Trump tira la fachada del ala este de la Casa Blanca para construir su salón de baile de 250 millones de dólares
El presidente de Estados Unidos había prometido en verano que no tocaría el edificio para acometer el nuevo proyecto


Donald Trump llegó decidido hace nueve meses, que justo acaban de cumplirse, a dejar la huella en Washington que no pudo imprimir durante su primera presidencia. Teniendo en cuenta su pasado como constructor y promotor inmobiliario poco sujeto a las reglas, no sorprende que entre sus planes esté también alterar la propia fisonomía de la Casa Blanca, a la que piensa dotar de un “gran salón de baile” cuya construcción costará, según sus propios cálculos, 250 millones de dólares. Prometió que lo haría sin tocar la estructura del edificio, pero este lunes faltó a su promesa.
El enorme brazo de una excavadora de demolición empezó a última hora de la tarde (hora de Washington) a derribar la fachada del ala este de la Casa Blanca, el lugar donde tradicionalmente se han situado las oficinas de uso de la primera dama y su equipo. Las obras, que empezaron sin previo aviso, se adivinaban tras las vallas que ocultan esa parte del complejo, desde la calle 15, a la altura de donde se sitúa el Departamento del Tesoro.
Más o menos a esa misma hora, el presidente de Estados Unidos celebraba el segundo acto público de su agenda del día tras recibir a mediodía al primer ministro australiano, Anthony Albanese. Recibió dos equipos de béisbol universitario de Luisiana a cuyos jugadores avisó de que las obras habían empezado “en la otra parte del complejo”. “Justo han comenzado hoy”, añadió, antes de prometer que el nuevo espacio, de algo más de 8.000 metros cuadrados, tendrá capacidad para “999 personas”.
En un mensaje en su red social, Truth, dio más detalles después: el “nuevo, amplio y hermoso Salón de Baile de la Casa Blanca” será “completamente independiente”.
“Durante más de 150 años, todos los presidentes han soñado con tener un Salón de Baile en la Casa Blanca para albergar grandes fiestas, visitas de Estado, etc. Me honra ser el primer presidente en finalmente poner en marcha este proyecto tan necesario, ¡sin costo alguno para el contribuyente estadounidense!“, agregó, porque, sostuvo el presidente estadounidense, ese dinero provendrá de la ”financiación privada de muchos patriotas generosos, grandes empresas estadounidenses y, por supuesto, de un servidor".

El pasado 15 de octubre, Trump celebró una cena para honrar a los donantes ya convencidos y atraer nuevos, a la que acudieron directivos de Google, Meta, Apple o la empresa tecnológica de defensa Palantir.
En julio, Trump dijo que el nuevo proyecto “se quedará cerca”, pero no “tocará” el edificio existente, “que respetará totalmente”. El presidente se declaró entonces el “mayor admirador” de la composición actual de la Casa Blanca, que se terminó en 1800 y tuvo que ser reconstruida dos décadas después tras su incendio por parte de las tropas británicas. La última gran remodelación se concluyó a principios de los años 50, cuando Harry Truman era presidente. El ala este se añadió en 1942. Rossalyn Carter fue la primera esposa del presidente en instalar sus oficinas en ese espacio.
No es la primera misión reformadora de Trump, que ha alterado la decoración del Despacho Oval a base de añadirle acabados dorados, en la Casa Blanca: antes de acometer la construcción del salón de baile, Trump ha pavimentado la Rosaleda. En su nueva forma, el jardín ha dejado paso a un espacio con sillas, mesas y sombrillas.
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