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El cierre del Gobierno de Estados Unidos se acerca a su récord sin visos de solucionarse

Tres semanas después, ya es el segundo más largo de la historia. Los demócratas cuentan con el apoyo de la opinión pública, según las encuestas

Chuck Schumer
Iker Seisdedos

El cierre parcial del Gobierno estadounidense cumple este miércoles tres semanas sin visos de una pronta reapertura. Las posturas de demócratas y republicanos en el Senado siguen enrocadas en los mismos puntos que provocaron el 1 de octubre la clausura, que ya es la segunda más larga de la historia, solo superada por la última: en el invierno de 2018-2019 se prolongó durante 34 días, también con Donald Trump en la Casa Blanca.

La Cámara Alta, que requiere una mayoría cualificada de 60 escaños, ha votado en 11 ocasiones en contra de la propuesta republicana que permitiría una financiación provisional de la Administración hasta el 21 de noviembre, cuando el problema de fondo volvería a ser el mismo: para aprobar los presupuestos de sus rivales, los demócratas exigen el compromiso republicano de que se ampliarán ciertos subsidios de Obamacare, ley que mejoró las prestaciones sanitarias a aquellos ciudadanos sin seguros privados. Esas ayudas se acordaron durante la pandemia y expiran a final de año. También exigen que no se apliquen los recortes a Medicaid que contempla la “ley grande y hermosa”, gran reforma fiscal que Trump logró aprobar en julio.

Tradicionalmente, el partido que se pone más exigente en la negociación que desemboca en un cierre del Gobierno es el que lleva las de perder, porque a la opinión pública no le gusta ver que se emplee esta amenaza como palanca parlamentaria. Pero esta vez, al menos de momento, ese patrón no parece estar repitiéndose.

Las encuestas sobre a quién culpan los ciudadanos del cierre del grifo público están favoreciendo hasta ahora a los demócratas. La última, conocida este martes, atribuye más responsabilidad a los republicanos (50%) que a ellos (43%). Ese sondeo también indica que lo que pide la minoría en el Senado es popular: el 72% de los estadounidenses desea que se extiendan los subsidios a la atención médica. Entre los republicanos, esa opinión (51%) también es mayoritaria.

La pregunta entonces es cuánto serán capaces de aguantar los demócratas ese pulso, en el que por primera vez están dando señales de plantar cara a la agenda de Trump tras un año ―se cumplirá en noviembre― de su derrota electoral; 12 meses en los que sus bases han echado de menos una oposición más decidida.

El líder de la mayoría republicana en el Senado, John Thune, declaró este martes: “La gente nos dice: ‘¡Negocien!’. Pero ¿negociar qué? Hay que reabrir el Gobierno, y solo entonces nos sentaremos gustosos para hablar de los asuntos de los que los demócratas quieran debatir“.

Thune habló tras un almuerzo en la Rosaleda de la Casa Blanca en el que Trump agradeció a los miembros de su partido el apoyo ciego a sus políticas (a todos, menos a uno: el senador Rand Paul, de Kentucky, que ha votado en todas las ocasiones contra la propuesta conservadora).

Al rato, el presidente estadounidense contestó a una pregunta sobre si estaría dispuesto a recibir a los líderes demócratas de las minorías en el Senado y la Cámara de Representantes, Chuck Schumer y Hakeem Jeffries. Al principio del cierre del Gobierno, Trump los había denigrado con insultos racistas, mediante imágenes generadas por inteligencia artificial en las que aparecían con sombreros mexicanos. El mandatario respondió que estaría dispuesto a hacerlo “solo si permiten la reapertura del país”. “La gente está deseando trabajar”, sentenció.

Trump se refiere a los cerca de 750.000 funcionarios que se encuentran desde hace tres semanas suspendidos de empleo y sueldo. Durante un cierre del Gobierno, los empleados públicos se dividen en dos categorías: aquellos cuya tarea se considera “esencial” y están obligados a seguir trabajando sin cobrar; y el resto (esos 750.000), que se quedan en casa y tampoco reciben su salario. En principio, y si la actual Administración honra los precedentes, unos y otros recuperan el dinero que han dejado de ganar mientras dure la clausura una vez este se resuelve.

El presidente de Estados Unidos ha hecho ciertas excepciones en estas semanas durante un cierre que ha aprovechado para despedir a miles de funcionarios (despidos que le ha parado una jueza), para recortar permanentemente la financiación de ciertos programas, que considera “demócratas”, y para avanzar en su vieja aspiración de cerrar el Departamento de Educación sin contar con el Congreso.

Entre esas excepciones, Trump autorizó la semana pasada tanto al Pentágono como a la Oficina de Presupuesto de la Casa Blanca a usar “cualquier fondo” restante del año fiscal actual para financiar los salarios de los militares en servicio activo.

Entre tanto, hay servicios públicos suspendidos, las evaluaciones de seguridad alimentaria no se llevan a cabo, los datos del paro no se calculan y los museos públicos de Washington y los parques naturales de todo el país están cerrados o desatendidos. Se calcula que el cierre reducirá el crecimiento económico entre 0,1% y un 0,2% anual por cada semana que pase: esto es, entre 7.600 y 15.200 millones de dólares semanales, según Oxford Economics.

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Sobre la firma

Iker Seisdedos
Es corresponsal jefe de EL PAÍS en EE UU. Licenciado en Derecho Económico por la Universidad de Deusto y máster de Periodismo UAM / EL PAÍS, trabaja en el diario desde 2004, casi siempre vinculado al área cultural. Tras su paso por las secciones El Viajero, Tentaciones y El País Semanal, ha sido redactor jefe de Domingo, Ideas, Cultura y Babelia.
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