_
_
_
_

La minicumbre de Macron desnuda las discrepancias en la UE sobre la sacudida de Trump en Ucrania

La incomodidad mostrada por Meloni, que explicitó su cercanía a EE UU, encarna la dificultad de los socios comunitarios para encontrar una estrategia común. El presidente francés quiere hablar hoy por videoconferencia con más países

Meloni y Macron conversaban tras su participación este lunes en París en la reunión informal sobre la situación en Ucrania, en una imagen distribuida por el Gobierno italiano.Foto: EFE | Vídeo: EPV
Daniel Verdú

“Los que van a Mar-a-Lago regularmente tienen que formar parte de una Europa fuerte. Deben saber que a [Donald] Trump no le gustan los aliados débiles”, advirtió el presidente ucranio, Volodímir Zelenski, durante la Conferencia de Seguridad de Múnich el pasado fin de semana. Solo dos líderes europeos han estado hasta ahora en la residencia de Florida del presidente de EE UU: Giorgia Meloni y Viktor Orbán. Y solo uno, la primera ministra italiana, se encontraba el pasado lunes en la reunión de París, convocada de urgencia por el presidente francés, Emmanuel Macron, para hacer frente a la sacudida que ha provocado Washington al negociar directamente con Rusia ―y sin Europa― sobre la guerra en Ucrania.

Meloni acudió a regañadientes a la cita. Llegó tres cuartos de hora tarde tras varias modificaciones de su agenda. No quería ir. No le gustaba la puesta en escena. Tampoco el protagonismo que se arrogaba Macron convocándola. El día antes su equipo había filtrado a la prensa que no estaba de acuerdo con el formato de la reunión. Y su retraso, perfectamente evitable ―tenía un encuentro con los prefectos italianos para hablar de inmigración― fue interpretado por todos los asistentes a la reunión como una queja. Pero también como una señal de su desacuerdo, tal y como su equipo se ha encargado de transmitir en los últimos días: la cumbre de París era un error. Meloni, de gran astucia política, pero incapaz de fingir emociones, se mostró incómoda, sin mirar a cámara en las fotos. Un mensaje, piensan en París, enviado también directamente a la Casa Blanca, como esos secuestrados que se comunican con parpadeos.

Meloni, la líder de uno de los grandes países europeos con mayor estabilidad interna en estos momentos, encarna de forma nítida la dificultad que tendrá la UE para encontrar una estrategia común y también el fracaso de la cita del lunes. Por eso, Macron comunicó este martes en una entrevista a Le Parisien que planea celebrar una segunda reunión este miércoles en la que participarían otros países de la UE que se habían sentido ninguneados, y algunos extracomunitarios. A última hora, el Elíseo confirmó que habrá una reunión presencial entre Macron y el presidente interino de Rumania, Illie Bolojan, y que el líder francés hablará luego por videoconferencia con otros jefes de Estado y de Gobierno, sin especificar cuáles. Según dijeron fuentes diplomáticas a Le Parisien, Noruega, Canadá, República Checa, Grecia, Finlandia, Suecia, Bélgica y los países bálticos están entre los invitados.

La cumbre de París duró tres horas y media. Hubo intervenciones de todos los líderes. Y Macron, el anfitrión, sentado entre los socialistas Pedro Sánchez y Olaf Scholz (canciller alemán), se cuidó de no hablar al final del encuentro ―solo lo hizo brevemente a través de X sobre las 00.30― para evitar agudizar las evidentes divisiones. Y, sobre todo, para poder dar parte a Trump y a Zelenski al final de la reunión, tal y como había hecho también antes de empezarla. Se evitó también la fórmula del comunicado conjunto, imposible de construir con posturas tan alejadas. Hubo importantes discrepancias, según el entorno de algunos participantes, sobre todo en la cuestión del envío de tropas de paz tras la firma de un hipotético acuerdo. Reino Unido y Francia lideran el frente a favor de dicha iniciativa. Italia y España, también Polonia (con el mayor ejército terrestre de la UE), mostraron sus reticencias. Dentro, pero también cuando dieron explicaciones a la prensa. El más duro fue el canciller alemán, perplejo de que se valorase desplegar soldados de paz en un territorio todavía en guerra. Se marchó una hora antes de terminar la reunión.

El debate sobre esa cuestión, sin embargo, parecía necesario. Estados Unidos envió un cuestionario a los países europeos de la OTAN pidiéndoles que detallaran qué estarían dispuestos a ofrecer para hacer cumplir un acuerdo de paz, así como qué esperarían de EE UU. Pero no hubo consenso.

El malestar crecía también fuera del Palacio del Elíseo. La República Checa o Rumania (comparte 600 kilómetros de frontera con Ucrania), países directamente afectados por la invasión rusa, se sintieron marginados. A pesar de contar con un ejército modesto, la República Checa no entiende por qué el Elíseo solo invitó a Polonia entre los países vecinos de Ucrania, “cuando nadie ha acogido más refugiados ucranios por habitante que nosotros”, criticó ante Le Monde un colaborador cercano del primer ministro checo, Petr Fiala, calificando de “arrogancia” la actitud del presidente francés. Praga, por su parte, siente que Europa la trata de la misma manera que lo hace Trump, es decir, ignorándola y valorando su papel en el conflicto al peso.

Ni siquiera el primer ministro francés, François Bayrou, en su habitual e incontenible sinceridad, creía el martes por la mañana que la cumbre hubiera servido de algo. “Estamos en un contexto similar a los años treinta, con icebergs acercándose hacia nosotros, y la reunión de París en el Elíseo no ha logrado alejarlos”, lamentó. Los icebergs se encontraban en ese momento en Riad, donde se celebraba el encuentro entre Moscú y Washington, sin Europa ni Ucrania.

Meloni tenía algo de razón, según las fuentes diplomáticas consultadas. “Era complicado mostrar unión cuando se convoca solo a un parte y se hace fuera de los órganos oficiales y por parte de un líder que no representa a la mayoría y que suscita recelos entre otros dirigentes”, apuntan fuentes de una de las delegaciones que participó en la cita.

En el Palacio del Elíseo nadie duda de que Meloni ha cultivado una buena relación con Trump y su entorno. La comunicación con Musk es muy fluida y el Gobierno de Italia negocia con SpaceX un posible acuerdo para utilizar un sistema seguro de telecomunicaciones con servicios de telefonía e internet encriptados a través de la red de satélites del magnate sudafricano, Starlink. De concretarse, se trataría del mayor proyecto de este tipo en Europa. Meloni querría rentabilizar esa relación para hacer valer su capacidad de mediación, de puente entre un lado y otro del Atlántico. Pero la cumbre del lunes y la conversación que Macron tuvo antes y después con el presidente estadounidense la colocan en un incómodo segundo plano.

El problema es también ideológico. La jefa del Ejecutivo italiano deslizó que compartía el “sentido de las palabras” del vicepresidente estadounidense, J. D. Vance, quien, durante la Conferencia de Seguridad de Múnich, sorprendió a todos al denunciar el “retroceso de la libertad de expresión en Europa”. Vance, además, se negó a reunirse con Olaf Scholz, prefiriendo a la candidata a la cancillería del partido de extrema derecha Alternativa para Alemania (AfD), Alice Weidel, solo nueve días antes de las elecciones legislativas anticipadas del próximo domingo. La falta de sintonía de Meloni con Scholz es evidente. Y más allá de la presidenta de la Comisión Europea, la también alemana Ursula von der Leyen, con quien tiene una gran relación, no contaba muchos aliados. La relación con Sánchez es tirante, pese a que ambos países reclaman ahora cosas parecidas: aumento del gasto a través de flexibilización de las reglas fiscales y un mecanismo mancomunado como el que utilizó la UE durante la pandemia. La primera ministra italiana, en plena forma y a punto de alcanzar su tercer año de mandato ―un récord en la Italia reciente―, es ahora un enigma para los principales socios europeos.

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

¿Tienes una suscripción de empresa? Accede aquí para contratar más cuentas.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Sobre la firma

Daniel Verdú
Nació en Barcelona pero aprendió el oficio en la sección de Madrid de EL PAÍS. Pasó por Cultura y Reportajes, cubrió atentados islamistas en Francia y la catástrofe de Fukushima. Fue corresponsal siete años en Italia y el Vaticano, donde vio caer cinco gobiernos y convivir a dos papas. Corresponsal en París. Los martes firma una columna en Deportes
Rellena tu nombre y apellido para comentarcompletar datos

Más información

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_