La extraña conexión española en los papeles del asesinato de Kennedy desclasificados por Trump
Los documentos divulgados incluyen cientos de páginas sobre espionaje de la CIA a Cuba en España, pero sin relación directa con el magnicidio

“Ese juego al que estás jugando es muy peligroso”. Es una de las frases que figura en los documentos sobre el asesinato de John F. Kennedy, el 22 de noviembre de 1963, que han sido divulgados esta semana por los Archivos Nacionales de Estados Unidos por orden de Trump. Es una frase de una grabación recogida por la Agencia Central de Inteligencia (CIA) en Madrid como parte de su espionaje a Cuba. Identidades falsas, aventuras amorosas, grabaciones, fotografías robadas, microfilmes, intentos de captar confidentes... Cientos de páginas de los papeles del asesinato a Kennedy sumergen al lector en un novelesco Madrid de agentes secretos en plena dictadura de Francisco Franco, en el que la CIA espiaba a Cuba. Lo que no hay, sin embargo, es una conexión obvia con el magnicidio.
Entre los más de 2.182 documentos con más de 60.000 páginas divulgados el martes por los Archivos Nacionales, EL PAÍS ha identificado cuatro que tienen como escenario a España. La acción se desarrolla en Madrid, pero por allí aparecen otras ciudades como Vigo y Gijón. Los protagonistas de la trama son, principalmente, agentes de la CIA y diplomáticos cubanos, entre ellos el encargado de negocios, al que los estadounidenses trataban de captar como espía. Los hechos son varios años posteriores al 22 de noviembre de 1963, cuando Lee Harvey Oswald disparó con un rifle en Dallas.
No queda del todo claro por qué los documentos están incluidos en la colección del asesinato de Kennedy. El apellido del presidente asesinado apenas aparece en los documentos y sobre todo lo hace para referirse a Cabo Kennedy (Cabo Cañaveral en la actualidad). La investigación alcanzó dimensiones desmesuradas. Se analizó la conexión de Oswald con la Unión Soviética y con Cuba. El presunto asesino, que se consideraba marxista, estuvo en la embajada de Cuba en México y alguno de los diplomáticos cubanos de la legación en Madrid pasó también por dicho país, pero no hay nada en los documentos que haga referencia expresa a ello. También hay alguna mención a la crisis de los misiles, pero de nuevo sin ninguna relación directa con el asesinato.

Los papeles sí muestran que la CIA tenía sometida a estrecha vigilancia a la embajada cubana en Madrid. Aparentemente, tenían micrófonos, pues hay transcripciones y resúmenes abundantes de conversaciones tanto telefónicas como presenciales. Buena parte de los documentos se centran en Orestes Guillermo Ruiz Pérez, encargado de Negocios (no había entonces embajador). Aparece como personaje secundario su mujer, Nilda Veciana López. En el dosier hay incluso algunos documentos policiales españoles.
Parte de los papeles españoles están borrosos o son ilegibles. Hay varios repetidos y desordenados. Con todo, la impresión que se saca de su lectura es que la CIA tenía agentes infiltrados en la embajada cubana o con acceso a fuentes de información en ella, pero que querían averiguar si era posible captar como espía al propio encargado de Negocios.
Los agentes tenían controlados sus movimientos, tenían un amplio historial sobre su vida, su educación, sus contactos, sus gustos y preferencias, con un perfil psicológico y político. “Parece apoyar al régimen, pero no es ningún fanático”. Algunos de los informes planteaban la mejor manera de acercarse a él.
En uno de los fragmentos aparece la transcripción de una conversación entre dos mujeres en tono hostil. Una de ellas, secretaria de la embajada cubana, parece acusar a la otra de intentar captar contactos y que ese juego es “muy peligroso”. “Ninguno de los camaradas presentes va a dejarse provocar. Así que, por favor, no siga”, le dice amenazante Nilda, que atiende al teléfono como secretaria. “No sé a qué se refiere, señorita, estoy completamente asombrada”, dice la otra mujer, identificada como Matos. Nilda le pregunta si se ha citado con el encargado de Negocios. Matos se excusa balbuceante y dice que se lo habían pedido. El diálogo posterior es propio de una escena de película de acción.
Nilda: “Si se trata de un complot, le sugiero que no se meta, porque en lo que a nosotros respecta es algo peligroso”. Matos: “No, señorita, soy una persona muy correcta y seria”. Nilda: “Ya que es tan seria y correcta, no deje que le pase nada”. Matos: “Vivo con una hija y debe darse cuenta de que vivo solo para ella”. Nilda: “Bueno, mire, si vive para ella, no se meta en estas cosas porque puede costarle muy caro”.

Por si la tensión era poca, un informe de la CIA incluido en la documentación señala: “Parece posible que la mujer [Matos] haya estado buscando una aventura amorosa basada en un encuentro casual o en la reputación de Amauto-1 [el nombre en clave de Ruiz] como un don Juan. El problema naturalmente se complicó por el hecho de que cuando hablaba con la secretaria de Amauto-1, estaba en realidad hablando con su esposa. En ningún momento de las conversaciones en cuestión se percató de este hecho”.
En los papeles relacionados con España se habla también de los jugosos derechos de autor de la canción Guantanamera, de la relación del jefe de la legación cubana con el periodista Emilio Romero, director de Pueblo; de las negociaciones comerciales entre España y Cuba; de algunos conflictos diplomáticos entre los dos países y de un intento de hacer pasar pescado cubano como procedente de Canarias. ¿Y qué tiene todo eso que ver con el asesinato de Kennedy? Pues no se ve la relación. Lo mismo pasa con muchos otros de los difundidos el pasado martes, que lo que sí hacen es dar una idea del grado en que las operaciones de espionaje de la CIA sobre Cuba se extendían por todo el mundo.
Los Archivos Nacionales difundieron a través de su página web 2.182 archivos en formato .pdf que suman decenas de miles de páginas que han digitalizado, pero sin aclarar en qué medida son nuevos. La gran mayoría de la colección sobre el asesinato de Kennedy, que cuenta con más de seis millones de páginas de registros, fotografías, películas, grabaciones de sonido y artefactos relacionados con el asesinato, ya se había difundido previamente. Siguen sin publicarse todos los documentos, a pesar de lo anunciado por Trump.
A la espera de que historiadores y estudiosos expurguen el contenido de los documentos desclasificados, no se espera que cambien lo esencial del relato histórico. Parte de los papeles que ahora se conocen íntegros ya habían sido difundidos, pero con algunas partes tachadas para preservar identidades o direcciones de agentes e investigadores. Algunos de los publicados, además, siguen teniendo partes borradas o tachadas, en contra de lo anunciado por Trump, como el último de ellos, un memorando sobre Cuba de 1965.
La calidad de buena parte de los documentos difundidos deja mucho que desear. Hay algunos prácticamente ilegibles, tanto escritos como mecanografiados; otros tienen partes borrosas o borradas. No es posible realizar con ellos búsquedas digitales. No se ofrece una clasificación, sistematización ni explicación de los mismos, ni se aclara cuáles de ellos ya eran parcialmente conocidos.
Varios de los documentos de la nueva remesa digital se refieren a la investigación de los antecedentes de Lee Harvey Oswald fuera de Estados Unidos. También hay cientos de páginas sobre Cuba de la serie conocida como los Califano Papers, en buena parte ya pública, salvo por alguna tachadura. Hay papeles del FBI, de la CIA, del Departamento de Estado y de otras agencias. Hay archivos que solo tienen una página; también hay muchos de más de 100 y de 200 páginas y algunos, de más de 300. En gran parte cuesta encontrar conexión alguna con el asesinato en sí.
Hasta la fecha, los Archivos Nacionales han digitalizado más de 700.000 páginas de registros de la Colección, que consta de más de seis millones de documentos, de los que aproximadamente el 99% ya estaba disponible para quien quisiera acudir a consultarlos físicamente.

El asesinato de John F. Kennedy sigue generando teorías de la conspiración y tesis enfrentadas más de 60 años después del atentado que acabó con su vida en Dallas el 22 de noviembre de 1963. El magnicidio fue atribuido oficialmente a Lee Harvey Oswald, un antiguo marine desequilibrado que llegó a vivir y casarse en la Unión Soviética.
Oswald disparó desde el sexto piso del edificio del Depósito de Libros Escolares de Texas y mató a Kennedy cuando la caravana presidencial pasaba por Dealy Plaza en Dallas. El propietario de un club nocturno de Dallas, el mafioso Jack Ruby, disparó y mató a Oswald dos días después, cuando estaba a punto de ser trasladado a otra cárcel. La dimensión del crimen y la casi inmediata muerte de su presunto autor abonaron todo tipo de teorías conspiratorias, algunas de las cuales apuntan a la participación de la CIA y de la mafia o a la presencia de un segundo tirador.
Uno de los documentos muestra que un destacado asesor advirtió al presidente John F. Kennedy, después de la desastrosa invasión de Bahía de Cochinos en Cuba en 1961, que la CIA, que la había organizado, se había vuelto demasiado poderosa. Propuso que se le diera al Departamento de Estado el control de “todas las actividades clandestinas” y que se disolviera la CIA. Ese fragmento alimentaría la teoría conspiratoria sobre la implicación de la CIA, pero no hay otros indicios que apuntalen esa tesis.
Según las encuestas, los estadounidenses siguen sin creerse las conclusiones de la Comisión Warren, formada para investigar los asesinatos. Dicha comisión concluyó que Oswald actuó solo en el asesinato de Kennedy y que Ruby también actuó solo en el asesinato de Oswald.
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