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Kamala Harris se desmarca de la política de Biden sobre Israel y advierte a los demócratas: “Debemos combatir el fuego con fuego”

La excandidata se enfrenta a las protestas propalestinas en el inicio en Nueva York de una gira para promocionar las memorias sobre la campaña de su derrota frente a Trump

Iker Seisdedos

Kamala Harris salió este miércoles al escenario del teatro Town Hall, en Nueva York, y de pronto fue otoño de 2024 de nuevo. La misma sonrisa amplia, las largas carcajadas con sus propias ocurrencias, el traje de chaqueta… Pareció por un momento que, un año después, aún no había concluido la campaña presidencial en la que Donald Trump la derrotó con claridad. Pareció también que, de haber continuado la contienda, tal vez la mujer llamada a ser la primera presidenta de Estados Unidos no habría perdido.

O esa es la impresión que deja en el lector 107 Days (Simon & Scuster), el libro −mezcla de memoria política y diario de campaña− que la excandidata demócrata acaba de publicar y que presentó este miércoles en un Manhattan tomado por la Asamblea General de la ONU. Y esa impresión es que su autora está convencida de que si perdió fue por falta de tiempo.

En solo 107 días, el vertiginoso lapso que fue entre la renuncia del presidente Joe Biden el 21 de julio −ante la evidencia de su incapacidad para seguir en la contienda y ganarla− y la noche electoral del 5 de noviembre, no hubo manera, escribe Harris, “de mostrarles [a los votantes] hasta qué punto” podría haberles “ayudado más que Trump”. Y eso la “entristece enormemente”. Al elegir ese título para su libro deja claro desde la cubierta lo que pretende con él: tanto una justificación de poco más de 300 páginas de por qué Harris se estrelló, como un fenomenal ejercicio de descargo de la responsabilidad en su derrota.

Era la primera de las fechas de la gira de la presentación del libro, y un grupo de activistas propalestinos se organizaron para interrumpir a la exvicepresidenta hasta en cuatro ocasiones al grito de “tienes las manos manchadas de sangre”. En una de ellas, Harris se levantó de la silla para acallar los gritos con más gritos, habló del “sufrimiento inimaginable de los palestinos” y rogó que se le pidieran cuentas a otro −porque ella no es la presidenta ahora ni lo era el 7 de octubre de 2023−. “Lo que le está sucediendo al pueblo palestino es indignante y me rompe el corazón”, declaró ante las 1.500 personas allí congregadas. “Trump le ha dado a [el primer ministro israelí, Benjamín] Netanyahu un cheque en blanco para hacer lo que quiera”.

Harris también recordó que dio un discurso en Alabama en los días posteriores al ataque de Hamás en el que alertó sobre la “hambruna en Gaza” y que eso le valió la “dura reprimenda de algunos en la Casa Blanca”. El miércoles, la protesta continuó fuera, con una batucada frente a la fachada del Town Hall, institución fundada en los años 20 por las sufragistas y escenario de algunos de los mejores discos en directo de la historia del jazz.

Su actitud sobre el escenario, un punto más beligerante y relajada, y sin miedo a marcar distancias con Biden, también invitó a pensar que quizá las cosas habrían sido de otra manera si hubiera adoptado esa estrategia durante la “campaña más corta de la historia de Estados Unidos”. Frente a Trump, pero también frente a los suyos, a los que pidió que “abandonaran el complejo del mesías” si quieren salir del atolladero en el que están desde la derrota de noviembre y la certificación de la desconexión de sus élites con los votantes. “Nadie va a venir a arreglar el Partido Demócrata, nos sobran las estrellas que pueden dar un paso al frente. Debemos combatir el fuego con el fuego”, proclamó ante un público entregado, mayoritariamente femenino, que recibió un ejemplar del libro con su entrada.

No queda claro en 107 Days −y tampoco hubo manera de saberlo en la charla de Nueva York− si cuando habló de “estrellas” se está incluyendo a sí misma en la cantera. No buscará ser gobernadora de California, pero no ha descartado de momento presentarse a las elecciones de 2028. Y a juzgar por la reacción airada de algunos de los que podrían ser sus adversarios en las primarias demócratas tras una lectura apresurada de su libro, ninguno de ellos está tampoco en condiciones de hacerlo.

En Nueva York, Harris habló de Trump, claro, pero no lo citó por su nombre. Se refirió a él como “ese señor”, “el tío de la Casa Blanca” o “el tipo que se sienta en el Despacho Oval” (en el libro también lo define como su ”némesis abusona de la corbata roja colgandera”). “Fuimos capaces de ver todo lo que venía, pero nunca imaginamos la rapidez, ni el nivel de claudicación del las grandes empresas. Hasta ahora solo los hemos visto arrodillarse ante el paso del tirano”, dijo.

La exvicepresidenta también acusó a la Administración de Trump de “silenciar a la oposición”. “¡Es como un régimen comunista!“, exclamó. Trump, añadió, ”no tiene ideología”. “Sólo se está llenando los bolsillos”. Para hacerle frente propuso “volver a confiar en el poder de la gente”.

El presidente de Estados Unidos arremetió contra Harris en su red social, Truth, poco antes de la presentación del libro, por haber afirmado en una entrevista que las elecciones presidenciales de 2024 fueron “las más reñidas del siglo XXI”. Harris se reafirmó en lo dicho este miércoles en Nueva York. El republicano, que considera que vapuleó a su rival, dijo de la exvicepresidenta (en mayúsculas) “NO TIENE DOS DEDOS DE FRENTE”. También, que “miente” y que espera “una disculpa”.

El formato de la charla fue una entrevista con un muchacho de 26 años llamado Aaron Parnas, un influencer demócrata en ascenso en Washington que se presentó como “periodista independiente y creador contenido”, y se comportó más como lo segundo que como lo primero.

Evitó todos los puntos polémicos del libro: del sabotaje de los aliados del jefe a su desempeño como vicepresidenta al error de escoger como compañero de papeleta al gobernador de Minnesota, Tim Walz, con sus credenciales de “hombre corriente”. Y del deterioro físico y mental de Biden a las sospechas y la responsabilidad de la autora en ocultarlos. Sobre esto, Harris escribe: “Durante todos esos meses de pánico creciente, ¿debería haberle dicho a Joe que considerara no presentarse? Quizás¿Fue gracia o imprudencia? En retrospectiva, creo que fue imprudencia”.

Patinazos de campaña

Parnas pudo haberle preguntado por los patinazos de su campaña, de los que algo sí se cuenta en 107 Days, cuya estructura va casi jornada a jornada. No es verdad, escribe la autora, que no quisiera ir al podcast de Joe Rogan, es simplemente que este prefirió a Trump. Y el día en que metió la pata en un magacín matinal al contestar que no era capaz de pensar en una sola cosa que habría hecho distinta de Biden debió haber mencionado un par de ellas.

El entrevistador prefirió pedirle que recordara cómo se sintió yendo al programa de Oprah Winfrey tras verse con víctimas de tiroteos masivos (fue “muy complicado”); que hiciera memoria del día en el que Biden la llamó para darle el relevo (estaba en chándal, haciendo tortitas para sus sobrinas nietas e hizo cien llamadas para asegurarse los apoyos en el partido); o que se retrotrajera a la noche de la debacle.

“Doug [Emhoff, su marido, que estaba entre en público] y yo, nunca habíamos hablado de ese momento hasta que me puse a escribir el libro; así de traumático fue para nosotros, así de convencidos estábamos en la victoria”, recordó en Nueva York. Resulta que supieron que no había vuelta atrás gracias a... Fox News. “Un buen amigo [Robert Wolf] es tertuliano allí, y en un momento de la noche llamó y dijo: ‘Esto no tiene buena pinta”. En el libro, el relato continúa con una persona de su equipo quitando el adorno de azúcar de las magdalenas con el mensaje “Señora presidenta”, y guardando el champán.

Al día siguiente, la candidata se levantó con el reflejo de pensar que aún podría hacer algo por cambiar la historia. Pero no, ya no había nada que hacer.

Para quienes siguieron de cerca la campaña presidencial más convulsa en décadas, buena parte del libro cuenta cosas ya sabidas. Las revelaciones llegan con la reproducción de conversaciones privadas tras conocerse la retirada de Biden: las dudas de los Obama, la apuesta de Pelosi por unas primarias o las notas que Harris tomó del mensaje del gobernador de California, Gavin Newsom −“[Me pillas] De excursión. Te llamo’. Nunca lo hizo”−.

En cuanto a su apuesta vicepresidencial, es tan interesante por quién se decantó −Walz, cuyo desempeño, demasiado cordial, en el debate con su rival, J. D. Vance, la empujó a gritarle a la televisión: “¡No te he puesto ahí para hacer amigos!”−, como por quién no: el secretario de Transporte, Pete Buttigieg o el gobernador de Pensilvania, Josh Shapiro (“demasiado ambicioso”).

Un hombre gay

Harris cuenta que pensó que no era buena idea completar la candidatura de una “mujer negra casada con un judío” (ella) con un hombre gay (Buttigieg). Lo cual no deja de ser sorprendente (también para él), dada la obstinación de la candidata durante la campaña de no jugar la carta de la identidad. En el libro, Harris se niega a dar un discurso à-la-Obama sobre raza para desmontar los ataques de Trump con la clase de descripción a la que un lector de libros de políticos de Washington no está acostumbrado: “[Trump] Quiere que demuestre que soy negra. ¿Y después? ¿Tendré que enseñarle mi vagina para probar que soy mujer?”.

Más allá de esos destellos, no es verdad lo que los editores de 107 Days han querido vender del libro. No se “lee como una novela de suspense”, ni es tan “franco” como insiste su autora. Más bien cumple con algunas de las reglas de oro de las memorias de políticos estadounidenses (ese subgénero que el crítico Carlos Lozada llama el "Libro de Washington").

Por ejemplo, al no incorporar índice onomástico para evitar a las personas que salen citadas la tentación de buscarse en sus páginas y, satisfecha la curiosidad, ahorrarse la compra. O al compartir una cierta (anodina) pauta de estilo. Harris ha contado para la escritura con la novelista Geraldine Brooks, premio Pulitzer, aunque cuesta ver de qué modo la ha ayudado: el tono no se distingue demasiado del de sus dos libros autobiográficos anteriores, con su prosa procedimental propia de una fiscal, las frases cortas, las descripciones morosas y los detalles superfluos.

La gira que emprendió este miércoles a última hora de la tarde en Nueva York continuó esa misma noche con un segundo pase en el mismo lugar, como esas bandas de rock que duplican la fecha para no dejar a nadie fuera. Harris seguirá después por otras 17 ciudades. Hay que promocionar el libro. Y quién sabe si preparar el terreno para una candidatura en 2028.

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Sobre la firma

Iker Seisdedos
Es corresponsal jefe de EL PAÍS en EE UU. Licenciado en Derecho Económico por la Universidad de Deusto y máster de Periodismo UAM / EL PAÍS, trabaja en el diario desde 2004, casi siempre vinculado al área cultural. Tras su paso por las secciones El Viajero, Tentaciones y El País Semanal, ha sido redactor jefe de Domingo, Ideas, Cultura y Babelia.
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