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Pete Buttigieg, secretario de Transporte de EE UU: “Necesitamos que los republicanos recuperen el sentido común”

“No puede ser que cada vez que alguien no consigue lo que quiere provoque una crisis”, señala este referente de la nueva generación del Partido Demócrata

El Secretario de Transporte de Estados Unidos, Pete Buttigieg, en Washington.
El Secretario de Transporte de Estados Unidos, Pete Buttigieg, en Washington.Drew Angerer (Getty Images)
Macarena Vidal Liy

“Necesitamos que los republicanos recuperen el sentido común”, se reconcilien entre ellos y restablezcan el funcionamiento de la Cámara de Representantes, subraya Pete Buttigieg. El secretario de Transporte del Gobierno estadounidense, a sus 41 años una de las grandes referencias para una nueva generación de líderes demócratas, conversa por videoconferencia con EL PAÍS desde su despacho, un día después de que la grave pelea interna en el partido de la oposición haya dejado a la Cámara de Representantes de EE UU sin presidente y con su gestión paralizada. Mantiene la sonrisa a lo largo de toda la conversación, aunque la parálisis en el Congreso complica las cosas para la Administración: el tiempo corre en contra para aprobar nuevos fondos presupuestarios y la asistencia a Ucrania.

“No puede ser que cada vez que alguien no consigue lo que quiere provoque una crisis”, apunta el político. “Dejar atrás esta temporada de caos es algo que nos conviene a todos, demócratas, republicanos y, sobre todo, a los estadounidenses. Pero solo los republicanos pueden hacerlo, porque es su mayoría la que parece incapaz de llegar a un acuerdo consigo misma”, agrega sobre la expulsión de la presidencia de Kevin MacCarthy por una moción del ala dura de los republicanos, sentado ante un despliegue de fotos familiares, sobre todo de Joseph Gus August y Penelope Rose, los gemelos de dos años que tiene junto a su marido, Chasten.

Este demócrata, veterano de guerra y políglota ―habla ocho idiomas, desde el español al dari afgano, pasando por el noruego y el maltés―, saltó a la primera línea de la política estadounidense en 2019. El hasta entonces alcalde de South Bend, una ciudad de 100.000 habitantes en Indiana, en el medio oeste estadounidense, anunció entonces su candidatura a la Casa Blanca.

La campaña del primer precandidato abiertamente gay fue corta pero intensa. Su mensaje centrista, su facilidad de palabra y su imagen impecable le ganaron comparaciones con Barack Obama, la gran estrella polar del Partido Demócrata, y unos resultados prometedores en el debut de las primarias. Pero no consiguió abrirse camino entre las minorías, uno de los grandes bloques del voto demócrata. Abandonó tras un duro revés en Carolina del Norte. Pero para entonces ya había llamado la atención de las jerarquías demócratas: gurús del partido como David Axelrod, antiguo asesor de Obama, se deshacían en elogios sobre él.

En 2021, el ganador de los comicios, Joe Biden, le incorporó a su Administración como secretario de Transporte. Un cargo atractivo para un político que en South Bend se había hecho popular con medidas como la construcción de zonas peatonales.

En el puesto actual, su oratoria le ha colocado como uno de los portavoces a los que la Casa Blanca recurre con más frecuencia para defender sus argumentos a ultranza. La ley de Inversión en Infraestructuras, de dos billones de dólares (casi 1,9 billones de euros) y uno de los grandes logros de la Administración de Biden, le ha convertido en un miembro clave de la Administración. Maneja un enorme presupuesto: de los 660.000 millones de dólares en cinco años que la ley adjudica a Transporte, unos 126.000 corresponden a nuevas inversiones.

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En la conversación, incide en presentar al Partido Demócrata y la Administración de Biden como la formación responsable, los adultos de la política que insisten en gobernar y sacar adelante medidas frente al caos en que se ven sumidos los republicanos por sus divisiones internas.

Tras la destitución del presidente de la Cámara de Representantes, Kevin McCarthy, forzada por los desacuerdos entre los republicanos de esa institución por la prórroga presupuestaria hasta el 17 de noviembre que evitó el llamado cierre del Gobierno el fin de semana pasado, esa bancada se encuentra enzarzada en una agria disputa interna para nombrar a un sustituto. Una disputa en la que ha llegado a intervenir el propio expresidente Donald Trump para proponerse como líder interino de la Cámara hasta que el grupo encuentre un candidato de consenso.

“Miras la televisión y lo que se ve es el caos generado en la bancada republicana en la Cámara. No nos alegra esa situación negativa. Estamos intentando hacer nuestro trabajo, construir carreteras, arreglar puentes, y nuestra tarea se complica con la incertidumbre y el drama que emanan del grupo republicano” explica.

Con la Cámara en suspenso hasta el nombramiento de otro presidente, corre el tiempo para aprobar otra medida de asignación de fondos antes de que expire el acuerdo de presupuestos temporal. Los precedentes no son muy alentadores: para que la mayoría republicana aprobara la candidatura de McCarthy hicieron falta 15 rondas de votación. De acumularse los retrasos, se acercaría de nuevo la amenaza de cierre del Gobierno. En el peor de los momentos para un estadounidense medio: en la semana previa al día de Acción de Gracias (23 de noviembre), una festividad mucho más señalada que las Navidades y unas jornadas en las que millones de estadounidenses se desplazan para reunirse con sus familias.

Esa posibilidad afectaría especialmente al Departamento de Transporte. Buttigieg señala que, entre otras cosas, podrían verse forzados a “cerrar torres de control aéreo en todo Estados Unidos” en fechas clave. “Tendría también efectos devastadores más allá de Transporte”. Los analistas calculan que cerca de cuatro millones de funcionarios federales no cobrarían hasta que no se resolviera el punto muerto, entre ellos un millón de militares. Los controladores aéreos y los de seguridad en el transporte se consideran trabajadores esenciales, pero el cierre forzado por Trump en diciembre de 2018 provocó retrasos en los viajes durante las cinco semanas que duró, cuando esos empleados empezaron a presentar bajas médicas para ausentarse.

Algunos estrategas demócratas han destacado la posibilidad de que el ala radical, aunque una minoría dentro de la bancada republicana, fuerce al resto del partido a nombrar al frente de la Cámara a un legislador de línea más dura que McCarthy. Una posibilidad contra la que advierte el secretario de Transporte: “Ya hemos visto el daño y la disrupción que pueden causar unos pocos miembros de la derecha radical republicana en el Congreso. Darles más poder es una receta para mayores problemas”.

“No hay tiempo que perder. Y no hay razón para esperar hasta la víspera del 17 de noviembre para aprobar una resolución de fondos para el Gobierno”, insta Buttigieg. “Nosotros vamos a seguir haciendo nuestro trabajo. Pero el Congreso también tiene que hacer su parte, y necesitamos que los republicanos hagan las paces entre sí, nombren a un presidente de la Cámara y se pongan a trabajar en las prioridades de verdad”. Mientras tanto, reitera el mensaje demócrata: “Nosotros seguiremos trabajando para proteger las prioridades ―puestos de trabajo, buen funcionamiento de los servicios― del ruido, el caos y el drama que llegan de las posiciones extremas entre el Partido Republicano en la Cámara”.

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Sobre la firma

Macarena Vidal Liy
Es corresponsal de EL PAÍS en Washington. Previamente, trabajó en la corresponsalía del periódico en Asia, en la delegación de EFE en Pekín, cubriendo la Casa Blanca y en el Reino Unido. Siguió como enviada especial conflictos en Bosnia-Herzegovina y Oriente Medio. Licenciada en Ciencias de la Información por la Universidad Complutense de Madrid.

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