representara sus intereses. Pero el apoyo, tan inmenso como solitario, ha terminado siendo en vano. En medio de una cruda resaca electoral entre muchas poblaciones negras del país, acostumbradas desde siempre a ocupar el sótano de la escala social de la nación, reina la resignación y un miedo silencioso ante un futuro incierto.
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