Macron se postula como pieza clave de la UE para mediar frente a Trump sobre Ucrania
Después de un período interno aciago, el presidente francés trata de marcar la recta final de su mandato liderando la ofensiva europea por no quedarse atrás en las negociaciones para el fin de la guerra
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El pasado noviembre, Emmanuel Macron anunció su decisión de hacer entrar en el Panteón a Marc Bloch, gran resistente francés fusilado por la Gestapo en 1944 y autor de La Extraña Derrota, un análisis del colapso francés en 1940. La idea de la panteonización, después de las de Simone Veil, Maurice Genevoix, Joséphine Baker, Missak Manouchian y Robert Badinter, llevaba mucho tiempo madurando en la mente del presidente francés, que ha convertido La Extraña Derrota, una obra sobre la decadencia de Francia ante el nazismo, en libro de cabecera. Esa idea, sus causas y sus consecuencias, han planeado sobre muchas de las decisiones que ha tomado en la última semana.
La Francia que capituló contra los alemanes, señalaba Bloch, lo hizo por un déficit intelectual y una deficiencia administrativa. También por desidia mental, y una rutina burocrática puestas al servicio de una idea falsa: la guerra defensiva. Y todo ello bajo la jefatura de unos generales incapaces de reaccionar ante la nueva realidad emergente de la guerra relámpago. Macron y su Administración también tienen debilidades: el languidecimiento de su voz desde la disolución de la Asamblea Nacional el pasado junio, la falta de credibilidad económica del país dentro de Europa y un discurso que no siempre ha sido muy claro, al inicio de la guerra, respecto a Rusia y Ucrania.
Pero Macron, obsesionado ya a estas alturas de su mandato con el tiempo y las virtudes de la posteridad, se niega a quedar en segundo plano y ha decidido ahora jugar su última carta. En esa partida, uno de los momentos clave se producirá este lunes, con una reunión entre Macron y el presidente estadounidense, Donald Trump, en la Casa Blanca. “El presidente lleva años, desde el discurso que pronunció en la Sorbona en 2017, diciendo que la Unión Europea no puede depender de EE UU”, señalan fuentes diplomáticas, rebatiendo la idea de que se trata de una jugada personal para ganar protagonismo. Aunque eso, en realidad, no tenga importancia.
Macron ha elevado sustancialmente el tono. El jueves por la tarde, en una conversación con internautas a través de redes sociales, pidió estar preparados para la guerra. La hora es grave, vino a decir. “Estamos entrando en una nueva era. Esto nos obligará a tomar decisiones muy firmes para nosotros mismos, para nuestra defensa y nuestra seguridad”, dijo como colofón a una semana en la que organizó reuniones al más alto nivel europeo e internacional en el Palacio del Elíseo y que culminaa este lunes con Trump. “Le diré: no puedes ser débil frente al presidente Putin. No eres tú, no es tu sello distintivo, no es tu interés. ¿Cómo podrás luego ser creíble frente a China si eres débil frente a Putin?”, reveló al mismo grupo de internautas el jueves por la tarde.
El cambio de ritmo
El cambio de ritmo de Macron comenzó el lunes pasado. Vista la pasividad de la UE, convocó de urgencia una reunión con los principales líderes de la UE en París y colocó a Francia en la vanguardia de ese proceso. Había varios motivos que sustentaban que fuera él quien tomase la iniciativa y que el escenario fuera París. Alemania estaba sumida en un proceso electoral que culminó con la votación de este domingo. La presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, carece del peso político suficiente y la fortaleza de un Estado para enfrentarse a Trump. Y, sobre todo, en un momento en el que todo se dirime con amenazas, Francia es el único país de la UE con capacidad disuasoria nuclear. Una cualidad que, de nuevo, encuentra respuesta en la II Guerra Mundial y en la visión del general Charles de Gaulle, en esa “cierta idea de Francia”, que nunca se confió en la protección estadounidense si se llegaba al caso extremo de guerra con la Unión Soviética. Una suerte de profecía que retumba ahora en las paredes del palacio del Elíseo. “La disuasión nuclear nos permite ser independientes”, ahondó el jueves el jefe del Estado.
Macron toma la delantera. Pero la toma con un socio inesperado. Dominique Moïsi, ensayista, autor, de La geopolítica de las emociones, apunta: “Su principal problema es que los ucranios han elegido a un interlocutor prioritario que no es miembro de la UE: el Reino Unido. Consideran que es el país que más les ha apoyado, con más firmeza y claridad desde el comienzo de la guerra. Francia tuvo un momento de ambigüedad, aquel ‘no hace falta humillar a Rusia’ del comienzo del conflicto. Y ahora deberá revertir esa desconfianza”.
Moïsi señala también la oportunidad que se presenta para Francia. “La naturaleza siente horror por el vacío. Alemania está fuera de juego, no solo por cuestiones de calendario sino porque tiene posiciones complejas respecto a Ucrania. Y la otra gran potencia europea es Francia, que está en el Consejo de Seguridad, cuenta con el arma atómica y tiene tradición de intervención militar. Si Francia dice que mandará tropas, se la puede tomar en serio. Y Macron puede jugar un papel ahí”, insiste.
El presidente de la República cuenta con otra baza: es el mejor y más fiable interlocutor de Donald Trump, a pesar de Giorgia Meloni, la primera ministra italiana, que tiene más sintonía con él. El paso al lado que ha dado Macron, obligado en las cuestiones nacionales, permite ahora desplegar toda la potencia de las funciones reservadas constitucionalmente al presidente de la República: defensa y asuntos exteriores. En las últimas horas se ha cuidado de no romper esos lazos, incluso cuando el presidente de EE UU llamó “dictador” a Zelenski y varios líderes europeos, como el propio Scholz, condenaron las palabras. Por eso Macron, que siempre ha mantenido una relación particular con el presidente estadounidense —cada vez que se ven juegan a estrecharse las manos con fuerza durante varios minutos— se reúne este lunes con Trump en el Despacho Oval.
El foco de todo se encuentra ahí, cree Macron. Gilles Gressani, director de la revista Le Grand Continent, opina que se trata de una fase paradójica. “Es evidente que Trump desde hace un mes intenta poner en marcha un proyecto imperial, y no es un repliegue en sí mismo ni la confrontación inmediata y directa con China, sino la reorganización de Occidente a través de una lógica de gran espacio, en la que el único polo de soberanía se encuentra en Washington con algunos países satélite. Ese programa radical que pasa por un reparto del mundo entre China y EE UU [también] pasa por el ataque directo de la soberanía de los países europeos”.
Macron, para evitar ese choque, lleva a Trump el compromiso de aumentar el gasto militar de los socios. No está claro cómo ni cuándo. El pasado lunes, los ocho líderes europeos reunidos en París acordaron la necesidad de un refuerzo acelerado de la defensa europea ante el repliegue estadounidense. El único consenso claro fue reafirmar que no debía haber “nada sobre Ucrania sin Ucrania” ni “nada sobre la seguridad europea sin los europeos”. Pero Macron no cierra ninguna puerta. Tras señalar que Putin es una amenaza existencial, dijo también: “Si es necesario, podría volver a hablar con él”.
Es su famosa política del “en même temps” [al mismo tiempo]. Pero también la combinación de una historia compleja. Francia, como recordaba el propio Bloch, “es el Antiguo Régimen y es la Revolución”. Lo que el presidente francés tiene muy claro ahora, cuentan sus colaboradores, es que, a diferencia de 1940, el tedio y la inacción no pueden apoderarse de Francia y de Europa.
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